En Juriquilla… No se dejan ganar las palmas

05 octubre 2019 José Patiño

Provincia Juriquilla, Querétaro. Sábado 5 de Octubre 2019. Media entrada en tarde sin viento. Novillos de Montecristo que no pelearon en caballos y ofrecieron un juego desigual, ásperos y descastados.

Héctor Gutiérrez: Vuelta al ruedo y silencio.

Miguel Aguilar: Palmas y palmas; oreja en novillo de regalo.

Diego San Román: Palmas y oreja; oreja en novillo de regalo.

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Correspondió el primero a Héctor Gutiérrez, vestido de Grana y Oro, de nombre Buen amigo, número 164, incierto de salida que fue suelto y áspero.

Brindó Héctor al Maestro Jorge Gutiérrez, quien se presentó en la plaza recibiendo saludos y el cariño unánime de la afición.

El de Montecristo resultó un enemigo muy brusco y áspero al que le estuvo firme con la izquierda y trató de meterlo por la derecha, lado por el que se le acostó varias veces sin doblegar el espíritu de Gutiérrez.

En el cierre de la faena logró obligar a embestir al novillo con firmeza y mando.

Le recetó por invertidos para cerrar por manoletinas que le desgranaron palmas de la afición para tirarse a matar en la suerte natural, hundiendo los aceros tendidos y desprendidos a un toro que terminó de pasaportar con el descabello.

Dio vuelta al ruedo.

En el post meridiano de la tarde, el hidrocálido lidió a Rebocero, que de salida tuvo muchas patas y nunca logró sujetarse al capote.

Mención importante a Cristhian Sánchez, quien fue apretado por el toro en banderillas y, tras un quiebro, clavó pedazo de par. Olé por las cuadrillas cuando hacen las cosas con arte.

Ha sido el ejemplar, un toro de cuello suelto, sueltísimo, que pegó gañafonazos en cada pase que dio el torero. Brusco, áspero, incierto, pero fue lidiado con firmeza e inteligencia por Gutiérrez que tragó mucho con este cabeza suelta.

Terminó rajándose el toro ante la insistencia de un torero que tiene ganas de ser. La afición fue paciente en la lidia de un bicho feo y sin clase. Al final, apareció una estocada caída con la que cerró la labor para despedirse en silencio.

En segundo turno Miguel Aguilar lidió a Guantero, un negro apretado de carnes de 410 kilos al que saludó por verónicas, una de ellas lenta como para detener la tarde.

Miguel simuló un quite por gaoneras en las que se atornilló al piso, sucias de ejecución por culpa de un toro picoso al que hubo que descifrarlo en todo momento.

Brindis al cielo en recuerdo de su hermano Mario y saludo de doblones muy toreros, sin embargo no logró por naturales atemperarse a sí mismo, repercutiendo en las embestidas de Guantero.

Fue por la derecha otro cuento, metiéndolo en la muleta por bajo y templando las acometidas de la cabeza suelta del de Montecristo. Fueron dos tandas en las que se templó torero y, por ende, novillo.

Tras un primer viaje, pinchazo. Tras un segundo, una trasera y desprendida. Recogió fuertes palmas.

En el segundo de su lote, lidió a Venadito de 450 kilos, en el que destacaron las cuadrillas comandadas por Juan Ramón Saldaña, saliendo al tercio por su ejecución de palos.

Brindó Aguilar a Octavio García El Payo y se postró de hinojos en los medios para correrle la mano por derecho con suavidad.

Estuvo templado y cargando la suerte con la tersura de su muleta, acariciando las embestidas de un toro huidizo que le puso las cosas difíciles pero al que logró arrancarle buenas series, convenciéndolo y poniéndose como carnada.

Fue un pinchazo y una estocada defectuosa el cierre de una faena que mantuvo interesado al tendido y nos mostró a un joven torero que tiene cómo y con qué.

Para el queretano Diego San Román, correspondió en suerte Zorrito de 400 kilos, entrepelado de salida alegre a quien simuló un quite por gaoneras firmes.

Brindó a todos y se fue de rodillas para saludarlo comprometidamente, recibiendo dos puntazos que lo levantaron por los aires.

Ni se miró la ropa; fue de nuevo de rodillas a culminar su tanda y abrocharla para recoger palmas.

Zorrito fue un novillo mirón que estuvo probando en todo momento a un torero que tiene temple en el espíritu y en las manos.

No apretó ni un músculo y se desmayó en algunos pases, transportándonos al buen torear. Se embarró de toro sin darle mucha distancia, ahogándolo por momentos… Quizás si se hubiera ido un poco de él, la emoción se habría prolongado más.

Hubo momentos de peligro que se eclipsaron ante el valor del torero y la sensación del percance latente, hizo vibrar a los tendidos.

Tras cuatro pinchazos y una estocada en mala colocación, recogió palmas en el tercio. No suscribo.

El último de la tarde caída en noche fue Ranchero, un novillo cómodo que remató fuerte en burladeros y que se sujetó al capote de Diego, quien lo lidió con fuerza e ingenio, saludando por verónicas y chicuelinas. Fueron buenos momentos los creados con la capa a un toro que se venció por la izquierda en los pases, toreando por verónicas de nombre largo, firma clara, factura soberbia.

Con los tiempos y toques de muleta precisos ha sido la primera tanda por derechazos, suaves y alargados, el inicio de su faena. En el centro del ruedo de Juriquilla fue construyendo una pieza taurina con clase, que dio fe del oficio ganado en España.

La nota negativa: los constantes enganchones y pisotones a la muleta que ensuciaron la labor del novillero. Así fue en ambas faenas, reponiendo poco y olvidando las distancias por momentos.

Cuando se entendió con el novillo, cambió toda condición y alargó el cuerpo por bajo, encontrándose en las piernas con los pitones de un toro noble que no quiso horadar la carne tras el terno.

Pinchazo, media estocada y un golpe de descabello pasaportaron al novillo de Montecristo. Se le concedió de manera incomprensible una oreja protestada, que no paseó.

La autoridad no sabe entender de señales y confundió la petición de regalo de un toro de Aguilar con la petición de oreja y terminó manchando a San Román que dio la vuelta entre pitos de algunos sectores.

Los novillos de regalo

Miguel Aguilar regaló un novillo. Fuera de reglamento, pero regaló al fin. Habrá que cuidar el respeto al orden para no manchar la fiesta.

En alusión a José José, El Triste fue el sobrero quién, tras quince minutos, salió al ruedo: una auténtica lagartija. Pero a caballo regalado no se le ve colmillo.

El novillo sin transmisión se encontró con Miguel, quien le estuvo intentando sin éxito, con una absoluta voluntad y una entrega para no dejarse ganar las palmas.

Metió media espada empujando con toda su sed de ser torero, y recibió en premio una oreja por una labor de novillero con hambre.

Diego San a Román regaló a Hortelano, de Marrón, un novillo mejor presentado que apretó fuerte en varas pero que tuvo una muy mala lidia en palos.

Sin brindar, abrió la faena castigando al lucero por doblones. Fue su embestida una llena de mucha transmisión.

Por diestra fue muy bueno, alargándose y obligando a ir por bajo, pero fue en un parón donde le guardó los pitones en la axila, en que se cambió la muleta de mano y rugió la garganta de los congregados.

Fue carnada para Hortelano, un toro que buscó varias veces el cuerpo del coleta, quien le arrebató pases de auténtica fuerza que pusieron de acuerdo a todos.

Pinchó fuerte arriba y se fue por un segundo viaje de acero que tocó hueso y, luego de un fuerte puñetazo de espada, hundió el metal hasta el fondo de la caja del burel.

Cortó otra oreja para salir en volandas.

El balance: Una tarde de emoción.

Hay futuro, pero aún se está construyendo.

Un apunte personal

Haré un apunte personal, si Usted me lo permite amigo lector: Manuel Garrido, juez de plaza (así, con minúscula) debe abandonar de una buena vez el palco. No tiene afición y respeto por el público, su voluntad y lo que manda.

Permitió regalos fuera de reglamento; ante orejas necesariamente ganadas, acostumbra reservarse el pañuelo, olvidándose de una función no sustantiva pero urgente: hacer afición didácticamente; es tibio para echar para atrás encierros que no tienen la presencia que se espera, entre otras pifias. Su gestión avergüenza.

¡Que se vaya, pedimos muchos!

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