En Madrid… Amargo final de otoño ante los Adolfos

01 octubre 2017 Pablo Bielsa

Madrid, Plaza de toros de Las Ventas, domingo 1 de octubre. Último festejo de la Feria de Otoño. En un mano a mano, se lidiaron seis toros de Adolfo Martín. Por lo general, de buena presencia aunque un tanto desiguales. A destacar la calidad del primero de la tarde. El resto desarrollaron feas actitudes. Lleno en los tendidos.

Juan Bautista: Silencio, silencio y algunos pitos.
Paco Ureña: Ovación tras aviso, palmas y ovación tras aviso.

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El primero de la tarde, para Juan Bautista, salió humillando desde los inicios, empleándose bien en varas. En los primeros compases se vio el peligro del astado por su pitón izquierdo, lo cual influyó en la faena. El tercio de muleta fue de mucho equilibrio, pues comenzando con la mano derecha, dejó pases de mucha categoría y verdad. Templándose en El Centro de la plaza se pasaría al pitón izquierdo, pero tras notas nuevamente su peligro, comenzó a torear con la mano derecha y sin ayuda de la espada, dejando pases con mucha profundidad. La media estocada al final le privó del trofeo, cosechando únicamente el silencio.

El tercero, para Bautista, por el contrario, no humilló como el primero de su lote, y desde los inicios llevaría la cara algo alta. Midiendo muy bien, el torero se llevó al complicado astado por donde quería, y puso oficio para dar lugar a una faena de mucha profundidad y basada en entender la condición del toro. No hubo conexión con el tendido, ya que, al tener complicaciones, no pudo lucirse plenamente sino que únicamente tuvo la tarea de comprender de forma adecuada a un toro que no humilló. Con los aceros tampoco tuvo fortuna en exceso, y nuevamente su actuación fue silenciada.

De parecida condición fue el quinto de la tarde. Bautista tuvo la labor de comprenderlo y llevárselo a donde más le interesaba. Se empleó también en varas, y más tarde, en la faena dejaría complicaciones. Con oficio y garantías el torero desarrolló una labor medida y entendiendo las dotes del toro. Repitió y equilibró su comportamiento por ambos pitones. A pesar de ello, Bautista se lo quitó de encima rápidamente, pero no sin antes dejar su marca y elegancia fuese cual fuese la condición del astado.

Le tocaría ahora a Paco Ureña, recibiendo con el capote al Segundo de la tarde. Tuvo claro desde el primer momento que el toro exigía una lidia con conocimiento, por lo que se llevó al animal a los medios de espaldas rematando con verónica que conquistó el paladar venteño. Se arrancó en largo al caballo en el primer puyazo. El toro fue a menos, ya que a pesar de verse buenas intenciones por ambos pitones, muy en el estilo del murciano, terminó cogiendo un feo cabeceo. Recibió varios sustos al final de la faena para cosechar palmas tras aviso.

La faena de Ureña ante el cuarto de Adolfo no tuvo lucimiento alguno debido a su escaso recorrido. El diestro se colocó entre los pitones demostrando una torería incuestionable. Pero aunque el torero propone, hay vece que el toro descompone. Y así fue.

Tres cuartos de lo mismo sucedió con el sexto y último de la tarde. El toro impidió la lucidez del matador, quien no pudo ligar dos pases seguidos. Al natural consiguió mostrar pequeñas dosis de saber hacer. Tras su actuación recibió una ovación.

En resumen, una tarde que ha dejado que desear bastante. Altas eran las expectativas ante estos dos grandes toreros y esta gran ganadería, pero hoy los Adolfos han dejado mucho que desear. Podemos destacar la valentía de Ureña ante unos animales de gran dificultad. El público ha entendido hoy la importancia de una buena lidia y un buen saber entender todas las formas de toreo. Y así es la tauromaquia, tiene unos días mejores que otros porque dependemos de la condición del toro, y eso es lo que hace que cada faena sea única. Siendo conscientes de esto, podremos volver a casa y decir con la cara bien alta: “He estado en los toros”

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