En Roquetas de Mar… Perera corta una oreja aunque pudieron ser cuatro
Roquetas de Mar. Tres cuartos de entrada. Toros de Alcurrucén.
Julián López El Juli: Silencio y silencio.
Miguel Ángel Perera: Ovación y oreja con fuerte petición de la segunda.
Pablo Aguado: Ovación en ambos.
Detalles:
Con todo fue la triste anécdota en el conjunto de la actuación de Miguel Ángel Perera, otra vez ensombrecida su dimensión por la cruz de la espada. Porque pudo ser tarde de cuatro orejas a tenor de cómo entendió, maceró, maduró y cuajó a sus dos toros de Alcurrucén, por debajo los dos de la medida de ellos que sacó el pacense.
Con los dos toreó con gusto con el capote bajo la máxima de echar las manos abajo y ralentizar desde los primeros lances la embestida de sus oponentes.
Dos trasteos con los que Miguel Ángel extrajo de sus enemigos más virtudes de los que alumbraron, de ahí lo de la clarividencia apuntada. Hubo poso, metraje, profundidad y regusto. Pero en el primero le falló la espada y pinchó dos veces antes de la estocada buena, por lo que se quedó un día más con la miel en los labios. Sí mató de espadazo entero al quinto, si bien tardó en caer. Quizá, el clavo ardiendo al que se agarró el uno para negar lo que pedían todos.
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