En Madrid… Oreja y vuelta al ruedo para Rafael González
Plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Domingo 15 de abril. Novillada de temporada. Más de un cuarto de entrada. Novillos de Jose Luis Pereda– La Dehesilla, serios y con opciones (2º y 3º con más carácter).
Ángel Jiménez: Silencio y silencio tras aviso.
Pablo Atienza: Silencio y silencio tras aviso.
Rafael González: Oreja y vuelta al ruedo tras petición.
Detalles:
A destacar Héctor Vicente en la suerte de varas.
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Un día con trampa en cuanto a la meteorología, ya que el cielo alternaba indiscriminadamente entre el sol y las nubes, a lo que le acompañó un viento que hacía penetrar las escasas temperaturas en los huesos de los asistentes. A pesar de ello, se vieron buenos detalles durante la tarde, principalmente por parte de Rafael González, quien salió desde el principio a darlo todo. Sus compañeros de cartel estuvieron más espesos en cuanto a lidia. Aún seguía pareciendo rara la ausencia del mítico pasodoble “España Cañí” durante el tradicional paseíllo; en vez de éste sonó “La entrada”.
El primer novillo de la tarde fue para Ángel Jiménez, en una faena que no dijo mucho ya desde el principio. El animal salió despistado y pasó por el caballo sin bravura. Comenzó la faena brindando al público, como si hubiese visto en el novillo alguna cualidad que el respetable no vio. Con la muleta en la mano derecha supo darle distancia, citándole desde lejos. Bien pronto se empezó a hacer presente el viento en el paño del joven, algo perdido en el fundamento de la lidia. Intentó dos tandas por el izquierdo, por donde se movió bastante peor. Hubo un cambio de actitud en el novillero cuando se oyó una voz del tendido que dijo “Vamos a ponernos de verdad”, a partir de ahí fue capaz de colocarse mejor y así conseguir una mejor embestida.
El cuarto, de Ángel Jiménez, no fue cosa muy diferente. Comenzó su faena con doblones por abajo con la mano derecha. El novillo tuvo un carácter soso y condición física débil, que impidieron calar en la afición. La faena tampoco tuvo fundamento, que acabó en coger el descabello tras un pinchazo hondo.
El segundo mostró detalles de fijeza y bravura, los cuales Pablo Atienza podría haber aprovechado más. El novillo se enganchó bien en el capote. Durante la suerte de varas, no perdió ojo el animal de todo el movimiento que tenía alrededor, lo que hizo incrementar las expectativas de los asistentes. Derribó al caballo. La faena comenzó emocionando al tendido, ya que humilló el novillo con buen empuje. Supo hacer las cosas de manera correcta pero ese novillo era de triunfo y faltó ese plus que abarca desde un buen entender al animal hasta una entrega ilimitada de un joven novillero que viene a darlo todo en la plaza de toros más importante del mundo. Concluyó con manoletinas y dos pinchazos que fueron suficientes para echar al novillo al albero.
Recibió Pablo Atienza a la verónica, con muy buen gusto, al quinto de la tarde. Todo fluyó de manera correcta hasta que llegamos a las varas, donde el buen aficionado apreció el mal empleo de dicha suerte. Un novillo bobalicón y una falta de lidia fueron los causantes de que la faena concluyera con más pena que gloria, y una espada que entraba y salía en la paletilla del animal.
Turno para el madrileño Rafael González, quien recibió de primeras a la verónica al novillo de tal forma que enganchó al público nada más salir. El novillo tuvo genio, aunque no bravura, como demostró en el caballo. Pero el novillero salía a darlo todo, comenzando en los medios para pasar al toro por delante y por detrás un par de veces. Una exquisita tanda por el derecho, con muletazos de gran profundidad quitó el frío a todos los que se encontraban en el coso venteño. Tanto arriesgó que se llevó un feo susto que podía haber acabado en tragedia pero que finalmente se levantó con actitud torera y comprobando sus subalternos la ausencia de cornadas siguió toreando. Concluyó con manoletinas y un estoconazo sin puntilla. La petición de oreja fue unánime.
Rafael González se enfrentó al sexto, un novillo también con carácter. Salió ovacionado Héctor Vicente sobre el caballo, quien supo aguantar una pelea como las de antes. El resto de faena fue a menos, quedándose en muletazos y palmas de un tendido que, con ganas de quitarse el frío de las piernas se levantó con el pañuelo blanco para agitarlo mirando a Trinidad, quien se mantuvo firme en no sacar el suyo.
En resumen, una tarde en la que se pudo apreciar la buena actitud de Rafael González, quien se quedó a las puertas de salir a hombros a la calle Alcalá. Como en todo arte, también se suscitó la reflexión en cierto sector sobre la importancia de dejar cumplir al novillo en la suerte de varas. Como tercio que es, es igual de importante que los otros dos, y en la tarde de hoy no se vio eso. Esperemos que, desde las escuelas taurinas, responsables de la educación en el toreo de sus alumnos, se le esté dando la importancia que merece dicho tercio. Sólo así, aseguraremos el futuro de nuestra fiesta y podremos seguir diciendo al llegar a casa: “He estado en los toros”.
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