Crónicas

En Bilbao… El triunfalismo en su máxima expresión en una plaza semivacía

Bilbao. Miércoles 24 de agosto, 2022.  Quinto festejo de las Corridas Generales. Se presentaron las supuestas figuras y sólo pudieron llenas poco más de un cuarto del aforo. Se lidiaron toros de Domingo Hernández propiedad de Conchita Hernández, disparejamente presentados, mansos en su conjunto, salvo el tercero que tuvo movilidad, los demás han sido el vivo ejemplo del descastamiento, deslucimiento, sosería e intrascendencia. Y, no. No metería las manos al fuego por los cuerníferos.

Julián López El Juli: Silencio y ovación tras petición.

Alejandro Talavante: Dos orejas y ovación

Tomás Rufo: Ovación y silencio.

Detalles:

Tras parear espléndidamente saludaron en el tercio Curro Javier y Miguel Murillo en el quinto.

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Siempre que te encuentres del lado de la mayoría, es el momento de hacer una pausa y reflexionar”: Mark Twain

  • Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos como a toreros que esta crónica no es apta para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.

El triunfalismo hace cantar victoria antes de terminar el reto, justo esto pensaba cuando veía como le regalaban dos orejas a, Alejandro Talavante, como si el triunfalismo llevara gente otra vez al coso bilbaíno.

Llegaron las llamadas “figuras” y cuando más se habrá rebasado el cuarto de entrada. Lo que envía el serio mensaje de que el público ya no quiere ver ni a El Juli ni a Talavante, porque si fuera lo contrario habrían atendido a la invitación para ir y llenar la plaza.

Los carteles no se pueden hacer al gusto de las conveniencias ni de los intereses personales ni por los falsos elogios de la prensa corrupta.

Hasta donde se entiende una empresa, cualquiera que sea, se crea para que el empresario -el que emprende una actividad hacia el éxito- invierta y gane dinero; al menos…

… que no sea su dinero sino de un inversionista y se dediquen a dilapidar el peculio ajeno.

Sin embargo, hasta el inversionista que refaccionó a la empresa lo hizo para ganar, no para perder por las incapacidades de los directivos.

¿Qué cuentas le entregarán al inversionista que refaccionó a la empresa que maneja la plaza Vista Alegre de Bilbao?

¿Con qué justificaciones le podrán salir en un mundo globalizado y del que se conocen las alternativas para producir utilidades en la inversión?

Si los Hermoso padre e hijo no llevan gente, si El Juli y Talavante no llevan gente, si las ganaderías comerciales incrementan la ausencia en el tendido, no de ahora, sino desde hace por lo menos un lustro, ya deberían haber tomado las acciones necesarias para cambiar el rumbo del sistema arcaico e inoperante, hacia una nueva realidad en donde existen jóvenes que pueden ser atractivos a su clientela a la que se le llama aficionados.

Lo más sencillo es afirmar -sin sustento- que no hay más de donde escoger y por eso hacen uso de los figurines, así como de las ganaderías comerciales.

Por lo que vuelve a surgir la pregunta:

¿En dónde queda la visión empresarial?

Todo hace ver que es inexistente y lleva a concluir, que no entienden que la renovación generacional, apoyada en las estrategias mercadológicas pueden dar un vuelco favorable al espectáculo taurino, para volver a consolidarlo en la preferencia de su clientela.

¿Cuánto vale el triunfo que le han regalado a Alejandro Talavante en una plaza que tuvo tan poca gente?

Podrán decir e inventar lo que quiera la prensa corrupta para justificar su existencia y seguir recibiendo las limosnas que les dan, pero eso no cambiará el desolador panorama.

Alejandro Talavante tuvo un primer ejemplar al que con el capote no supo ni pudo meter en vereda. Un animalillo que no peleó en el caballo en donde se simuló la suerte de varas.

Lo más intenso en la actuación de Talavante lo hizo Tomás Rufo, en lo que fue un quite armónico y diáfano con lances a la verónica, que tuvo ritmo y cadencia. Fue justo en ese momento que descubrió a todos, que el manso tenía movilidad y podía obedecer al torero.

Sí, obedecer, porque era un toro manso de esos que les llaman bobitoros con embestidas borregunas.

Después de brindar a la escasa concurrencia, Talavante, llevó al toro con pases por abajo que poco dijeron, para después concretar una par de series con la derecha limpias pero un tanto rapidillas.

Mejoró sustancialmente con el toreo al natural que resultó cada pase pulcro y bien logrado. Volvió a citar con la derecha, un cambiado de mano para dar paso a la izquierda y en ese momento el torillo también cambió y comenzó a irse a menos.

Los naturales ya salieron deslucidos, y le siguieron un par de series con ambas manos que ya la intensidad era casi inexistente.

Decidió poner punto final y cayó una entera desprendida. Claudicó el toro, la gente que estaba ahí se entusiasmó demasiado, aunque mucho más, el buenazo de Matías quien se puso gentilmente a sus pies y acabaría adelantando el regalo navideño a Talavante con dos orejas para abrirle la puerta grande.

¿Le beneficiará esto?

Seguramente… no, porque es el resultado de una Fiesta triunfalista, decadente, con un torillo procedente de una ganadería comercial que eliminó la grandeza del toro bravo y encastado, en medio de una plaza en donde la desolación de la  poca gente se hizo presente.

Sí, porque al gran público no le entusiasmó ir a ver a las figuras.

Con su segundo de, Talavante, poco se pudo ver, que no fueran los dos magníficos pares de banderillas de, Miguel Murillo.

Talavante así como en su inicio intentó ser una copia de JT, ahora pretende ser de su apoderado José Miguel Arroyo Joselito, pero nunca segundas partes fueron a más.

Por ello, naufragó con su segundo, que si bien es cierto tuvo todos los agravantes de la mansedumbre, no se le vio al torero presto a resolver el reto que tenía frente a él. Todo quedó en el silencio.

El Juli, tuvo dos toros con los que sólo mostró sus intensiones, pero nada que resultara edificante para el espíritu. Apareció como es costumbre su julipié pero nada más.

Estuvo presente, Tomás Rufo, quien trazó el episodio más exquisito, más trascendente del festejo en ese quite por verónicas al segundo del festejo. Con sus toros intentó, perseveró, pero no pudo haber más, porque los galafates decidieron quedarse parados y así fue la historia.

¿Puede cambiar este lamentable panorama en Bilbao?

Queda claro que sí, pero se requiere urgentemente de la autocrítica, de entender que nadie es poseedor de la verdad.

Este jueves habrá más, se presenta Roca Rey, y al margen de quien le acompañe en el cartel, seguramente habrá una mejor entrada.

¡Dígase la verdad… Aunque sea motivo de escándalo!

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@PERIODISTAURINO  

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