Opinion

Lo comenta Antonio Lorca… Miuras, cazadores de hombres

Cazadores de hombres contra heroicos científicos del toro. Ese es el resumen de la corrida que cerró la feria de Bilbao. Toros muy complicados de Miura, lanzadores de gañafones y tornillazos a los cuellos humanos, buscadores de corbatines y preñados todos ellos de mala clase, contra toreros honestos, valientes y comprometidos con el dificultoso papel que les ha tocado en esta injusta fiesta.

Pero toreros todos lo que salieron al ruedo, desde los picadores, que realizaron con sobresaliente torería el tercio de varas, a los banderilleros, que vislumbraron a la altura de sus ojos los astifinos pitones, lo que no evitó el lucimiento de hombres como Marc Leal, Manolo de los Reyes, Alberto Carrero, Vicente Varela y Pascual Mellinas, entre otros.

Al final, solo un miembro de la terna de matadores visitó la enfermería, lo que es un buen balance para el peligro extremo que desarrollaron los toros.

El mayor triunfo de Juan Leal -torero francés poco placeado en España- es que está vivo. Demostró que es un valiente a carta cabal, dispuesto en todo momento a arrollar la razón con tal de demostrar que quiere ser torero.

Su recompensa fue una oreja a su comprometida actitud, y el pago por ello fueron dos volteretas dramáticas que pudieron costarle un muy serio disgusto y que se materializó en una cornada menos grave en la pierna derecha.

El primer gran susto se lo llevó al inicio de la faena a su primero. Lo esperó de rodillas en el centro del ruedo y al tercer muletazo el toro lo arrolló. Al intentar levantarse lo prendió por la pierna derecha, lo volteó y le dio una paliza espeluznante.

Un misterio será para siempre cómo el toro le arrancó de cuajo el chaleco sin herirlo. Tras una pelea sin cuartel contra los muchos tornillazos del animal se tiró a matar limpia y valientemente sobre el morrillo, y entonces, sí, el pitón lo hirió de carácter menos grave en el tercio medio inferior del muslo derecho.

Pasó a la enfermería por su propio pie, con la oreja en la mano, y haciendo gestos de que volvería para matar al sexto, pero no pudo ser.

La corrida fue una película de suspense sobre la mala casta, la falta de clase, la aspereza y el peligro de los legendarios toros de Miura. Tanto es así que las dos orejas que se concedieron no fueron el premio a faenas lucidas, sino al valor, la actitud, el compromiso y el mal trago que debieron pasar los toreros.

Juan Leal, falto de oficio porque torea poco, derrochó pundonor y entrega, y el trofeo fue el mejor estímulo a su sangre derramada; y la que paseó Octavio Chacón fue el laurel a su lección magistral de torero curtido en mil batallas, un lidiador consumado, dueño de un deslumbrante oficio, que le sirvió para salir airoso del angustioso trance de lidiar tres bruscos toros de Miura.

Se pasó de faena ante su primero, cuajado de defectos, pero ante el que no veía el momento para entrar matar. Aguantó con firmeza las tarascadas del cuarto, que embestía con la cara por las nubes, y una estocada corta en el hoyo de las agujas le permitió pasear una oreja; y resopló ante el sexto, que buscaba su cuerpo con ansiedad.

Y el único que pudo torear fue Moral al noble sobrero de Salvador Domecq. Dos tandas de naturales tuvieron hondura y sabor, pero mató mal y el premio se esfumó. Antes había recibido a sus toros con largas cambiadas de rodillas en el tercio, dibujó un par de buenas verónicas en el segundo de la tarde y un quite por garbosas chicuelinas en el sobrero quinto.

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  • Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País

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