Opinion

Lo comenta Antonio Lorca… Curro Romero, la historia de un hombre con estrella

  • El hijo de Paco Lucía convence al torero de que protagonice una serie documental sobre su vida mientras él prefiere el retiro anónimo en su nueva casa cerca de su Camas natal

El reciente 1 de diciembre, Curro Romero cumplió 87 años. Hace 20 –el 22 de octubre de 2000– decidió de repente decir adiós a los ruedos tras un festival en el pueblo sevillano de La Algaba. Por aquel entonces, a pesar de su avanzada edad para el traje de luces, el llamado Faraón de Camas era considerado una primerísima figura del toreo, un elegido, un consumado artista que había escrito gloriosas páginas de la tauromaquia del siglo XX.

Hoy, el paso del tiempo lo ha rejuvenecido a pesar de esa blanca cabellera que luce.

Hoy es una leyenda viva, una referencia inexcusable del toreo, un filósofo, un sabio, dueño de una particularísima personalidad, y eternamente preso de una timidez a flor de piel que pretende ocultar tras una forzada sonrisa.

Los genios de su talla no se retiran nunca, y acrecientan su prestigio con los años. Quizá por eso, la productora andaluza Womack Studios, dirigida por José Carlos Conde, ha puesto en marcha un proyecto audiovisual sobre el torero, integrado por una película documental de 90 minutos sobre la carrera taurina de Romero, que dirige Curro Sánchez, el hijo mayor de Paco de Lucía, y una serie de cinco capítulos de 70 minutos, cuyo responsable es el cineasta gaditano José Escudiel.

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La primera utilizará imágenes de archivo y el testimonio personal del maestro, y contará como guionista con Casilda Sánchez, hermana del director, que también participó en el trabajo audiovisual sobre el padre de ambos, Paco de Lucía: la búsqueda, que ganó el premio Goya al mejor documental en 2015.

En los cinco capítulos de la serie participará un amplio elenco de personas relacionadas con el torero, desde compañeros de profesión, como Espartaco, Pablo Aguado, Diego Urdiales, Pepe Luis Vázquez, Cristina Sánchez y Chicuelo, picadores y banderilleros, y una amplia selección de representantes de la cultura, el flamenco, la pintura, la literatura y el periodismo.

La productora andaluza mantiene, no obstante, un secretismo absoluto sobre otros detalles, debido, al parecer, a compromisos establecidos con productoras internacionales que así lo han impuesto.

La idea es que una conocida plataforma, cuyo nombre permanece oculto de momento, distribuya la película y la serie en todo el mundo, con especial relevancia en España y Latinoamérica; y la previsión inicial es que ambos proyectos audiovisuales se estrenen en el próximo mes de mayo, aunque todo dependerá de las circunstancias derivadas de la pandemia.

La idea surgió hace tres años, durante el rodaje del documental Camarón, flamenco y revolución realizado por el mismo equipo, y cuando se la presentaron a Curro Romero su respuesta fue una negativa tajante.

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Él, junto a su esposa, Carmen Tello, vive en su nueva casa en una urbanización cercana a Camas, la localidad natal del torero, deseoso de pasar inadvertido de un mundo del que se siente ajeno desde su nacimiento. Fueron necesarias varias reuniones con los promotores y la perseverancia de algunos amigos íntimos –entre ellos, el periodista Alberto García Reyes y el empresario taurino Pedro Chicote, asesores del torero en el proyecto– para convencerlo de la necesidad de participar en la propuesta.

Así, Curro aceptó el elogio con gesto mohíno, como una penitencia de quien tanto ha sido a su pesar, de quien tantos recuerdos ha creado entre los creyentes del currismo, la religión creada por él sin ánimo de lucro y nacida de una personalidad inimitable y casual.

Tras el confinamiento provocado por el estado de alarma, el torero y el equipo se trasladaron a la finca ganadera de Gabriel Rojas, sita en la localidad sevillana de El Castillo de las Guardas, donde durante una jornada completa Curro repasó su vida y milagros ante las cámaras.

Días después, la grabación se trasladó a la plaza de la Real Maestranza, la segunda casa de Curro Romero, escenario de muchos de sus grandes triunfos y también de cariñosas tardes oscuras, donde, seguro, el maestro volvió a recorrer los 53 pasos del paseíllo desde la puerta de cuadrillas hasta la presidencia, calvario gozoso y esperanzado, una pasarela de sueños, el mentón hundido en el pecho, la tez aceituna, la mirada baja, la timidez a flor de piel, y, a pocos metros, la mirada ilusionada de tantas criaturas que esperaban ser receptoras y protagonistas de algún destello histórico.

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No hay que ser adivino para aventurar que el proyecto audiovisual en marcha revivirá la intensa historia de un niño nacido en Camas, localidad cercana a Sevilla, el 1 de diciembre de 1933 en el seno de una familia humilde y honrada. Curro conoció las estrecheces económicas, pasó fatiguitas, aprendió las cuatro reglas y empezó a trabajar en un cortijo, primero, y en una farmacia después.

Pero pronto cambió la bata blanca por el vestido de torear. Y lo hizo porque estaba de Dios que había venido a este mundo para ser torero. Y él mismo lo explica a su manera: “El arte y el sentimiento no se aprenden, y yo no he hecho nada para tenerlos; me parieron así y doy las gracias”.

Se presentó como novillero con caballos en la Maestranza en la primavera de 1957, y triunfó sin paliativos en Sevilla el mismo año de su alternativa, en 1959. Desde entonces, se anunció todos los años en los carteles de la Feria de Abril, de la que fue su santo y seña.

En total, 42 ferias consecutivas. La Maestranza lo adoptó como hijo predilecto. Ha sido la suya una carrera de mucha gloria acumulada, triunfos inolvidables, anchos desiertos de broncas, –riñas filiales, más bien–, una trayectoria tan genial como irregular, precauciones, inhibiciones, odio y veneración a un dios terrenal, hasta su retirada, por sorpresa, hace ahora veinte años en la placita de La Algaba.

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El pasado 28 de febrero fue su última aparición pública. Curro acudió al sevillano Teatro de La Maestranza para recibir el nombramiento como Hijo Predilecto de Andalucía, que le había concedido el gobierno andaluz. Se le vio con más canas de lo habitual y el semblante apagado.

Pocos conocían que estaba convaleciente de un duro tratamiento para exterminar un tumor de laringe felizmente superado. Desde entonces, ha optado por la paz y el silencio de su hogar. “Mi público preferido es el del tenis”, ha dicho en distintas ocasiones, “porque el griterío y el jolgorio me producen dolor de cabeza”.

Me gustaría ser un pintor”, confesaba a El País hace unos años, “que se conociera mi obra, pero no a mí”. Hoy, sigue pensando que no ha hecho nada extraordinario: “Solo he tenido suerte, he nacido así, y ser torero no me ha obligado a un esfuerzo especial; quizá, he contado con armonía y una cierta gracia, pero nada más. Yo solo soy un hombre con estrella”.

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  • Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País

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