Crónicas

En Mérida… Rodríguez y Valencia colocan tinte triunfal a la tarde

Mérida, Venezuela. Domingo 11 de febrero de 2018. III corrida de la IXXL Feria de Sol 2018. Con poco más de media plaza (aproximadamente 9000 personas) en tarde soleada con ráfagas de viento, se han lidiado toros de la ganadería Rancho Grande (1º, 3º, 6º y 7º) y El Prado (2º, 4º y 5º) (Hugo Domingo Molina), justos de presentación, nobles en distinto grado, que se vinieron a menos, destacando los corridos en 6º lugar, de nombre «Quintero» N° 165 de 462 kilos de Rancho Grande, jabonero, premiado con el indulto. Pesos: 435, 445, 440, 437, 432, 462 y 450 kilos

El rejoneador Francisco Javier Rodríguez: Dos orejas.

Pedrito de Portugal: Palmas y silencio

César Valencia: Vuelta al ruedo y dos orejas simbólicas

Jesús Enrique Colombo: Palmas y silencio

Detalles:

Destacaron en las banderillas Francisco Chico Paredes en el 2º y en la brega Eduardo Graterol. Mención aparte la seguridad con la puntilla de Eliecer Paredes en lo que va de feria.

Francisco Javier Rodríguez y César Valencia salieron en hombros.

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Los toros de los hierros de Don Hugo Domingo Molina son una carta aval de triunfo. Y este domingo, nuevamente lo ratificaron en la lidia de un encierro dispar de presencia pero que en cierta parte dejó a los espadas lucirse acorde a las condiciones de los bureles que salieron por toriles. Del reparto, la mala fortuna se la llevaron un desangelado Pedrito de Portugal, así como un lote a contraestilo y sin posibilidades para el taribense Jesús Enrique Colombo, quien era esperado por los aficionados tras la encerrona protagonizada en el marco ferial sancristobalence reciente, así como por su triunfo en Medellín este sábado.

El rejoneador Francisco Javier Rodríguez ha dejado estela de una de sus actuaciones más completas en este ruedo, y lo hizo frente a un toro que abrió plaza que en parte le permitió explayarse a sus monturas en terrenos poco propicios para el lucimiento. Sería una actuación meticulosa, milimétrica en la colocación de dos rejones de castigo, para luego en banderillas dejar en evidencia una cuadra solvente a las complicaciones del astado, siempre esperándole en su querencia de tablas, distraído, reservando sus arreones a terrenos donde tuviera el equino en su jurisdicción. Interesante planteamiento que contaría igualmente con la entrega de un público expectante a lo realizado por el jinete yaracuyano.

El culmen de su labor vendría en el par de farpas colocadas en bajos de sol, que levantó la ovación unánime de los presentes. El certero rejonazo de muerte, ligeramente contrario, fulminante desató la pañolada para que se le premiara con el par de orejas que le abría la anhelada Puerta Grande, que bien vale en momentos difíciles para el rejoneo en nuestro país.

Pedrito de Portugal no ha tenido del todo su tarde, explicado en sus anodinos trasteos que se despachó en ambos astados. Ante el primero de lidia ordinaria lo más meritorio vendría en par de tandas en terrenos de puerta de enfermería, donde el aquerenciado astado se había refugiado, robándole muletazos de mérito, con la plasticidad que ha caracterizado el toreo del veterano espada lusitano. Los tres cuartos de ración toricida dejaron su labor en palmas.

Pero lo acontecido en su segundo del lote, a poco que nos hace dormirnos en la plaza. Demasiados espacios muertos entre tandas, muchas vueltas ante un astado vencido en su escasa acometividad a los engaños, apencado en tablas. Los dos viajes con el acero, además de un descabello, fueron necesarios para silenciársele.

César Valencia por su parte saldría a la plaza con la polvora de la emoción desde el minuto 1 de su labor. El saludo a porta gayola fue clara demostración de intenciones para luego castigársele en su mínima expresión al ejemplar, ni para una muestra de sangre, cuidándole las limitadas fuerzas. El tercio de banderillas fue más emoción que ortodoxia, en especial el recordado par de la silla de su recordado tío Bernardo, levantando las ovaciones de los presentes. Por alto basó inicio muleteril, siempre buscando la conexión al tendido en repertorio variado, sobre todo por la mano diestra, llevándole por momentos con el temple y mando que quisiéramos verle más seguido a este joven valor de la torería nacional. El feo espadazo pescuecero, tras resbalarse en la cara del toro al momento de hacer “la cruz”, hizo que la vuelta al ruedo premiada fuera merecido reconocimiento.

Pero quedaba en toriles el lavadito de cara Quintero, un jabonero de una nobleza supina, el cual nuevamente cuidaría en varas para lucirle en banderillas en otro tercio de gran calado a la solanera. Con la muleta, el toro se vendría arriba, en series por ambas manos, en especial por la derecha, en la que la variedad de pases a media altura aliviándole siempre, hizo que la larga faena transcurriera y calara en el ánimo de los presentes. Las ceñidísimas bernardinas de cierre fueron lo mejor, para luego insistir en el indulto del animal, a pesar de la división de opiniones de muchos entendidos. Fue elevándose la petición, a tal punto que finalmente remolonamente Usía mostrara el pañuelo naranja, para júbilo de torero y ganaderos, así como la mayoría de asistentes a la ambientalmente fría tarde en la que transcurrió dicho trasteo.

Una pena que la suerte no le acompañe a Jesús Enrique Colombo en los sorteos en lo que llevamos de verle por ruedos nacionales. Nuevamente en su estreno como matador en esta plaza le ha correspondido un lote de muy escasas opciones a lucimiento. El primero de su lote duraría un suspiro en la poderosa muleta de Colombo, el cual había protagonizado un espectacular tercio de rehiletes de manera formidable. Poco duraría el gas de la casta y bravura a Tovareño, quien en tablas hizo de este su refugio para sacarle algunos muletazos.

La misma historia sucedió con el que cerró plaza. El jabonero escurrido de carnes no le dio ni siquiera opciones de intentar por lo menos sacarle partido por el derecho e izquierdo. Agarrado al piso, se limitó Colombo a despacharlo de la mejor manera, de formidable volapié, en todo lo alto, dejando sin puntilla a la res, palpándose entre los presentes ese halo de impotencia que igualmente imaginamos pecharía el propio torero.

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@rubenvillafraz  

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