Crónicas

En Úbeda… Álvaro Lorenzo corta dos orejas a una nobilísima corrida de Garcigrande

Úbeda (Jaén). Jueves 1 de octubre 2020. Tercera corrida de la Gira de Reconstrucción. Se lidiaron tres toros de Garcigrande y uno -el cuarto- de Domingo Hernández, correctos de presentación, muy agradables de cara, justos de fuerza, mansones y nobilísimos. Mil sesenta y siete espectadores en el aforo permitido.

Julián López El Juli: Ovación y ovación.

Álvaro Lorenzo: Dos orejas y ovación.

Detalles:

Se llevaron a cabo todas las medidas para luchar contra el Covid-19.

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A dónde irán los olés que no damos; a dónde la emoción que no sentimos… Dónde estarán tantas cosas que perdimos un verano…

Úbeda no es Madrid, ni el toro que aquí se lidia debe tener el trapío del que sale al ruedo madrileño, ni la exigencia puede ni debe ser la misma.

Pero la esencia de la tauromaquia, sí; y el toro debe ser un toro en una plaza de tercera o de primera.

Ocurre, sin embargo, que en la búsqueda constante de la calidad del animal, del toro artista que colabora al triunfo del torero, se están perdiendo las características que hacen de esta fiesta un espectáculo vibrante y emocionante.

Los toros de Garcigrande lidiados en Úbeda eran preclaros hijos de la tauromaquia moderna; y no por su trapío, sino por su carácter. Toros, todos ellos, diseñados en una cadena de producción, con las fuerzas justas para un paso testimonial por el caballo, con el galope mínimo para el tercio de banderillas, y bondad infinita, dulzura y duración en la muleta para el disfrute del matador.

Pero en la consecución de esa clase del animal se ha abandonado la casta, la fiereza, la seriedad… Y se han perdido los olés de antaño.

Ya no hay olés en las plazas. Se van sustituyendo por caras circunspectas en los tendidos mientras un señor vestido de luces da pases y más pases a un torete que no transmite respeto ni miedo. Y al final de cada tanda suena una ovación desganada, como obligada por las circunstancias.

Ante tanta bondad no hay vibración; es bonito lo que sucede en el ruedo, pero no te obliga a estar atento, no te aísla, no te arrebata. Puedes atender el teléfono mientras la faena, siempre larga, prosigue sin ardor.

El Juli y Álvaro Lorenzo asistieron a un cómodo tentadero en Úbeda. Por allí anduvo, sobrio, sobrado, solvente y experimentado, el torero madrileño, echando el rato ante dos toros a los que tuteó amistosamente. El fallo con el descabello le privó de pasear trofeos, pero las orejas no hubieran añadido alegría a una actuación tan sosona como la calidad tontuna de sus oponentes.

Su caso es muy parecido al de Lorenzo, un joven elegante, que maneja los engaños con suavidad y cierto empaque, pero que no brilló a causa de la almibarada actitud de su lote.

En fin, que ya no hay olés, y es una pena. Que cualquiera sabe a dónde irán, o si se habrán perdido para siempre. Que ahora se imponen las ovaciones tristonas, carentes de la pasión que es propia de una fiesta que cada día se aleja más de su esencia.

¡Qué diferente hubiera sido la corrida con toros que parecieran toros y no bailarines vestidos de negro!

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  • Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario españolEl País

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