En Bilbao… ¿Dónde está el prestigio?
Plaza de Bilbao. Cuarta corrida de feria, 22 de agosto. Más de tres cuartos de entrada. Toros de Jandilla, justa de presentación, mansos, sosos, nobles y descastados. Destacó por su movilidad el sexto.
Julián López El Juli: Silencio y ovación tras aviso.
Miguel Ángel Perera: Ovación y ovación tras aviso.
Andrés Roca Rey: Oreja y oreja tras aviso.
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Eso, eso… ¿Dónde está el prestigio de la plaza de Bilbao? Perdido, seguro, y no hallado. Está perdida la afición. Un tercio de plaza en los dos primeros días de corridas ordinarias y más de tres cuartos hoy, al reclamo de las figuras.
¡Y qué público…!, que aplaude a los picadores por no picar y pide orejas si el toro cae pronto, sea como fuere la colocación de la espada y el tenor de la faena.
Está perdido el presidente, de pañuelo fácil, como si ejerciera su cometido en plaza de segunda.
Este martes estuvo perdido también el toro, sin la presentación exigida, manso de libro (no se picó ni uno), blando, descastado y desfondado. Los equipos de veedores eligieron una birria, y se esmeraron en que los toros no tuvieran el trapío de otras tardes (el jefe manda). Por cierto, el cuarto quedó con los dos pitones escobillados tras hundirlos en la arena.
¡Vaya, hombre…!
Pues no que parecía que estaba afeitado. Seguro que no, claro, porque se trata de la prestigiosa plaza de Bilbao…
No sería justo, sin embargo, afirmar que también estuvieron perdidos los toreros; más bien habría que decir que no se encontraron. Tiraron de oficio con picardía, alargaron las faenas hasta el fastidio, dieron cientos de pases y emocionaron casi nada. Lo dicho, el prestigio, perdido.
Roca Rey cortó dos orejas; la primera, al tercero, después de una labor correcta, valerosa e insulsa. Pero mató de una estocada y paseó un trofeo inexplicable. Pero es que cortó otra al sexto tras un feísimo metisaca que precedió, eso sí, a una estocada hasta la bola de efectos fulminantes. Otra vez la faena tuvo escaso peso, atiborrada de pases vacíos de contenido.
A El Juli se le nota la experiencia, faltaría más… Pero es un oficio el suyo que difícilmente emociona. Se le ve fácil en la cara del toro, pero cuenta pocos misterios. Cómodo fue su primero por el pitón derecho, y su labor no desprendió ni frío ni calor; larga fue su faena al escobillado cuarto, sin hondura, sin exigencia, sin gracia; y como mató mal y escuchó un aviso se quedó sin oreja.
Valeroso toda la tarde Perera, al que se le nota que atraviesa una racha de firmeza, confianza y seguridad en sus posibilidades. Distraído y con la cara alta embestía su primero, y el torero optó por mostrar su solvencia con un arrimón que entusiasmó al generoso público bilbaíno. Si hubiera matado bien pasea con trofeo. Y el quinto, que acudió con enorme codicia a los dos primeros pases cambiados por la espalda, se hundió un minuto después y ahí se acabó la presente historia
¿Prestigio de Bilbao?
El que lo encuentre, que levante la mano…
¡Ah! Lo mejor, dos pares de banderillas de Javier Ambel al quinto. Torería pura.
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* Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País
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