En Monterrey… Jerónimo sale triunfador de la noche
Plaza de Toros Monumental Monterrey. Con poco más de un tercio de plaza, se celebró el 81 aniversario del coso titular de Nuevo León. Se lidió un encierro bien presentado, de la ganadería Campo Hermoso, mostró mansedumbre, sin embargo, hubo un cuarto, que teniendo este maléfico defecto, tuvo movilidad por su casta.
Jerónimo: Palmas y dos orejas.
Juan Antonio Adame: Aviso y Aviso con alta petición de oreja.
Fabián Barba: Oreja y aviso.
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Lamentable, el haber visto a la Monumental de Monterrey, en su 81 aniversario, con escaso público, en una especie de soledad que muestra una Fiesta con debilidad, que se ha ido notoriamente a la baja; consecuencia de qué:
¿De la falta de una investigación más profunda para conocer lo que en la realidad desea ver el público regiomontano?
¿De la falta del toro bravo en todo su esplendor?
¿De la falta de una publicidad más agresiva?
¿De una impactante difusión para llegar a todo el público taurino?
Quizá todas y al mismo tiempo, para con ello poder encontrar el hilo conductor que devuelva esa grandeza perdida, en una plaza emblemática que en estos 81 años ha dado lustre y grandeza al arte del toreo.
Esta noche, fue triste en verdad ver esa pobre entrada, sobre todo, estando acartelado, uno de los toreros artistas, que a la postre sería el triunfador, sí me refiero a, Jerónimo, quien abrió plaza, y saludó a su toro por verónicas, bonitas y muy del gusto de la gente que asistió, que de inmediato, provocaron los ¡olés!
Sin embargo, lo que auguraba con este saludo capotero una faena brillante, decayó en los ánimos en el momento en que el toro entró al caballo, ya que aventó cornadas de manso para deshacer el castigo y en uno de esos cabeceos tiró al picador a la arena, por fortuna, sin consecuencias, porque el toro ni se inmutó.
Celebrada la suerte de varas, apareció un exquisito quite por chicuelinas antiguas recortadas con bonita revolera. Llegó el turno de la muleta, e inició pegado a tablas con pases para mostrar quien mataba en el redondel. La faena volvió a agorar, pero no concretó, desafortunadamente en la tercera tanda el toro comienza a mostrar de nuevo su exasperante mansedumbre, ya que comenzó a quedarse corto.
Después de múltiples intentos, Jerónimo, por conseguir que el toro pasara, decidió tirarse a matar dejando una estocada trasera y ligeramente caída, lo que no fue suficiente para que el jurel sucumbiera, el torero tuvo que hacer uso del descabello, cayendo en el segundo intento.
En el segundo de, Jerónimo, la lluvia se dejó caer en el pozo, como si se tratase el diluvio universal, pero aun así la gente decidió quedarse al percatarse de que el toro que había salido tenía casta, y esto no mintió porque embistió hasta el final de su lidia.
Jerónimo lo supo aprovechar, consiguiendo esa mágica comunicación con el publico, al lograr a través del misterio de su toreo, emocionar al verle torear bajo la lluvia. Así vimos pases tanto con esa poderosa mano derecha, como por el sólido toreo al natural, apareciendo la pasión del público que disfrutó de la creación de Jerónimo.
El momento de culminar su faena lo realizó dejando una espada delantera, sin embargo, a pesar de ese detalle, el público agradecido por la inobjetable entrega del torero, decidió pedir la concesión de la oreja, pero el juez, todavía más entusiasmado, otorgó dos orejas. Lo que al final los que ahí estábamos entendimos como un reconocimiento a su pasión y entrega en medio del diluvio universal.
Adame, al segundo de la noche lo recibió pegado a tablas con una larga afarolada, pero el toro desde entonces muestra poco recorrido y el torero tuvo que incorporarse e ir por él a los medios, para ahí someterlo por verónicas jugando los brazos y recortando con una revolera lenta, muy lenta y más que contundente.
Otro astado manso que no permite lucirse, ya que en la muleta el matador prácticamente tenía que obligarlo para que asistiera al engaño. Desafortunadamente el burel, al negarse a embestir, comenzó a defenderse con cabezazos (cornadas al aire).
El torero, a pesar de su notable voluntad e inobjetable entrega, decidió tomar el estoque para perfilarse y tirarse dejando un espadazo tendido y trasero. Al ver que no caía, intentó descabellar sin éxito, decidiendo volver a tirarse con la espada dejando un estoque entero, que hizo claudicar al toro casi de inmediato en la arena.
En el quinto, aun con la lluvia cayendo en el ruedo, Adame, decide recibirlo con una larga cambiada pegado a tablas, para continuar por verónicas muy sentidas poniendo como broche una media verónica de cartel, y recortar con otra revolera.
Tras comparecer el astado en el caballo, el torero en turno realiza un quite por chicuelinas para adornar con una revolera. El turno de la muleta llega e inicia agarrado de tablas, dejando que el toro le pase muy justo, ceñidísimo a su taleguilla, después de este prólogo domeñador, realiza una serie con la derecha en donde el toro asiste y le va de largo, y el torero aguanta. Al momento de intentar por naturales el toro dio aviso de querer hacer por el torero, así que abrevia.
Decide continuar su faena solo por la derecha extrayendo series meritorias. Al tirarse a matar deja el estoque ligeramente desprendido; por lo que se hizo necesario hacer uso del descabello y el toro cae segundos después de que el juez le toca el aviso.
A pesar de que el público presente hizo una fortísima petición de una oreja para, Juan Antonio Adame, el protagonista señor juez, decidió negarla, lo que constituye una falta de respeto al público, a la liturgia, al entorno legal que rige al espectáculo, porque justamente la primera oreja es potestad del público y la segunda del juez.
No obstante, este señor juez, desde tiempo ya inmemorial, no ha logrado entender que ahí está para darle seriedad y respeto a espectáculo, no para imponer sus gustos personales. Pena por la injusticia que consumó en detrimento de, Juan Antonio Adame.
Fabián, fue evidente su decisión de salir a triunfar, de salir aprovechar a su toro, así que lo saluda con verónicas con cadencia para recortar con una media que provocó de inmediato el apasionado ¡olé! para Barba.
Lastimosamente, el toro enseñó como sus hermanos la mansedumbre en la cabalgadura, al aventar cornadas de manso arriba del peto, con la firme intención de deshacer el encuentro. Esto se reflejó en la muleta, el astado salió con la cara arriba, sin transmisión; sin embargo, en medio de esta encrucijada, el matador fue lo suficientemente inteligente, que comenzó a cubrir esos defecto que podrían hacer que su faena se viniera abajo.
Impuso su dominio y extrajo series meritorias, que fueron rematadas por desdenes y el de pecho. Al momento de tirarse con el acero, lo dejó entero y tendido, por lo que el toro se resistió un poco a caer, al final lo hace después de que se le tocó el aviso a Fabián. Aun así, el respetable le reconoció lo realizado y decidió otorgarle la oreja, que el juez si quiso conceder.
Con el cierra plaza desafortunadamente no pudo hacer nada, un toro asfixiantemente manso, ni siquiera quiso asistir al caballo, sino que el piquero lo persiguió para poder realizar la suerte.
¿El ganadero habrá tomado nota de tan vergonzante hecho que reprobó el público?
Son cosas que sólo los ganaderos puede resolver en sus empadres, y se requiere urgentemente, que todos volteen la mirada al toro hacedor de esta mágica fiesta, de este mágico arte, el toro bravo y encastado.
¡Que así sea!
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