En la Monumental México… Puerta grande por la inquebrantable pasión y entrega de José Mauricio
Monumental Plaza de Toros México. Domingo 22 de Diciembre, 2019. Novena corrida de la Temporada Grande. Unas siete mil personas. Clima gélido que caló hasta… el espíritu. Se lidiaron bovinos de Montecristo, propiedad de Germán Mercado Lamm, teniendo la siguiente referencia: Manso, descastadón y justillo de presencia fue el primero; anovillado, protestado a su salida resultó el segundo, mostrando su inacabable mansedumbre se estrelló en el peto, durmiendo el sueño de los justos, el torero se impuso a su reticencia; el tercero para variar, un pequeñajo manso, descastado y debilucho, impresentable, con un suspiro de cornamenta; el cuarto, más asfixiante mansedumbre y estentóreo descastamiento, se estrelló en el peto, le taparon la salida y no peleó; justo de presencia ha sido el quinto, salió distraído, se fue al pecho del caballo y ahí se quedó dormido, el descastamiento provocó que se resistiera a andar; anovillado fue el sexto, que se estrelló en el peto, pero no peleó, un inválido que no quiso caminar.
Fermín Rivera: Silencio y silencio tras aviso.
José Mauricio: Oreja tras aviso y oreja.
Juan Pablo Sánchez: Silencio tras aviso y silencio.
Detalles:
Diego Bricio y Fernando López saludaron en el tercio tras parear estupendamente al primero.
Gustavo Campos, también salió al tercio a escuchar emotiva ovación tras parear al segundo.
¡Pifias!
Aparece el buenazo de Jorjazo en el biombo de la nula autoridad, y todo vuelve al desastre total. Ahora aprobó un mal presentado encierro de Montecristo, pero como la Comisión Taurina de la Ciudad de México, que preside, Vicentico Bandín, no actúa y menos si el patriarca anda de vacaciones por la Madre Patria…
… las cosas se ponen peor.
Lo dicho los antitaurinos están adentro, y el buenazo de Jorjazo, junto con la Comisión Taurina de la Ciudad de México, son más que dignos representantes de ello.
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El éxito está conectado con la acción. La gente exitosa se mantiene en movimiento. Hace errores pero nunca se da por vencido”: Conrad Hilton.
Llegó a la Monumental Plaza de Toros México hace ocho días José Mauricio, como un experimento en su regreso, y triunfó; merced a ello se le consideró en el único cartel, para mexicanos, que justamente no tenía nombres, y ha sido el gran acierto empresarial.
José Mauricio… volvió a triunfar.
Muy a pesar de que el encierro de Montecristo, mal presentado, manso, descastado y con debilidad manifiesta, lo que hostigó la tarde, los tres toreros pusieron voluntad, pasión y entrega, pero…
… José Mauricio, conquistó la puerta grande.
Triunfar es la consecuencia de perseverar, no cejar y trascender, y eso decidido llegó hacer, José Mauricio, a todo precio. Fue tan evidente en cada momento, que por ello alcanzó nuevamente la intensa luz del triunfo.
Tuvo, como primero, un manso reticente al que obligó a caminar, y no consiguió del todo el propósito, porque el descastamiento también se interpuso.
Tras brindar al respetable, aparecieron algunos pases a media altura con suavidad, para no molestar al mansesco burel, para cuidarlo y no atosigarlo.
La derecha pasó lista de presente y el bovino le punteó con violencia, entonces tras meditar las estrategias, cambió los procedimientos, y así en una segunda serie, lo toreó más ceñido, en las cercanías, con una suavidad notable, y a pesar de no haber dimensión por el corto caminar del bovino, sí hubo lentitud y calidad en el breve, brevísimo trazo.
Hubo otra serie más con la derecha y merced a su insistencia, José Mauricio, pudo conseguir magníficos pases, a pesar del mansesco ejemplar.
Por el lado natural sacó algunos brillantes, en verdad. Toreando con una despaciosidad inobjetable, aguantando, sí…
… aguantando, porque de pronto detenía su caminar el manso de Montecristo frente a la geografía corpórea del torero.
Más y bueno hubo con la zurda, demostrando, José Mauricio, el magnífico momento por el que transita. Sí, por su inequívoca técnica, por el esfuerzo notable y sin lugar a dudas, por las inquebrantables pasión y entrega.
José Mauricio, volvió a demostrar que hasta este tipo de pésimos ejemplares, que hasta estas piedras de mansedumbre, se le puede sacar agua y purificarla con su verdad.
Tras los últimos destellos pintureros y un aviso que le indicaba el tiempo de concluir, dejó estocada caída; justo por este defecto tardó en caer el toro. El público exigió una oreja, que paseó ante la total entrega.
Con su segundo, ¡otro manso reticente!, pues necesariamente tuvo que estar ahí el toreo de cercanías, pasándose ceñidísimo al manso bovino en el saludo capotero, y con la suavidad evidente, dejar una brillante media.
Apareció un quite voluntarioso aunque atropellado por fregolinas, que continúo entusiasmando a la asistencia, porque la buena voluntad siempre estuvo manifiesta.
Con medios pases dio inicio su faena, consecuencia del limitado andar del bovino. Y la faena tenía que ser suave, templada, con el fin de consentir al manso de Montecristo.
No, no pudo haber dimensión en cada muletazo, por la reticencia del bovino, pero cada uno, aunque breves, fueron el compendio del buen gusto.
Lo propio hizo por el lado natural, pero al tener tan ceñido al bovino el pitón izquierdo lo derribó de un guantazo y en la arena le dio severa, en verdad severa guantiza que es posible haya afectado a sus costillas.
Se incorporó. Apenas y recuperando el aire llegó frente a la cara del burel para así regalar un trincherazo mágico, y dar paso a la derecha que sólo pudo dar intermitentes pases, porque el descastamiento del astado le impedía concretar.
El toro se negaba a embestir y se defendía en la muleta de José Mauricio.
Como punto final, lidió a pitón contrario lo que fue celebrado. Dejó una entera que hizo claudicar al mansesco ejemplar de Montecristo, y el público exigió otra merecida oreja que le condujo a la puerta grande, a la puerta de la gloria taurina.
La voluntad de, Fermín Rivera, también estuvo presente con dos pésimos ejemplares. Su primero, un astado manso, lo que enseñó desde su salida buscando la puerta que le condujera hacia su ganadería, por lo que no pudo existir un buen saludo capotero.
Ya con la muleta, intentó con la derecha y consiguió extraer un par de pases valiosos pero no con dimensión ni sumar una serie contundente, la mansedumbre resultaba agobiante hasta en la querencia natural.
Sí sí, ahí en toriles.
Justo en ese terreno le robó algunos pases con la derecha, pero el toro insistió en huir. A pesar de ello, tampoco dejó de insistir, Fermín, ni tampoco el bovino de huir.
Faena de plausible esfuerzo ante un astado tan manso como descastado. Por el lado natural, por supuesto que hubo algo, aunque nada relevante, porque el toro huía sin cesar.
Se tiró en corto y fuera de la suerte, pinchó, otra más y media contraria traserísima. Tras dos descabellos terminó la primera participación de Fermín, en medio del desconcierto.
El cuarto -segundo de Fermín- ha sido un astado que no se entregó en la capa. Después de un fallida suerte de varas, hizo un quite de voluntariosas chicuelinas, que han quedado en eso, en voluntariosas.
Faena de loable esfuerzo a pesar de la estentórea invalidez. Fermín, ante ese contexto nada grato, hizo uso del toreo a media altura, y así fue sacando pases que parecía no tener el manso de Montecristo.
Con un auténtico marmolillo se estrellaron las ilusiones de Fermín. Incluso lo tuvo en tablas pero ni ahí se quiso confiar para caminar un poco. Pinchó y en fin, no quedó nada para el recuerdo inmediato.
Juan Pablo Sánchez, también se estrelló ante el muro infranqueable de la mansedumbre. El tercero ha sido un pequeñajo con el que intentó recoger su huidizo caminar con la capichuela.
La faena resultó breve con ciertos episodios de templanza que no pudieron constituir nada trascendente por la inacabable mansedumbre y estridente descastamiento del pequeñín de Montecristo. Dejó media tendida trasera y cuatro descabellos. Desolador silencio.
Un manso descastado tuvo como segundo, Juan Pablo Sánchez, su voluntad le llevó a torear con la muleta más que a media altura, como si hubiera estado izada a toda asta, para que no se derrumbara en la arena el inválido que tuvo frente a él.
Lamentablemente, cuando no se puede, simplemente, no se puede y lo demás es imposible. Así son las cosas de la mansedumbre. Pinchó, y el pequeñajo en medio de toda su invalidez decidió recostarse en la arena.
Esta tarde deja una nueva la lección a los señores empresarios, que deben voltear la cara a otras ganaderías, lo hemos escrito aquí, lo hemos dicho en nuestro programa de TorosenelMundo-TV, el camino debe ir por la senda de la casta y la bravura, con el toro impecablemente presentado.
Porque, no nos queda la menor duda que sí hay toreros que puedan enfrentar al toro bravo y encastado, como la terna de este domingo.
Sólo así, el respetable volverá a sentir el deseo de regresar a su amada Fiesta, porque es un espectáculo mágico, misterioso, mítico y trascendente, cuando en el redondel está el toro auténtico para el torero de verdad.
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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