En Bilbao… Leo Valadez, sólido
Bilbao. Sábado 27 de agosto 2022. Octavo festejo de las Corridas Generales. Menos de un cuarto de plaza. Se lidiaron toros de Santiago Domecq, mansos, no pelearon con los caballos, el segundo se estrelló con el caballo en las tablas y ahí se quedó a dormir el sueño de los justos, no peleó, tuvo otro encuentro en donde el puyazo fue una aspiración.
Antonio Ferrera: Vuelta al ruedo tras petición y silencio.
José Garrido: Ovación y ovación tras aviso.
Leo Valadez: Oreja y silencio.
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Puede que la crítica no sea agradable, pero es necesaria. Cumple la misma función que el dolor en el cuerpo humano: avisar de cosas poco saludables”: Winston Churchill
- Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos como a toreros que esta crónica no es apta para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.
Y, llegó el día para, Leo Valadez, le conocí en su natal Aguascalientes, cuando apenas era un pequeñajo, no sé, 5 años y quería ser torero. Cualquiera se pudo haber aventurado a pensar que eran cosas de niño, sin embargo, yo sí creí en él.
Tuvo desde entonces el apoyo de su familia, y nunca le han dejado de dar una palabra de aliento. Llegó el momento de marchar a España. Había llegado el sueño dorado, consolidarse como novillero y concretarse como torero.
Su lucha ha tenido altibajos, porque debió haberse quedado en la Península, hasta consolidarse como torero; pero… regresó a México, en medio de un sistema que necesariamente tiene que cambiar radicalmente para mejorar.
No obstante, Leo, nunca se vino a menos y siempre buscó ir a más. Le vi en Las Ventas y estuvo bien, muy bien; sin embargo, este día en Bilbao, dio muestras de un sólido futuro con dos toros de distintas características, y con los dos pudo imponerse.
Su primero fue un manso al que se impuso. Algunos supusieron que como tuvo movilidad eso era suficiente para catalogarlo como bueno.
Me permito recordar que la Fiesta se llama brava y se apellida encastada. Que para ser bueno un toro tiene necesariamente que ser bravo y encastado, no basta con la movilidad de la mansedumbre.
La mansedumbre tiene tres vertientes fundamentales, que incluso presentaron los toros de Santiago Domecq; los que tienen movilidad, como el lote de José Garrido, y el primero de Leo. Los que no quieren caminar por falta de casta y los que desarrollan genio, la casta mala que conduce a la violencia inaudita, como el cuarto y sobretodo el que cerró plaza.
La bravura provoca que el toro pelee desde que sale al redondel; la casta le da poder en el recorrido para embestir. Por ello, casta y bravura, van de la mano.
Desde que sale el toro al ruedo se comienza a ver lo que posee el toro, su caminar, cómo acude a la muleta, si mete la cabeza o avienta las manitas (cuartos delanteros). Y fundamental, cómo va a los caballos.
El toro bravo va de largo mete la cabeza abajo del peto y comienza a pelear para provocar el tumbo. Nunca rasca la arena.
El manso se estrella en el peto, puede quedarse como si estuviera dormido sin hacer nada, o bien, tan pronto siente la puya, aventar cornadas arriba del peto para deshacer el encuentro y huir.
El tercero tan pronto salió, el joven Valadez todo hizo ver, que de inmediato observó la mansedumbre que mostró tenía que irse domeñando e imponiendo, de lo contrario hubiera huido o desarrollado sentido.
El saludo fue con verónicas que combinó tras la segunda con caleserinas. Esto es, no lo “dejó pensar” -como dicen los taurinos- y se adelantó a sus mansescas intenciones.
Cuando lo puso en suerte para comparecer con la cabalgadura, el toro rascó insistentemente la arena. Esto lo hacen los reservones, una característica de la mansedumbre. Se arrancó y por la inercia que llevaba se estrelló con el caballo pero no peleó; recibió otro apenas de bondad franciscana.
En el tercio de quites, Leo, rindió afectuoso homenaje a Miguel Ángel Martínez El Zapopan creador en la década de los 80 de la zapopina (quite que El Juli le pidió a El Zapopan le enseñara y luego pretendió plagiarlo) y el toro fue con violencia con la cara a media altura, Leo no sólo aguantó la acometida sino además lo ciñó tan cerca de su cuerpo que fue una incógnita cómo pasó.
Inteligentemente, Leo, inició la faena con pases por abajo, para amoldar la embestida, y evitar se pronunciara el defecto de ir a media altura y salir con la cara alta. Se impuso para luego provocar acudiera a su mano diestra y sumar pases con el poder de su mando, merced a su valor natural y aguante; así como con el poder del sentimiento que provocó hacer trascender la creación.
Así fue llevando la faena para darle paso a la zurda en donde parecía no habría algo, no obstante, sumó plausible serie. Al regresar con la mano derecha, hubo varios momentos en que se frenó el toro, redujo más los terrenos, y consiguió pasarlo. Y vino otra en donde no sólo fue un halago para el exigente paladar taurino concretarla sino el remate fue doble y también de gran dimensión.
Leo Valadez, consiguió que los defectos se convirtieran en aciertos y la faena lució mucho más.
Como epílogo de su creación hizo manoletinas tras la segunda se hincó y ahí se pasó al toro. Después de rubricar su faena, llegó la merecida oreja que fue el premio a su incontestable apasionada entrega.
Con todo esto quedé convencido que su futuro es más que promisorio, y que se hace necesario que no regrese a México, hasta que se consolide en España.
Más me convenció, cuando salió el galafate que hizo sexto bis, pues el que la suerte le deparó en el sorteo tras una vuelta de campana tan pronto apareció en el redondel, resultó un inválido y tuvo que regresarse a los corrales.
Así apareció un elefansiático torote, que sabía hasta esperanto. De gran arboladura y al que dominó Leo sin arredrarse. El tercio de varas fue un simulacro y las dificultades las enfrentó el joven Valadez con encomiable inteligencia y absoluta serenidad.
Justo con este segundo me convenció totalmente, siempre tuve en muy buen concepto a, Leo, hoy no quedó la menor duda. Todo queda en él, en sus decisiones y en su administración.
A, José Garrido, le correspondió un toro que tuvo también movilidad. Fue al caballo y se lo llevó por la velocidad que llevaba contra las tablas, en donde no peleó, se quedó en breve siestecilla. Hubo otro picotacillo, y nada más con el tercio de varas.
La faena del señor Garrido, tuvo buenos momentos, no sólo en los trazos largos, sino que fueron dados con calidad y buen gusto, hasta que al final comenzó a extraviarse y perdió el hilo conductor. Pinchazo y defectuosa para quedar en silencio.
José Garrido saludó con verónicas cadenciosas recortadas con elegancia al que hizo quinto. El toro no peleó con la cabalgadura. Y una vez cumplido ese episodio, José, hizo un bonito quite por chicuelinas.
Inició su faena de hinojos con pases nerviosillos que obligaron mucho al toro. Ya con la derecha el toro acusó el prólogo de la faena y comenzó a media altura y a salir deslucido. Consumó otra más por ese lado obligándolo mucho más al bajar la mano.
Con la zurda sólo cumplió. El toro mostró le hizo mella el inicio que no debió haber sido tan agresivo, por ello, después de una más con la derecha a donde el toro ya le costó ir, se derrumbó en la siguiente.
Ya se había pasado de faena, era necesario ya ir por el estoque, pero sumó otra serie con la izquierda a donde el toro se resistía a pasar. Dejó media caída tendida y tardó en caer.
Del señor Ferrera, hay tan poco que decir; no se toma en serio. Un chiquitín al ver su feo capote verde, preguntó que si ese señor era el Avispón verde. Cosas veredes.
Comenzó emulando a El Pana en su saludo capotero del ensueño, y luego tras no pelear su toro en el caballo, con la muleta en medio de sus gracejadas, apareció una serie por naturales contundente que recordó de inmediato su buen toreo que se resiste asumir.
Sin embargo, se volvió a perder en la comicidad irredenta. Y todo quedó en el demoledor olvido.
Su segundo fue un manso complicado con genio, y ahí tuvo que hacer a un lado lo circense y ponerse a torear, lo que hizo en breves episodios.
En fin, que fue gratificante ver tan bien al joven Leo Valadez, que siga así, le hará bien a él y a la Fiesta.
¡Dígase la verdad… Aunque sea motivo de escándalo!
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