Crónicas

En Manizales… Triunfan las miserias taurinas

Monumental Plaza de Toros de Manizales, festejo de cierre de La 63 Temporada Taurina de la capital Caldense, lleno total para el que fue denominado el cartel de la feria; se lidiaron bovinos de Ernesto Gutiérrez, encaste Santa Coloma, Murube; feos de hechuras, anovillados e inválidos de pitones.

Enrique Ponce: Dos orejas simbólicas tras exagerado indulto; dos orejas; y palmas.

Julián López El Juli: Palmas; dos orejas; y palmas.

Detalles:

El festejo inicio con 15 minutos de retraso, debido a necesarias mejoras al estado del ruedo y el ingreso del aforado.

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Siguiendo la línea del año anterior, en el que se dio vergonzoso mano a mano entre Morante y El Juli, del que la afición salió literalmente en bronca con el de la puebla, la empresa de Manizales dispuso para esta temporada de otro mano a mano, entre dos de los denominados Figuras de la fiesta brava; de un lado El Juli que no se cansa de venir a pasar vacaciones a Colombia y llevarse unos buenos dólares, por torear pequeñajos; y de otro Enrique Ponce, diestro en torear inválidos y bobarrones.

Sin embargo, tanto para los aficionados caza carteles, como para los tauro etílicos (aquellos que van a la plaza como pretexto para embriagarse) o para los tauro selfies (Más preocupados por las redes sociales que lo que pasa en el ruedo) fue un cartel rematadisimo, exultante de arte y de torería. Una pena que no sean conscientes de lo que realmente le hacen las figuras a la fiesta de los toros, a la tradición de bravura y al espíritu del aficionado de verdad.

En los corrales seis impresentables pequeñajos de la dehesa de Ernesto Gutiérrez, no había otra opción pues es lo único que torean por estas tierras los dos alternantes:

De Pobres hechuras y deficiente cornamenta, más cercanos al Ferdinand de Disney que al toro en su real condición y magnitud.

Bovinos creados para durar, pasar y dejarse hacer; Bueyes de pesebre como bien lo anotaría mi buen amigo Emanuel Sanchez;  animales que son solo el decorado de una coreografía sin alma que es en lo que han convertido al arte del toreo.

Enrique Ponce: Con su primero Canario (498 kilos) hizo y deshizo con el gazapón distraído, que se dolió en el tercio de varas, dando cornadas de manso. Con la muleta, toreó por redondo tocando mucho al toro, como empujándolo; faena con la punta aprovechando la borreguna embestida, parecía toreando frente a un carretón. La desacertada e inútil autoridad decidió, sin tener el consenso de la plaza, indultar al torete.

¡Que viva la fiesta de los toreros porque toro ya no hay!

Su segundo Mariachi (456 kilos) fue un brocho anovillado que escuchó pitos de salida, un burel sin fijeza que decidió refugiarse en tablas. Ponce especialista en este tipo de reses, hizo de las suyas, toreando en redondo atosigando al novillo con la muleta, camuflando muletazos en los intentos de huir del bicho.

Al cierre de la faena de muleta, se le antoja lancear ¡con el capote!, en un acto grotesco ofendiendo a la liturgia y pisoteando a la tradición, convirtiendo a la ya entonces devaluada plaza, en una portátil, ante un animal que se movía por inercia.

¡Otra burla más!

Eso no lo hubiera hecho en Madrid, allá sí que le guarda respeto al público, en Colombia, ¡no!

Con la toledana deja fea estocada, pero despacha; el aforo pide las orejas y desde el palco de la nula autoridad, llueven los dos trofeos, pitos en el arrastre. De nuevo una faena para mansos, es la base de la gloria de Ponce.

Cerró su actuación con Cigarrito (466 kilos) otro cornigacho mansurrón, que estuvo al hilo de rajarse, distraído y tardo; con el caballo aparatosa comparecencia y mini puyazo. A la muleta llegó inválido de los cuartos delanteros, y de nuevo el enfermero Ponce, acudió a lo suyo, asfixiándolo con la muleta le tapo sus defectos, siendo el pitón más potable el izquierdo. Finaliza de hinojos, consciente del escaso peligro que traía el bicho. Con la espada tras pinchazo deja bajonazo. Palmas.

Julián López El Juli:  Sastre (450 kilos) el cornigacho y anovillado, le desarma a la primera; al caballo recibió la simulación de un puyazo a razón de la escasísima fuerza y casta; con la muleta, faena de tirones y desclasados finales, a un toro que buscaba huir. Con los aceros el Julipie pincha en dos ocasiones, a la tercera una tendida calando al toro, dejando media tras su cuarta comparecencia. Palmas.

Su segundo Monaguillo (486 kilos) fue recibido con largas cambiadas de rodillas, luego caleserinas -creación del maestro mexicano Alfonso Ramírez El Calesero-, buscando transmitir acudiendo al gesto pintoresco.

Con la muleta, acude a un toreo desangelado pero funcional, pases con regular dimensión y poco fondo, pero que transmiten pues los tendidos animados por el ambiente, rebosan de generosidad. Con la tizona, de nuevo, a modo de saltimbanqui, el julipie, despacha, sin dudarlo la presidencia regala dos trofeos. Parece que para ser triunfador solo falta mostrar el pasaporte. Pitos para el mansurron.

Cerró su paso por Manizales llevando a Espumoso (468 kilos) un desvalido y distraído novillo, que fue mal lidiado por la cuadrilla, aspecto que ha sido una constante en esta feria; con la muleta aprovechó la movilidad del astado ligando derechazos, atajando la huida del manso; con los aceros, deja pinchazo profundo. Palmas.

Ahora bien…

Ahora bien, los amigos del engaño dirán que fue una tarde cumbre de triunfos y espectacularidad, un monumental cierre para la temporada más cuajada de América; pues bien, que lo digan, pero confiamos que el gran público ya no se deje deslumbrar por la verborrea maliciosa; y a través de las redes sociales se han enterado de la verdad, de lo que se ha toreado y como lo han hecho, no en vano se leía en los tendidos una dilapidaría pancarta:

“Que la exigencia de la plaza persista aún con las figuras”.

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@Manzanarestoro

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Fotografía: Emanuel Sánchez

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