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Aguado y García Reyes unen el toreo y la palabra en la Fundación Cajasol

  • Nuevo ‘no hay billetes’ en la edición 55 de los Mano a Mano de la Fundación Cajasol

El matador de toros Pablo Aguado y el escritor y periodista Alberto García Reyes protagonizaron anoche una nueva edición de los Mano a Mano de la Fundación Cajasol, en concreto la número 55 de estos encuentros culturales que se celebran en Sevilla desde 2007.

Esta nueva cita proponía la revisión de un tema recurrente: la relación entre el toreo y la palabra como tema central, aunque en ella se ahondó también en las trayectorias de ambos ponentes, con un recuerdo obligado al impresionante triunfo del torero sevillano en la pasada Feria de Abril y al gran pregón taurino que pronunció el periodista en el teatro Lope de Vega en la mañana del Domingo de Resurrección. El encuentro fue conducido por el director de ‘Toromedia’, José Enrique Moreno.

Una sonora ovación subrayó la expectación que había despertado este encuentro. No hay que olvidar que las invitaciones disponibles se habían agotado pocas horas después de ponerse a disposición del público.

Pablo utilizó los avíos de los toreros, el capote y la muleta, para conseguir uno de los triunfos más rotundos que se recuerdan en Sevilla y Alberto consiguió triunfar en su pregón a través de la palabra, señaló el moderador antes de presentar a sus invitados. En consecuencia, ‘El toro y la palabra’ era el título más adecuado para esta charla que, lógicamente, abarrotó el salón de actos de la Fundación Cajasol.

José Enrique Moreno usó el propio pregón de García Reyes como hilo conductor de la sesión. El moderador evocó el miedo como primera idea. Es que el miedo al escenario es tremendo y además de sumarle el miedo al toro tienes que poder expresarte artísticamente; eso sólo puede estar al alcance de los superhombres, señaló Alberto García Reyes. Es que el miedo es necesario, apostilló el matador. Gracias a ese miedo valoramos mejor lo que estamos haciendo, añadió Aguado evocando el grandioso triunfo de aquel viernes de farolillos, un acontecimiento que, de alguna manera, se ha convertido en un referente inalcanzable. Con el tiempo llega hasta a pesar porque luego estás obligado a repetirlo; llegas a verlo difícil y cada vez lo valoras más, apostilló Aguado.

El periodista leyó algunos fragmentos de su pregón que sirvieron para reflexionar sobre la literatura. Cuando escribimos debemos perder un poco la cabeza, señaló García Reyes comparando su pregón, de alguna manera, con el triunfo de Pablo Aguado. Es que cuando una cosa es tan excelsa es mejor que no vuelva a ocurrir, argumentó el pregonero en relación a la tarde del 10 de mayo. Cuando ves a torear a Pablo, olvidándose de sí mismo… ¿tú te olvidas de ti mismo?, interrogó al torero. Todas las artes convergen en lo  mismo, nacen de un sentimiento concreto, respondió Aguado. La valentía no es no tener miedo sino afrontarlo; un torero no puede ponerse delante de un torero como si fuera a torear de salón.

El texto del pregón también sirvió para reflexionar sobre el alma taurina de Sevilla y su plaza de la Maestranza. Es un templo y su monumentalidad ya te lleva a hablar bajito; el ambiente y los aficionados que hay allí sentados… es un museo vivo del toreo que hay que defender y conservar. Eso es lo que la hace distinta, espetó Alberto García Reyes señalando que uno se va mejor de allí, eres hasta mejor persona, haciendo alusión a la gran faena del joven matador sevillano. Es un templo, repitió Aguado. La plaza, la mires por donde la mires, es distinta a las demás.

En la pantalla del escenario se proyectó un nuevo fragmento del pregón: El toreo es un huracán que no puede con una hojilla de papel, señalaba el texto. Ser capaz de pegar un capotazo despacio a la velocidad que va ese animal, con esa fiereza, es algo tan difícil que los toreros no somos capaces de explicar, explicó Pablo. La reflexión sirvió para evocar el concepto de toreros como Curro Romero y Rafael de Paula. Es que vivimos un momento en el que el arte está falto de profundidad, argumentó García Reyes, invocando la personalidad como una de las virtudes fundamentales del artista. Son bolas que caen del cielo y a este señor le ha caído esa bola, bromeó el pregonero señalando al torero.

Pero había que volver a intentar asomarse a la entraña del toreo, al renovado concepto de Pablo Aguado que le ha convertido en uno de los intérpretes imprescindibles de la nueva hornada de matadores: Tenía un cacao en la cabeza, entrenaba muy forzado para hacer el toreo que hoy se hace, llevando al toro muy largo. Pero al final del entrenamiento me hacía un toro para divertirme, como a mí me gusta torear, ensayaba algo que creía que era irreal; empecé a cambiar de mentalidad y recordé un consejo de Pepe Luis: esto es más sencillo de lo que parece, me dijo. Me di cuenta de que era la mejor forma de llegar a ti mismo y de llegar a la gente; antes de Sevilla lo pasé fatal y no era capaz ni de coger un capote. Luego llegó el día y embistieron los toros y me di cuenta de que lo que decía Pepe Luis era verdad. Las cosas son más sencillas de lo que parecen.

Lo más importante en el toreo es el ritmo, argumentó Aguado para acercarse a su concepto. García Reyes aludió a la naturalidad. Pero había que recordar la faena reveladora de Pablo Aguado, diseccionada por el propio matador. Llegas a un punto en el que te olvidas de todo, sólo escuchas los oles y a lo mejor por eso, precisamente, llegan esos oles. Aguado recibió después la llamada de Curro Romero, presente en la sala, al que situó como uno de sus referentes taurinos. Pablo recordó una anécdota de aquella conversación: No pegues más largas cambiadas, que eso es para toreros sin recursos, le indicó el Faraón.

La charla ya entraba en su recta final recurriendo a una nueva cita del pregón de García Reyes: Lo digo más claro: con Curro se demuestra que a Dios le gustan los toros. Pues eso, dijo el periodista, lo que dio pie a que Aguado expresara su enorme respeto y admiración por el Faraón de Camas y García Reyes se adentrara en su grandeza personal y torera. Al hilo de esas reflexiones, el presentador quiso concluir el acto con un toque de arte e instó a los protagonistas a unir el toque de la guitarra flamenca –de la mano del propio Alberto García Reyes– y el toreo de salón, lo que puso un broche de oro a un mano a mano de gran altura.

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