En la Opinión de Pepe Mata… A Juan Leal hay que orientarle no denostarlo
En la Opinión de Pepe Mata
El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega”: José Alameda
Juan Leal es un joven torero francés, tan prometedor que siempre cumple y con creces en todas las plazas a donde es convocado; y lo hace con la verdad por delante, con la apasionada entrega, con la honradez como carta de presentación. Así ocurrió el reciente domingo 13 de Junio en el legendario coso romano de Nîmes, en donde salió por la Puerta de los Cónsules en medio de la entrega desbordada de sus paisanos.
Si bien es cierto que Juan compareció acompañado de la absoluta entrega, también es una verdad que exageró en las formas, resultando tremendista y en más de las ocasiones estridente; sin embargo, no se debe olvidar que aparecieron pasajes -quizá no muchos- de asentamiento y torería fina.
Lo más sencillo sería ofender, denostar y humillar, pero nadie que se precie de ser sensible y conocedor debe hacerlo. De ahí que la frase hecha pero certera explique todo:
“Existen cinco formas de decirle la verdad al príncipe sin ofenderlo”.
La inobjetable honestidad de Juan Leal
Debe quedar claro que la honestidad torera de Juan Leal no está en tela de juicio; pero, no debe extralimitar las formas para demostrarlo. Si puede escribir poesía ¿para qué rayar la hoja? ¿si puede cantar las más bellas arias de la ópera… ¿para qué gritar?
Paz… paz espiritual es lo que debe habitar en el artista para poder crear.
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Porque me queda claro que, Juan, puede crear propuestas sustentadas en la clase, calidad y armonía. Otorgando sólido contenido a la creación y por consecuencia necesaria la bella arquitectura a las formas.
Tan simple como hacer convivir lo apolíneo con lo dionisiaco.
Lo afirmo porque le he visto evolucionar desde novillero.
Pero… ya no es novillero.
Su imbatible espíritu espartano, le lleva a conducirse por un camino que necesariamente debe abandonar, porque ya no es compatible con su porvenir y tiene que dar paso sólo al gran artista que transita en su ser, al que no le ha permitido explayarse.
Que el público, sus paisanos, se excedieron haciéndole triunfador, sí fue verdad sobre todo por los bajonazos que aparecieron. Aunque en lo particular no me disgustó esa actitud del respetable.
Y no me disgustó, porque en medio de la soledad que hemos vivido por esta pandemia tras el inflexible confinamiento, nos dimos cuenta de que sigue habitando en la afición francesa, ese fuego de la pasión bien entendida por el arte del toreo.
¡Vamos!
Que volvieron a encontrarse con el aire de la libertad que se halla en una plaza de toros y, eso, me hizo recordar lo que alguna ocasión me dijo mi inolvidable amigo, el Maestro Pepe Alameda: “En una plaza de toros se vive y se respira mejor”.
Sí, el gran público francés había ido presuroso al reencuentro con una parte de su vida, que por el tiempo sumado en el encierro necesario, ya parecía ausente y la halló. Ya se verá pronto como el respetuoso, conocedor y culto público francés, retomará la habitual exigencia y volverá a poner todo en la justa dimensión.
Son cosas de las que se debe entender a través de la sicología de masas antes de emitir un juicio fallido. Sí, hay que observar el todo para comprender el hecho en particular.
En medio de esto, apareció una mansada, sí, porque eso fueron los toros de Fuente Ymbro, mansos y descastados. De tanto poner los ganaderos “dulce” a la sangre para la “toreabilidad” han llevado a la bravura al abismo de la mansedumbre, de esa mansedumbre que pronto se niega a embestir o que puede ser violenta; y esto es ofender a la esencia del arte del toreo que exige y predica la existencia del toro bravo y encastado como parte fundamental del mítico y trascendente arte del toreo.
Y, sí, Juan Leal, el impetuoso Juan Leal, con esta asfixiante mansada exageró las formas demostrando su inquebrantable voluntad, su notable apasionada entrega, su plausible honestidad a carta cabal; sólo que lo hizo como un volcán en erupción.
No. No hubo ausencia de toreo, afirmarlo sería tanto como negar la presencia del torero en el redondel, sólo que la mayor parte de la faena, el toreo de ritmo y con cadencia, resultó una estela que dejó aquel barco que pasó y sólo nos dejó el grato recuerdo que pronto se perdió en el horizonte del toreo bullidor.
En fin, que todo queda en, Juan Leal, sólo él puede permitir que ese artista que habita en él… aflore, evolucione y trascienda. Afinar las formas y dar sustento al contenido será lo fundamental para comenzar a transitar por los mágicos caminos del arte.
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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Fotos de Philippillo
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