En Tovar… Apoteósico debut de Alberto Lamelas
Plaza de Toros Coliseo El Llano de Tovar, Venezuela. Primera corrida la Feria de la Virgen de Regla. Con poco menos de media plaza (aproximadamente 2500 personas) en tarde soleada y calurosa, se han lidiado toros de las ganaderías tachirenses de El Prado (1º, 4º, 5º y 6º) y Rancho Grande (2º y 3º) ambos hierros propiedad de Hugo Domingo Molina, en su conjunto discretos de presentación, escurridos de carnes; en los engaños han sacado a relucir nobleza en distintos grados, se rajaron y buscaron defenderse en las postrimerías de labor, destacando el corrido en 5º lugar de nombre Birulillo, número 11 de 429 kilos, premiado con la vuelta al ruedo.
Daniel Luque: Oreja y silencio.
Alberto Lamelas: Dos orejas y dos orejas y rabo.
Leonardo Buenaño: Vuelta al ruedo y palmas.
Detalles:
Buenaño tomó la alternativa con el toro Gasolina, número 127 de 427 kilos, negro mulato.
Destacaron en la brega Gersón Guerrero y en las banderillas Ramón Contreras, Carlos Pizutto y Francisco Chico Paredes.
La corrida comenzó con un retraso de 25 minutos a lo estipulado.
Previo al festejo se guardó un minuto de aplausos en memoria de los taurinos fallecidos Carlos Rico, Kike Rosales, Luis Alberto Colls y Jorge Luis Duran.
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Vino, vio y convenció. Así se pudiera definir la tarde de este viernes del diestro debutante Alberto Lamelas, quien aplicando la máxima mencionada, ayer cuajó en el ruedo de El Llano de Tovar una tarde importante, tras el corte de cuatro orejas y un rabo, triunfo que lo catapulta de antemano a serio aspirante a triunfador de la feria, a tenor de lo demostrado por el mencionado coleta.
Por su parte la alternativa del joven valenciano Leonardo Buenaño ha servido para colocar en escena un nuevo espada nacional, al que le falta el rodaje requerido pero dejando en el ambiente destellos buenos, que bien pudieran abrirle oportunidades futuras.
De su parte, el sevillano Daniel Luque, un poco displicente con su lote, ha estado fácil en ambos, y si no es por la espada de seguro hubiese salida acompañando a Lamelas de los costaleros.
El toricantano Buenaño ha dejado su mejor tarjeta de presentación con el que abrió plaza, el de la ceremonia, un poco atenazado por los nervios propios del compromiso. Con la muleta el anovillado ejemplar dejaría estar entonado al novel espada, en especial por la mano zurda, pitón por donde más a gusto se estiró Buenaño.
Su paso por la mano diestra por su parte no lo fue así, con lagunas propias del no darle sitio y distancias requeridas por el animal. Dos viajes con el acero dejaron su actuación en ovacionada vuelta al ruedo.
En el que cerró plaza, ante un ejemplar que tuvo sus resquicios de lucimiento, de nuevo Buenaño ha dejado muletazos intermitentes, nuevamente por la zocata, frente a un astado noble y con recorrido al que se le pudo haber aprovechado mejor, si hubiese sacado a relucir el rodaje y tablas necesarias para este tipo de embestidas inciertas para quien no ve pitones a menudo. Al segundo viaje de estocada baja le despenó al tiro de mulillas.
Daniel Luque ha estado fácil, e incluso sobrado frente al género bovino que tuvo enfrente. Con el que pecho en primer lugar de su lote, lo mejor vendría en una serie de muletazos sobre la mano diestra, ofreciéndole espacio, tiempos y alturas para aliviar las flojas embestidas del burel, al que llevó a su aire para recrearse en series jaleadas por los presentes, más por el decorado que por el contenido de las mismas.
Un pinchazo antes del descabello fue lo necesario con las espadas para el corte de la oreja, la misma que no pudo redituar en su segundo, tras una labor ejecutada bajo la base de su desparpajo y relajo de brazos y cintura para pasar con torería las dóciles embestidas del morlaco. El viaje en dos ocasiones, ambas con defecto en su colocación, con el acero, dejaron en silencio su actuación.
Alberto Lamelas ha estado laborioso y en especial entregado a lo largo de toda la función. Su primero del lote le permitió par de tandas de gran calado, temple y disposición, lo que hizo que desde el primer momento se metiera al público “en el bolsillo”.
El variado repertorio para la con la que se vino luego más a la galería hizo más del agrado al conclave su trasteo, donde los molinetes y lasernistas serían fundamento para que tras el fulminante espadazo le valiera para la unánime petición y concesión de las dos orejas que el palco debió dejar en una sola.
Pero lo cumbre vino ante el quinto, animal generoso en su nobleza y bondad, el cual cuidaría en los tercios previos al de muleta Lamelas, para con la sarga darse un banquete de toreo para la galería, con algunos que otro muletazos templados, mandones y regusto, como lo fueron los primeros de labor, para desatar una inaudita petición de indulto por parte de unos exultantes “taurinos” de bajos de presidencia, haciendo dudas en más de una ocasión al propio palco y al resto de la plaza por tal aberración, incluso con la aprobación del ganadero.
Al final, nuevamente con la espada Lamelas se fue con toda la fe, para despachar al astado de fulminante espadazo ligeramente desprendido que tiró “patas pa´arriba” la res y con ello la desaforada pañolada con la concesión de los máximos trofeos y la vuelta al ruedo a la res.
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