Crónicas

En Tlahuelilpan… El ecuatoriano Cruz Ordóñez, corta la única oreja

En la  plaza de toros Jorge Gutiérrez  de Tlahuelilpan, Hidalgo, que registró  tres cuartos de entrada, se han lidiado cuatro  toros con apariencia de novillos de San Marcos, que resultaron mansos, destacando el lidiado  en tercer lugar, porque tuvo movilidad borreguna.

Ignacio  Garibay: Silencio y palmas tras  aviso.

Mariano Cruz Ordóñez: Oreja y silencio.

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Esta tarde el ecuatoriano nacido en Riobamba, Cruz Ordóñez, al cortar una oreja en este sábado, en la plaza de toros de Tlahuelilpan, se convirtió en el máximo triunfador de los festejos celebrados en honor a San Francisco de Asís, santo patrono de esta pintoresca población del Estado de Hidalgo, que ama y defiende al arte del toreo.

Dichos festejos han resultado, a decir del desánimo del público, lo contrario de lo que debe ser la fiesta auténtica, puesto que para empezar y fundamentalmente, el ganado ha dejado mucho que desear al mostrar una mansedumbre y un descastamiento que les impidió moverse; de ocho astados que envió el ganadero de la vacada jalisciense San Marcos, sólo uno pudo destacar.

¿En dónde dejaron al toro bravo para Tlahuelilpan?

Eso reclamaban los pobladores de esta bella ciudad, y sí, ¿en dónde lo dejaron?, porque para esta feria, no lo han traído, sólo aproximaciones muy lejanas.

Ignacio  Garibay le ha correspondió un lote donde su primer astado después de la actuación de los hombres  del castoreño visitaría las tablas, lugar a donde  acuden  todos  los mansos. Garibay  intento todo y mucho  más, cosa que el público agradeció, se dio cuenta de las pésimas condiciones del astado. Ejecutó la suerte suprema y el toro tardaría en doblar.

Con su segundo ejemplar que ha tenido movilidad, realizó una faena variada desde con el capote recortando las verónicas para cambiarlas con chicuelinas, lo  que de inmediato caló en el tendido. Pasaría a tomar la tela roja y a darse vuelo con el ovejuno andar del ejemplar de San Marcos, el cual por momentos espiaba al torero. Ignacio toreó en redondo con gran calidad, gustado al público, recreándose con ambas manos, con es toreo que atesora, hasta que el astado, como era de esperarse, se rajó. Era lógico, la muleta tuvo una mano poderosa que demostró mando y el de San Marcos, y su mansedumbre, ya no  quiso saber nada. Dejaría una estocada entera un poquillo tendida, lo que provocaría que el toro no doblara y Nacho terminó usando el descabello.

Cruz Ordóñez, quien hizo su presentación en Tlahuelilpan, un torero que pocos o más bien nadie en esta localidad conocía, dejó buen sabor  de boca al dejar detalles interesantes que no terminó por redondear y los asistentes se han quedado con el deseo de verle consumar una faena.

Le correspondió un lote un un suspiro de movilidad, al que cuidó con minuciosidad, había visto cómo se había comportando el primero del festejo, así que en el tercio de varas ordenó un simulacro, incluso escuché que mi compañero de junto decía, “… a esos mansitos hay que pasarlos hasta sin picar y funcionan a todo dar”. Es una posibilidad, pero entonces en donde queda la verdad de la Fiesta brava, ¿también en un simulacro?.

De capote con su primero se ha recreado con verónicas con ese gran sabor de antaño, las cuales gustaron y mucho al público. Con la muleta, el astado no quiso saber nada por el lado  natural. Con la mano derecha, realizó trazos de uno en uno por las  serias complicaciones de los mansitos de San marcos. Y, el público, reconociendo el notable esfuerzo, le coreaba con gusto. Dejaría una estocada hasta las cintas y el juez le otorgó una oreja.

Con su segundo ejemplar, demostró que sabe torear y bien, correr la mano mejor, y dejarnos en una especie de impotencia de querer entrar en su torero porque cuando  todos estábamos inmersos en su faena, por esos interesantes naturales que iba sumando en el ruedo cual artista, al segundo o tercero remataba, y dejaba al publico incierto de lo que hacia con su  toreo. Le ha faltado aguante y mucho aguante porque a pesar de ser un manso que se movía como borreguito, en lo particular me he quedado con ganas de verle ligar las embestidas al torero ecuatoriano, puesto que el torito daba para eso.

¿Falta de aguante?

¿Desgano?

¿Desánimo?

Todo posiblemente a la vez, y con el pecado llegó la penitencia, de no poder concretar una faena que le hubiera llevado a conquistar la puerta grande.

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