En la Opinión de Pepe Mata… El enemigo estaba ahí, nunca se movió sólo esperaba un error
En la Opinión de Pepe Mata
Ser completamente honrados consigo mismo es un buen ejercicio”: Sigmund Freud
- Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos, empresarios como a toreros que este artículo no es apto para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.
El enemigo estaba ahí. Sí, ahí estaba y nunca se movió. La Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, le había asestado un demoledor guantazo al demostrarle jurídicamente la invalidez de la suspensión de los festejos taurinos en la Monumental Plaza de Toros México. Por ello, no se movió, esperó pacientemente.
Ante esta situación, en el reencuentro, había que ofrecer lo mejor de lo mejor para así demostrar a propios y extraños que la Fiesta, la Tauromaquia es grandeza.
Jorge Gaviño Ambriz, quien en su pasado inmediato había sido un aficionado taurino conocedor de la tauromaquia -¡vamos!, hasta se sentía heredero de las glorias de Bernardo Gaviño-, un buen día por extraños, muy extraños intereses, decidió convertirse en supuesto antitaurino.
Así que decidió ser un provocador, un anarquista contra los festejos taurinos de los que disfrutó y mucho.
Cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación dio la razón jurídica a través de la Segunda Sala, según dicen los cercanos a Gaviño, entró en irremediable cólera -ni siquiera cuando le señalaron por el fraude del Metro-.
Así, que, según comentaron sus amiguetes, se sentó a esperar sigilosamente a ver cómo serían conformados los carteles, y al conocer el cartel de la reapertura, se frotó las manos, porque como conocedor de la historia taurina, sobretodo de la tauromaquia mexicana, sabía que esa ganadería que anunciaban como Tequisquiapan, en realidad era Fernando de la Mora.
Sólo faltaba ver el desarrollo del festejo y, según se dijo, tomó asiento en la primera fila cercana a su televisor para el análisis con precisión milimétrica.
Cuando vio el lleno casi a reventar, más de 45 mil personas apoyando a la tauromaquia en el mayor coso del mundo, el pobre hígado de Jorge, no paraba de convulsionar.
Por supuesto, que era un gran triunfo de y para la tauromaquia.
Dicen que decidió guardar calma en su desesperado ánimo, y estuvo más que atento al desarrollo del festejo, más que consciente de que los animalillos de Fernando de la Mora no iban ser la digna representación ni de la casta ni de la bravura ni del trapío, al margen del esfuerzo que pudieran poner los toreros.
Y así, fue, lamentablemente; y eso también lo ha recriminado el gran público taurino.
El tema de las ganaderías se debió haber cuidado con microscopio de alto poder, con el firme objetivo de que no ocurriera lo del domingo 28 de enero en el legendario coso de Insurgentes.
Si los toros hubieran sido bravos, encastados e impecablemente presentados, los aficionados taurinos habrían salido toreando y, el buenazo de Gaviño, seguiría llorando su fracaso como supuesto antiataurino y gris político.
Dicen esas lenguas viperinas, que cuando en la transmisión, el joven abuelo del engaño, manifestó que “… nadie podía saber cómo saldrían los toros”, se escuchó hasta Júpiter una carcajada ensordecedora de, Jorge, porque él bien sabía -como todos los aficionados- con una certidumbre del 99.9%, que los llamados ferdinandos serían mansos y descastados.
Acto seguido, reunió como un chiquillo malvado, a sus huestes inventando un absurdo grupúsculo para ir con la jueza Quinta de Distrito Sandra de Jesús Zúñiga, quien fue la que otorgó la nueva suspensión provisional para la celebración de Espectáculos Taurinos en la Alcaldía Benito Juárez olvidándose de los ordenamientos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Lo demás de la historia ya lo conocemos.
Quede como lección este penoso pasaje y como bien decía el inolvidable Maestro Pepe Alameda:
“Si se ofrece una corrida de toros bravos, encastados, con gran trapío e íntegros, eso hay que cumplirle al público”.
De esta forma, al enemigo que ahí está y no se moverá, no se le dará ningún motivo para agredir al mágico, mítico y trascendente arte del toreo.
Sin autocrítica no se puede avanzar.
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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