En Sevilla… Otra frívola Puerta del Príncipe con el apoyo de la mansedumbre
Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Miércoles 4 de Mayo, 2022. Lleno. Se lidiaron toros de Garcigrande y Domingo Hernández (primero, segundo y sexto), mansos en su conjunto, no pelearon en caballos, incluso algunos se defendieron para deshacer el encuentro.
Julián López El Juli: Dos orejas y oreja.
José María Manzanares: Silencio tras aviso y oreja.
Pablo Aguado: Silencio tras aviso y silencio.
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La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía”. Proverbio árabe
- Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos como a toreros que esta crónica no es apta para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.
El arte presupone verdad, frase hecha pero certera que menciono desde que comencé en estos andares periodísticos en el diario Novedades; frase que conocí desde pequeñajo, porque gracias a mis padres las bellas artes formaron parte de mi vida.
Así que cuando alguien dice que por hacer una faena bonita crea arte con un bobitoro, no le asiste la razón en esa afirmación, porque la verdad en el arte del toreo siempre estará representada por el toro bravo.
Así de simple pero así de indiscutible.
Para variar en este festejo sevillano aparecieron toros de la ganadería consentida de Julián López El Juli, Garcigrande y Domingo Hernández, que a la postre vienen de lo mismo… de ser hacedores de la mansedumbre bobalicona para que los figurines estén a gusto y puedan hacer, que no crear, esas faenas a las que llaman bonitas, pero que son tan frívolas como intrascendentes.
Impactan en el momento y luego quedan en el olvido.
Este día El Juli tuvo un maravilloso toro que más pareció un lindo borreguillo que acudía con una obediencia franciscana por su mansedumbre manifiesta. No había agobio en el torero sino felicidad. Las cosas salían inmejorablemente a lo planeado y el público que gusta de asistir a este tipo de carteles, porque supuestamente los convierten en conocedores -lo que no es verdad- coreaban todo.
Así se pasó por ambas manos al animalillo que iba con la obediencia de una asustadiza orejita y acabó consumando una faena que hasta su molesta vulgaridad la hizo ver bien a los sevillanos. Un horrendo julipié -dejar pasar al toro y a la mitad dar un brinco espectacular para asestar el acero- dejando la estocada traserísima y caída
El público obnubilado por la supuesta muestra de torería pidió con fuerza dos orejas y con ello menoscabó la grandeza del arte del toreo, menoscabó la hegemonía de Sevilla y se hizo partícipe del engaño.
Con su segundo aparecieron uno lances cumplidores y dos medías violentas que se percibieron como latigazos para el bobito en turno. Una faena que en la realidad no dirá nada para la historia, porque eso de pasar a un toro bobo no da grandeza al arte de lidiar toros bravos. Pero el oropel deslumbró a la asistencia y claudicó. En el primer intento del julipié el toro lo sorprendió en el segundo trasera. Oreja.
La mansedumbre condujo a El Juli a la Puerta del Príncipe.
José María Manzanares saludó a su mansesco ejemplar con verónicas cadenciosas, pero sólo anunció movilidad el animalillo. Porque ya en la faena el esfuerzo del torero ante un manso reticente sólo fue inútil. Mal con la espada
Según decían que el quinto toro -segundo de Manzanares- estaba mal de la vista, Que tan mal estaría que iba al engaño por los dos lados con obediente sumisión. Otra cosa fue su innegable mansedumbre que tuvo que ser rebasada por la paciencia lidiadora del torero. Al menos que hubiera acudido con el olfato a la muleta del torero. Esos engañifas ya no saben que inventar. Al final cortaría una oreja.
Unas verónicas de recibo por parte del sevillano, Pablo Aguado, que ahora mismo hacen infinitamente mejor cualquier novillero en Sevilla aparecieron para saludar al mansurrón astado. En la Maestranza le celebran todo lo que hace Pablo aunque no tenga ningún sustento. ¡Vamos! Hasta cuando es desarmado y sale corriendo le gritan ¡olé!
Pablo Aguado hizo lo que habitualmente realiza con el bobitoro… pasarlo que no es lo mismo que torearlo; porque para esto requiere de mando y aguante. Al manso que tuvo como primero tenía que imponerse para extraerle pases. No pudo, se acentuó la mansedumbre y comenzó a huir.
Pablo Aguado lanceó a su segundo faltándole mayor sustento; se veía más preocupado por las cuestiones de forma que por dar sustento con el contenido. Toreó a prudente distancia y si no concretó nuevamente una faena fue porque sólo pasa, acompaña el recorrido del animalillo, no manda en el toro por falta de aguante. Y cuando el toro se detiene comienza su calvario.
Una tarde que da más pena que otra cosa, la mansedumbre se adueño de la Real Maestranza como supuesta esencia de la tauromaquia y acabó con el sano juicio de las buenas conciencias sevillanas.
¡Dígase la verdad… Aunque sea motivo de escándalo!
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