En Salamanca… El Juli tiene una mina de oro
Salamanca. Casi lleno en tarde entoldada y de agradable temperatura. Se lidiaron toros de Domingo Hernández (1º, 3º, 5º y 6º) y Garcigrande (2º y 4º), bien presentados y de juego desigual. Destacaron el segundo, quinto. El sexto, con el número 119, de nombre Barquito, negro mulato y de 541 kilos, premiado con la vuelta al ruedo.
Morante de la Puebla: Bronca y bronca.
Julián López El Juli: Dos orejas y dos orejas.
Cayetano: Silencio y dos orejas.
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Los ‘juligan’ gritaban con desbordada euforia cada una de las dos veces que su torero daba la vuelta al ruedo con una oreja en cada mano. Y él, con su cara pícara y melena rubia alborotada por los vientos, miraba sonriente a los tendidos en esa tarde que se llevó de calle.
Porque El Juli cuenta con un núcleo de acérrimos seguidores que son felices cuando triunfa. “… oye, tú, que yo soy del Juli y es el mejor”, dicen con euforia.
Por eso, en esta ocasión, se multiplicaba la alegría unido a que muchos espectadores se sumaron a él también para chinchar un poco a Morante, que no tuvo su día. Y esos mismos ‘juligan’, que más allá de su torero y de pedirle las orejas, apenas la interesa nada, en esta ocasión también se hicieron de Cayetano en el sexto, ya cuando la tarde había roto por los senderos del triunfalismo y ahí lo raro fue ya que no pidieran el indulto para el toro y convirtieron aquello en una tómbola. Como ha ocurrido tantas veces
El Juli es un hombre feliz desde que supo aupar su carrera y consolidarla en la cima cuando encontró una mina de oro que le ha dado tantas tardes de gloria y está ubicada en campos de Salamanca.
Esa mina cuenta con dos vetas, una por tierras de Alaraz, donde pasta la divisa de Garcigrande y la otra por Tranguntía, cerca de Vitigudino, la de Domingo Hernández, ambas de la misma casa ganadera y donde supo encontrar la alquimia perfecta aquel personaje de Humanes y afincado en Fuenlabrada y listo como el hambre que fue Domingo Hernández, quien casado con una hija de Pichorrongo, buscó el toro del momento para acabar protagonizando una época ganadera y rifarse las figuras los que no quedan de los carteles del Juli.
En esa casa ganadera, El Juli, es el arcángel que conoce a la perfección las reatas, los sementales y lo existente alrededor de esta vacada que le ha dado sucesivos triunfos, con las que vive el éxito a diario y le ha permitido mantenerse arriba del todo, porque la entiende perfectamente y sabe mejor que nadie las reacciones y condiciones de esos animales.
Y mira que El Juli lleva a su espaldas una carrera impresionante, que lo ha hecho multimillonario sin ser artista y más bien encasillado en la modernidad de la técnica, también del ventajismo y las faenas interminables que lo han encumbrado como máximo representante, junto a Ponce- de la UGTT (Unión General de Trabajadores Toreros). Aunque el arte y el aroma es otra cosa.
Arte y aroma el de Morante, aunque en esta ocasión no supo aflorar con su capote de oro y su muleta inspirada; pero claro un artista ni puede cincelar todos los días una obra de arte, porque la monotonía no casa con ello y en esos estilos cuando no se ve claro se abrevia.
Ni imagino al genio de la Puebla fajándose con un toro con la vista desparramaba, o con otro que no sirve para su exquisita interpretación y “je, je, je…” o sorteando gañafones.
Por eso se tira por la calle del medio y es el camino digno, el de no engañar a nadie, aunque llegue la bronca, que por cierto es algo muy torero y que tantas páginas de grandeza ha dado a la Tauromaquia. Porque la bronca es parte de esta Fiesta, donde nadie imagina a aquel exquisito Cagancho en plan trabajador, ni a Romero, ni a Paula… ni a tantos otros de quien se espera lo mejor.
Como ocurre con Morante, porque si esa tarde al de La Puebla del Río le sale un toro que se olviden de los demás y ahí está el recuerdo de aquel día de Salamanca cuando dibujó la grandeza del arte de torear con dos toros del Pilar y aún lo paladeamos, mientras que se han olvidado tantos triunfos que llegaron después, muchos rotundos y semejantes al alcanzado por El Juli, a pesar de esa mina de oro que ha encontrado en campos de Salamanca y arropado por tanto ‘juligan’.
La gente se enfadó con Morante, donde su cuadrilla en el primero estuvo fatal regando el suelo de banderillas –por cierto en esta feria son horrorosas y parecen compradas en un ‘chino’-, mientras que antes había derribado al caballo y se tardó varios minutos en levantar, ordenando el matador el de puerta que ‘crujiera’ el toro en dos duros puyazos.
El otro de su lote tampoco tuvo condición, quedándose corto, mirando al torero y únicamente apto para un diestro de guerra, algo que están en las antípodas de Morante.
Cayetano, arropado por miles de señoras y señoritas que le cantan su belleza y se desgañitan aplaudiéndolo ofreció las dos caras. La primera la del diestro que hace un enorme esfuerzo cuando su oponente no ofrece condiciones, sin ser capaz de buscar las vueltas y volviéndose demasiado pesado en la larga sucesión de series y pases sin ningún eco.
Luego, la segunda, la del toreo que llega con tanta facilidad y además es dueño de una magnífica interpretación con mucho gusto en su hacer, como ocurrió en el cierraplaza, donde volvió a dar una magnífica dimensión y para redondear quiso matar recibiendo, pero pinchó y aún así, como después mató con dignidad, el público y miles de entusiasmadas mujeres (con además parecidos a los ‘juligan’, pero estas con otros sueños) lograron que el presidente le regalara la segunda oreja.
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