Opinion

La Protesta…legitimidad de la porra o el desatino de algunos majaderos

Que la protesta siempre ha sido expresada en Acho, es una verdad irrefutable tanto como lo es la existencia, de siempre, de las porras, las matracas y hasta el desaparecido cencerro.

Lo hemos visto todos aquellos que íbamos a la plaza de mano de nuestros mayores. Recordarán algunos a esos matraqueros negros y azambados que armaban cada tole tole en los tendidos de sol.

Se sumaban a éstos algunos singulares personajes que la historia siempre ha recogido, los llamados gritones o pregoneros de Acho. Uno muy recordado fue sin duda, el Gritón Bermúdez quien fue heredero del célebre Manongazo que durante los años treinta y cuarenta del siglo pasado inmortalizara aquella muletilla de: ¡Oiga caballero…!

A Roberto Bermúdez Villalobos El Gritón Bermúdez, nos lo recordaba hace unos años el gran periodista don César Terán en las páginas de la revista Tauromaquias:

“Desde la década del 50 y hasta mediados de los 80, el inolvidable Gritón Bermúdez  se convirtió en figura legendaria e infaltable en los tendidos de Acho.

Cuántos políticos de turno preferían no aparecer en los tendidos de la plaza rosada de Abajo el Puente por temor a sus “banderillas de castigo”.

Una tarde el ganadero soltó a un toro esmirriado, falto de peso y presencia. Bermúdez esperó un espacio de silencio entre las protestas del público y alzó la voz:

─ ¡Señor Juez: A ese toro lo mato con un grito!”

En otra oportunidad, se celebraba una corrida ferial en el Día de los Difuntos. Transcurría una tarde aburrida, para el olvido. Mal los toreros y peor los toros. Los tendidos bostezaban y tronó otra vez Bermúdez:

─ ¡Señor Juez: Abrevie, las damas todavía tienen tiempo de llevar los ramos de claveles al cementerio.”

 Por mi parte, yo recuerdo esta vocingla muy celebrada cuando algún diestro, al oír más de un aviso se eternizaba con los aceros y tardaba en despachar a su oponente:

─ ¡ Apúrate que me cierran el asilo !

Era, por antonomasia, el gritón, el llamado a convertirse en vocero del público, de quien representaba su sentir en cada pregón o bocinazo que lanzaba con ingenio y sarcasmo producto de su gran  sentido del humor, un buen manejo del lenguaje y la jerga política y coloquial para improvisar algún chascarrido con el tema actual y cotidiano que lo emparente con lo que sucedía en el ruedo.

Por ello poseía mucha ironía y mordacidad a la par de una personalidad tan sólida que no lo amilanaba ante el ridículo.

No cualquiera podía ser ni animarse a serlo sino reunía aparte de las características arriba descritas, esa cuota de sapiencia y conocimiento taurino que le dieran la suficiencia de poder interpretarla adecuadamente y despertar entre el respetable no solo la hilaridad sino la confianza de sentirse representado por aquél.

Pues bien, a diferencia del peculiar gritón y de aquellos morenos, los aporreadores actuales indudablemente son menos conocedores y entendidos pero más aliñados por los efluvios vaporosos del alcohol desmedido. Se han atribuido la heredad moral de los antiguos abucheadores.

Al igual que estos nuevos runruneros que les satisface mostrar sus pitos y matracas cual estudiantes de medicina que no cambian nunca el mandil blanco para decirles a todos que son médicos, o de los aspirantes a cocinerillos que lucen sus chaquetas y pantalones rayados de chefs y otros ejemplos; les encanta creerse que por ese solo hecho de colgar del brazo la matraquera parafernalia los hará verse como sapientes entendidos que, vamos ni el mismo Cossío, seguramente.

Lo mismo acontece con aquellos cronistas del face y su seguidilla de likes habientes , son esos mismos que ironizan con la mordacidad manifiesta en la muletilla simplista aquella que “por defender su pase al callejón” para descalificar al que no entra en su juego mal intencionado. Se rasgan las vestiduras con aquello de ejercer el derecho a la libre expresión mas sin embargo, ironizan socarronamente contra los otros.

Libertad para unos y para otros no.

¿Quién entiende?

Ser un crítico depurado y elogiado conlleva, en el parecer de los recalcitrantes, alinearse con lo sórdido, con destacar siempre lo negativo, regodearse con los errores y fracasos empresariales. Publicar las más innobles fotos, ésas que se hacen a la chapuza cuando de por medio prima la predisposición para conseguir “la primicia” que denigre y nunca resalte lo positivo.

Pretenden que se escriba con el chip en mente de que todo está mal hecho, que nada sale bien y que todos los aficionados son llevados al embauque como método de prelación contra aquellos.

Complacer a las masas, ciertamente resulta tarea difícil y arduamente comprometida, descifrar sus latidos mucho más complicado de entendimiento más aún cuando la erudición taurina aflora insulsa.

La gente, ante esa falta de criterio, es ostensible de dejarse manipular por los innobles propósitos de los reventadores de siempre, tomando como propias las actitudes de los desatinados escandalosos en la creencia que hacen bien o siguen el camino correcto.

Basta que un desatinado lance cualquier gritito en el tendido contra quienes se juegan la vida en el ruedo, afirme cada quien tal o cual conceptillo escrito para que inmediatamente y en efecto deslumbrantemente multiplicador el adocenamiento haga eco de ello y se asuma como propio.

Sucede en todo orden de cosas y se evidencian día a día en nuestra perniciosa sociedad cada vez más vulgarona y achorada.

Desde que se anunció la feria saltaron las voces que alentaban por el fracaso, que si los carteles, que si los toros, que si los precios, que aquí falta éste o sobra aquél, que tararín y tarará.

Pareciera que lo del domingo pasado les haya caído en la yema del gusto ante el grave error que cometió la empresa al no hacer la aclaración oportuna sobre el hierro que finalmente saldría al ruedo y que ha armado todo este escandalete y propiciado que se hable hasta de demandas como si vinieran estas orquestadas desde los más recalcitrantes sectores antitaurinos que son nuestros enemigos declarados.

Sin ánimo de minimizar las cosas, pregunto:

¿Cuántas veces han salido al ruedo bajopontino reses remarcadas?

Y, entonces, ¿hubieron allí demandas y pedidos de multas contra los empresarios?

Demandas y acusaciones que para el rigor jurídico carecerían de ser admitidas ante la pobreza de sus argumentos o evidencia tangible. Solo el afán revanchista de unos decantados por el yoísmo que los hace suponerse a sí mismos ser el eje del universo, los jefes supremos de toda sabiduría, émulos dispares del Zaratrusta nietzscheniano, ni más ni menos.

De ninguna manera debe tomarse lo dicho como una posición a la apología horizontal de cuanto haga la empresa ni mucho menos ser vista como una forma de condescendencia.

Cierto es que el aficionado paga un boleto que es caro no por capricho del empresario que arriesga su dinero para montar la feria, con todos los bemoles que esto supone.

Recordemos lo que Simón Casas dijo aquella vez que se le inquirió sobre la posibilidad de que se interese en Acho, su respuesta aparte de corta y precisa fue tajante: “así como están las cosas, Acho es inviable”.

Todos sabemos el por qué de lo caro que son las entradas para la feria. Pero todos lo olvidan al momento de ponderar las cosas. Finalmente un empresario no es monjita de caridad.

Entonces qué los lleva a los que ponen de la suya para darnos la temporada corta que los limeños aspiramos aún mantener cada año ? Seguramente, ¿prestigio? (tal como va todo cuál sería ese prestigio), ¿quijotesco emprendimiento en bien de la afición, gesto altruista por consiguiente ? ¿Quizás sea acaso esto último?

No quisiera nunca imaginar ver la cara de aquellos torquemadas actuales para cuando las cosas lleguen al punto de que nadie, ningún empresario, se sienta atraído por arriesgar un dólar en Acho.

Cuando eso suceda me gustaría mirar alrededor para buscarlos y decirles qué consiguieron. No hará falta que digan una palabra, simplemente nos quedaremos sin toros en Lima y a otra cosa.

Nosotros no pretendemos ser voceros de la empresa, no nos corresponde y si acaso así fuera insinuado, no dejaríamos nuestra esencia ética y moral sucumbir ante intereses subalternos de nadie.

Cierto es que se han producido errores que se pudieron evitar pero ¿quién es infalible finalmente?

Se publican encuestas y se promueven campañas de demandas ante los organismos defensores del consumidor. Bueno, cada cual con sus derechos si se siente afectado. Pero por qué no una encuestita para analizar el tema de los costos y sobre costos que corren en la organización de la feria y proponer alternativas ?

Al suscrito nadie le mueve la pluma, no es mi intención ser defensor de nadie mucho menos de la empresa.

No necesito serlo.

Desde el año 2009 que fui acreditado por primera vez, recuerdo para Olé y Olé, no repetí por irme a radicar al extranjero y porque no me había tomado por asalto de forma definitiva el gusanillo por la información que luego de unos años más adelante retomara gracias a la invitación de Citotusa la que se extendió a la empresa actual desde el primer año de su gestión y que asumo ─la voluntaria vocación por informar─ con la dedicación y responsabilidad que mi manera de ser me demanda.

De siempre fui concurrente asiduo a mi tendido cuatro fila ocho y de niño a sol con mi padre hasta que por comodidad y cuando ganaba mis primeros dineros, decidí llevarme a mi viejo a sombra pues tanto a él como a mí nos gustaron ver los toros sin que nadie nos hinche las pelotas a los costados con bulliciosas borracheras ni desatinados comentarios.

Menos todavía con matracas las que no nos gustan más que por su perturbador ruido sino por la manifiesta premeditación de que quien las lleva a la plaza lo hace preconcebido de que las cosas irán mal.

A mí, me gusta ir a la plaza a pasarla bien y aspirando siempre porque las cosas funcionarán. Esos es lo que pido en la Capilla al inicio de la misa.

Ante lo otro, que si bien es parte de todo y se acepta, cada quien busca y puede abrigarse en su propia querencia. ¿O también es malo aquello ?

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