En Aguascalientes… A veces menos es más, dos orejas para El Payo y una para Barba
Tercer festejo de la Feria de San Marcos, otra buena entrada registró la Monumental de Aguascalientes, casi los tres cuartos de aforo en tarde de viento. Se lidió un encierro de Begoña desigual en presentación que no tuvieron condiciones de triunfo, mansos y débiles en su conjunto.
Fabián Barba: Oreja y silencio.
José María Manzanares: Silencio y pitos.
Octavio García El Payo: Silencio y dos orejas.
Detalles:
Se desmonteró en el tercio el subalterno Gustavo Campos.
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Los ojos de la tauromaquia hidrocálida estaban posados en el ruedo de la monumental, esta tarde en el papel el cartel pintaba para el triunfo, pero una vez más el ganado no permitió que los coletas lucieran su toreo en toda la extensión de la palabra. Hubo mucho pundonor por parte de los mexicanos y el español dejó algunas pinceladas con el percal, pero de ahí a que haya sido una tarde para redactar sonoros triunfos, le faltó mucho.
Fabián Barba es uno de esos pocos toreros que da gusto ver y analizar sus procedimientos, ante el primero un bien presentado toro tuvo temple y sobre todo mucho tiento, midiendo distancias y tiempos de cara a la poca colaboración que tenía el astado, un animal que daba medias embestidas y que Barba hizo ver mejor de lo que era. Asida la muleta en la diestra lo atraía con el toque y lo obligaba a pasar por el engaño, pero la debilidad y sosería no le permitieron dar un mayor espectáculo, sí muy dispuesto queriendo hacer bien las cosas pero quizá pecando de alargar el trasteo y caer un poco en el tedio. Lo despachó de estocada entera y caidilla para llevarse una meritoria oreja.
Con el cuarto del festejo también estuvo en actitud de sí quiero, doblones toreros de tercios a medios pero la fuerza del de Begoña decía no. Algunos derechazos con mando pero ante la nada en los pitones es imposible el lucimiento, estocada entera muy caída para retirarse en silencio.
Quien también se vio entregado fue Octavio García El Payo, sobre todo con el segundo de su lote y sexto del festejo. El astado hizo sembrar esperanzas al tener una salida de frente y alegre, peleando en el caballo y estando atento a cada movimiento de telas. Por alto inició El Payo su labor con la muleta, cambiándolo de terrenos de tercios a medios, lento y sin aspavientos, algunos naturales en un palmo de terreno dejándole la tela en los belfos, pero para entonces el burel ya reculaba y rascaba la arena finalmente aquerenciándose, hasta ahí lo siguió el torero para insistir una y otra y otra vez, metiéndose entre los pitones para agradar a la gente, cayendo un poco en el tremendismo que sólo gusta a los neófitos y unos cuantos despistados.
Se agradece el esfuerzo pero a veces menos es más. Lo finiquitó de entera trasera y la gente le solicitó la oreja, justificada por su esfuerzo, pero como estamos de feria y el señor juez es súbdito de la “afición pedigüeña” entregó un segundo trofeo que de inmediato fue protestado. El Payo que es el menos culpable de las decisiones de juez de plaza tuvo que guardarse la segunda oreja y en la vuelta al ruedo terminó lanzándolas cual objeto invalido al tendido.
Su primero fue complicado y pronto se paró, El Payo le puso voluntad pero no pasó a más. Mal con la espada y el silencio.
Quien sólo dio chispazos de arte fue José María Manzanares, en el primero una media torerísima y de muleta poco toro tuvo enfrente, el viento molestaba, el toro rebrincaba y aquello fue una labor sin mucho para apuntar, entera caída, el silencio para el torero y los pitos para los restos del toro.
Con el quinto destacaron las verónicas y la media torera despertando a la gente del letargo, el astado peleó en varas y llegado el tercio de la muerte Manzanares dejó en las pupilas una tanda de derechazos y varios de trinchera de buena factura, pero no hubo más. El astado terminó sin embestidas y completamente parado. De malas con la espada hasta escuchar un aviso y retirarse entre los pitos de la gente.
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