En Lima… Sebastián Vela tocó pelo en La Oportunidad
Lima (Perú) Plaza de Toros La Esperanza. Segunda corrida de abono de la Feria la Oportunidad. Media plaza. Terciado encierro de Camponuevo. Desiguales de presentación y juego, encastaditos, con varias teclas por tocar y que exigieron oficio a sus matadores, salvo el sexto que se empleó con nobleza.
Emilio Serna: Saludo y vuelta al ruedo.
Ernesto Javier El Calita: Silencio y vuelta al ruedo.
Sebastián Vela: Oreja y palmas saludando desde el tercio.
Detalles
Impecable las comodidades ofrecidas a los asistentes que nuevamente disfrutaron plenamente de las instalaciones hasta muy tarde luego de terminada la corrida.
Presencia en la plaza de los empresarios de Acho en pleno, dando su espaldarazo a los organizadores.
Muy bien el comportamiento del público en los tendidos.
Desmonterados cruzaron el ruedo El Calita y Vela, por ser inéditos en esta plaza.
Destacaron en las monturas Yaco II, Rafael López y David de la Barra.
En banderillas, todos estuvieron correctos.
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La siempre mal intencionada suspicacia de algunos ─pocos felizmente, y puestos en evidencia por el gran público─ quedó desbaratada ayer cuando a todas luces se observó que en esta feria no hay cabida a favoritismo alguno, por la seriedad y probidad de quiénes están al frente de la misma.
Más allá de amistades y apoderamientos, las cosas se han planteado en igualdad de condiciones para todos los actuantes, por respeto a ellos y a la afición.
Quedó tan claro como la buena predisposición de los matadores que ayer hicieron el paseíllo en la segunda corrida de abono en La Esperanza, la nueva plaza de toros en la capital del Perú, que cautiva a quienes llegan.
Emilio Serna, el torero de la casa, vestido de nazareno y oro, no las tuvo todas consigo pues pechó con el lote menos propicio, sobre todo el primero. Lo intentó conforme sus argumentos y así pudo extraerle algunos muletazos de buen trazo.
Su segundo, el salido cuarto, embestía pero descompuesto. Protestón, calamochea y se revuelve, acusó debilidad en los remos. Doblándose rodilla a tierra le intenta pero se le vence en el primero. En los medios por alto y los siguientes le protesta mucho.
Ha querido agradar y hacerlo todo el matador murciano, que consigue una serie que hace sonar la música con Nerva. No estuvo certero con la espada y tras pinchazo mata de estocada entera. Vuelta al ruedo que el público acompaña con fuertes palmas como premio a su entrega.
Ernesto Javier El Calita, de pavo y oro, mostró buenas maneras y plaza. Cierto que le costó entender mejor la condición de los dos de su lote, que airearon lo que aún guarda de los sementales del Campillo el encierro echado de Camponuevo.
Al ser prácticamente inédito para la afición peruana causaba interés por verlo. Mostró maneras ciertamente, fiel a la tradición del toreo de su tierra, pródiga en tantos y tan grandes nombres, lució buenos lances con el percal.
Con la franela no se acopló del todo pese a lograr algunos buenos muletazos por ambos pitones pero sus faenas carecieron del necesario ingrediente de transmisión. Su segundo enterró los pitones propinándose espectacular voltereta que lo mermó al final.
Sebastián Vela, de aguja en cielo y oro, llevó mucho público a la plaza. Tanto de las zonas norteñas de Lima como del centro del país, de donde es oriundo.
Su primero, el salido en tercer lugar pisó el ruedo desorientado y caminando. Por mandiles lo recibe y el público jalea cada lance. Echa la carita arriba y le pega un parón en la primera serie con la muleta. Aguanta sin confiarse Vela como los feos remates de las embestidas.
Giraldillas previas a estocada tendida que mata. Oreja. Fue el sexto el mejor de todo el encierro. Un gargantillo alto y con serias defensas al que recibió de capote con lances jaleados por todo ese público entusiasmado con el paisano.
Inusitadamente la banda le interpretó el Contigo Perú con aire de pasodoble. Era obvio que había que aprovechar el fervor futbolero a víspera de la final del torneo continental.
El pupilo del maestro Rafael Puga, se entrega, embiste pero no humilla. Es bueno y no desentiende nunca del engaño. El matador palcaíno ofreció derroche de entrega y pundonor a cambio de poder estarse algo más puesto, las prisas y pensar más en los tendidos determinaron el tono de la faena.
Se extendió, si lo aprovechaba pudo de haber cortado una más y asegurar el triunfo. No fue así y todo quedó en fuerte ovación, principalmente coterránea.
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