Lo dice Pepe Mata… Mr. President, lo de Victoriano fue una mansada y ¡san se acabó!
Se ha celebrado la tradicional Corrida de la Beneficencia, festejo extraordinario al que asistió S. M. El Rey Felipe VI, en su calidad de Jefe del Estado Español, por lo que resultaba una corrida sumamente atractiva, más que por el cartel, por ser un inmejorable, gran, gran evento social.
Así que se han llenado los tendidos de gente “bonita”, de pieles, diamantes, rubíes, etcétera, etcétera, etecétera…
… de esa que de la socialitè que fueron a celebrar todo, aunque no hubiera algo que festejar en la realidad.
Menos mal que está el Tendido Siete y las buenas conciencias, que han puesto los puntos sobre las íes, y no se permitió que esta celebración taurina degenerara en el triunfalismo.
Los toros de Victoriano del Río, han sido mansos…
… mansos y descastados…
… mansos, descastados y hasta inválidos.
Quien por algún interés extra taurino pretenda ocultar esta verdad, a todas luces, pues sólo conseguirá incrementar el desprestigio en el que habita, como los amigos del engaño.
¡Vaya mansada!
Pero no es una sorpresa, Victoriano, produce toritos bobalicones como si los hiciera en troquel, y una vez que la sangre comienza a perderse al ponerle tanta dulcificada “mermelada”, comienzan los problemas, porque para llegar a ese torete bobalicón que exigen tanto los figurines, se requiere necesariamente, manipular la genética a través de los empadres.
Y lo hacen para satisfacer a los figurines, a quienes les urge estar en un estado de sumo bienestar…
… sí, pasarla bien, y olvidarse de que para estar presente en todo su esplendor el arte del toreo, se requiere al toro bravo…
¡Sí!
Se requiere el toro bravo y encastado, que por supuesto, estuvo ausente en la Corrida de la Beneficencia.
Porque como hemos sostenido en nuestra tesis, el arte presupone verdad, honestidad, seriedad, dignidad personal, y si no existen estos atributos fundamentales, no puede existir…
… NO PUEDE EXISTIR LA CREACIÓN ARTÍSTICA.
El Juli ha cortado una oreja más por la suma bondad franciscana de Mr. President Jesús María Gómez Martín, titular del palco esta tarde en cuestión, quien como persona, es de reconocerle que es de una gentileza deslumbrante, como aficionado seguramente será estentóreamente apasionado -y a lo mejor hasta julista y poncista-, pero como presidente…
… sí, como presidente, Jesús María Gómez Martín, resulta la reminiscencia misma de San Francisco de Asís y de la Madre Teresa de Calcuta.
La faena de El Juli, en la realidad no valió mucho, carente de calidad, de una vulgaridad aplastante desde que se abrió de capa, pasando por un quite violento de chicuelinas, y una faena machacona, sin ninguna paz espiritual.
¡Claro!
¡Claro!
¡Claro!
Y como punto final, ¡el julipié!
Sí, el julipié como le bautizó certeramente, el siempre bien recordado, Joaquín Monfil, que no es otra cosa, que citar afuera de la suerte, dejar pasar medio toro a prudente distancia, y a paso de banderilla apoyado en un brinco espectacular, sepultar el acero como si fuera una puñalada trapera.
Así apareció un julipié que lo hizo pinchar traseramente, y otro julipié que dejó caído y casi en los riñones el acero; tan mal colocada estuvo la espada, que tardó en caer al astado, pero ha sido justamente por la mala colocación del acero.
Hubo cierta petición, y Mr. President Jesús María Gómez Martín, levantó con reverencia franciscana su pañuelito blanco, que ondeó con cierta timidez, autorizando así inmerecida oreja.
Por supuesto, que no faltaron quienes dijeron que por ahí hubo dos naturales que con ellos se quedaban, ¡vaya despistados!, por eso está la Fiesta como está.
Naturales de pacotilla, que no tuvieron la más mínima dulcificación de las formas ni la solidez de ningún contenido.
De los amiguetes del señor Juli que le acompañaron en el cartel, nada, absolutamente nada pudieron hacer, con esos moruchos de Victoriano, y no hay más qué decir.
En fin… Mr. Presidente, que lo de Victoriano fue una mansada y, ¡san se acabó!
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