Opinion

En el tintero del Abogado Pérez-Palma… El toro y mi nombre es

Toro de lidia, toro bravo, en mi infancia escuchaba toro de Miura. Existen referencia bíblicas “Dios hizo el mundo y lo pobló con infinitas especies entre ellas, el toro y por supuesto, el hombre”, de la existencia del toro en el mundo no vamos hablar, tampoco de su origen o de la evolución del mismo, vamos a darle sentido e identidad, si varias veces hemos escuchado “toro es toro” pero como toda especie, cada toro es diferente

Mas allá de describir la imponente presencia del toro bravo; trapío encaste, sus diversos pelajes; homogéneos, mezclados, con manchas, sus cornamentas; abrochado, astifino, bien armando etcétera, tomando en  cuenta su fortaleza -literal son una  locomotora-, con un fuerza de cuatro toneladas al embestir y con una arranque de 10km por hora, literal son una bala de cañón.

Así es el toro de lidia; majestuoso e imponente.

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Pero nunca o casi nunca recordamos a un toro cuando lo describimos; Negro mulato, astifino o un rojo castaño, paliabierto. Seria difícil de recordar, además numero, edad, ganadería.

Había que darle personalidad a todo ese conjunto de cualidades, teníamos que resaltar hazañas, batallas, forjar leyendas, crear historias, y así nombraron a Chicharrón el primer nombre documentado (1819) impuesto a un toro, el mentado Chicharrón, fue una locura en ese entonces.

Así se presumía al toro, así había que presentarlo con nombre, con identidad, darle personalidad, nombres que describían bravura;  terrible, sanguinario, polvorilla… al igual se utilizaron adjetivos o sustantivos para resaltar alguna fiesta, personaje o algún toque humorístico No te entumas, Busco Suegras.

No importa si salía con nombre de la ganadería, o si eran bautizados antes del festejo la importancia era esa, así de sencilla, darle nombre,  para  llevarlo al olvido o la inmortalidad, convertirlo en héroe o villano, para poder resaltarlo en historias, en crónicas, nombre que permiten señalarlo para trascender y quedar más allá de un ruedo, en pocas palabras darle identidad taurina.

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A diferencia de la Cultura Española, el nombre del Toro siempre ha referido a la vaca que lo pario, en México en nuestra cultura, nuestra Tauromaquia, nos llevo a personalizar más al toro, dándole ese toque de realidad y misticismo, poniendo frete a frente a toro y torero, y llamarlos con independencia, con respeto, creando una sinergia un binomio, eterno; Porcuna y Muñeco, un Payaso al que inmortalizó Curro Rivera.

El nombre creció al Toro, entre festejos y arenas, entre absurdas coincidencias, tardes de gloria y tragedias, fue labrando ruedos, dejando historias, esas que solo la fiesta brava nos deja

Poco a poco (de San Martin)  así se fue cuajando la faena; Fenómeno (de Julio Delgado) resulto fenomenal, Giradillo (de Manolo Martínez) escultura que corona la Giralda de Sevilla, nombres que pintaron con la personalidad de cada unos de los astados que Jorge Gutiérrez participó en el indulto en la Plaza México.

Amoroso, así de apasionada y entregada fue la faena de Manolo Martínez, como diría el maestro Jaime Sabines; a los Amorosos les preocupa el amor. Los amorosos viven al día.

La tragedia tiene nombre

Bermejo (de Xajay) imagen que describe el honor y la tragedia, la vida puede quedar en el ruedo; y así Antonio Lomelín lidió con Bermejo y  al colocar un par de banderillas, el astado  le metió el pitón en el vientre y, en una escena dantesca, sus intestinos rodaron por la arena y, con sangre fría, el matador los recogió para dirigirse a la enfermería y lidiar con la muerte.

Como olvidar  al toro negro entrepelado y bragado y, con el número 21, de 495 kilos, de la ganadería Eduardo Miura, el quinto de la lidia y el último de Manolete; Islero, que al realizar la suerte suprema al volapié  este le corneó en el muslo derecho. Cuando se recuperaba Manolete el doctor Giménez Guinea ordenó poner el plasma contaminado, y lo demás es historia.

Islero, para mucho el toro más famoso, que sigue acompañando en la inmortalidad a Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, más conocido como Manolete.

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Seguiríamos con muchos nombre de toros, inmortalizados, que trascendieron, que siguen en las historias, en las crónicas, toros con leyenda: Avispado, Poca pena, Romerito

Así con nombre, para ser recordado, así con las ironías del destino y las fatales coincidencias, así se nombra a un toro, si con nombre, ese nombre que quedara mas allá de un ruedo.

Mas allá de una plaza, un nombre que se escriba junto al torero, ambos en el eterno enfrentamiento con la muerte,  escribiendo historias, creando dinastías, así el Toro, así su identidad y su nombre para la eternidad.

¡Venga toro!

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@ALBERTO_SERFIN

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