En Madrid… Una moruchada de Adolfo Martín
Las Ventas, 9 de junio. Trigésimo festejo de la Feria de San Isidro. Casi lleno. Con toros de Adolfo Martín. Todos mansos y faltos de casta. Ninguno tuvo opciones. Un encierro indigno del coso titular del mundo.
Antonio Ferrera: Silencio y palmas tras dos avisos.
Juan Bautista: Silencio y silencio.
Manuel Escribano: Silencio y silencio.
Detalles:
Se guardó un minuto de silencio al finalizar el paseíllo por el imperdonable asesinato de, Ignacio Echeverría, que actualmente se encuentra en el cielo de los héroes.
Saludaron en el tercio los maestros y banderilleros Antonio Ferrera y Manuel Escribano, quienes compartieron suerte en sus toros.
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Una tarde de esas nada favorables para la afición. Los toros no dijeron nada. A destacar la faena de Ferrera ante el cuarto, quien aplicó sus conocimientos de lidia y consiguió una faena de mucho peso que se nubló con la suerte suprema.
En primer lugar, actuó Antonio Ferrera ante un toro al que tanteó de con el capote, buscando los defectos del manso. Realizó unas chicuelinas en corto entre la primera y segunda puya. Comenzó la faena sacándolo de las tablas para conducir una complicada embestida que impidió el lucimiento en todo momento. Probó por el pitón izquierdo pero no pudo ligar. Se puso delante, con oficio pero el toro amagó constantemente. Dejó un pinchazo y estocada trasera.
El cuarto manseó de salida, un animal que no se arrancó en ningún momento. No quiso saber nada en las banderillas. Se quedaba corto y distraído. Se lo llevó al tendido 5 para sacar unas tandas con la derecha, sin quitar la muleta de la cara, provocando así unas embestidas de mucho mérito. Se movió bien el diestro al natural, con pases individuales con una gran colocación. Inteligentemente consiguió a un descastado Adolfo una faena muy apreciada por el tendido venteño. Una pena fue la pérdida de una posible oreja tras numerosos pinchazos y descabellos.
Cabeceando, como sus hermanos, salió el segundo de la tarde, para Juan Bautista. Algo debió de verle al animal que, Juan, decidió brindar al público, sorprendiendo por el hecho. Le faltaron fuerzas al toro que no lo terminó de entender, ya que lo apretó demasiado por el derecho y resultaba evidente que no le iba responder. Finalizó con numerosos pinchazos y una media estocada.
Se estrelló en el caballo un astado que mostró invalidez. No quiso sacar el pañuelo verde el presidente de la plaza ante una evidencia innegable. Lo trató con suavidad de primeras por el izquierdo ya que si lo apretaba, se caía. Alargó sin sentido la faena, por lo que la afición terminó hartándose.
Acudió a la puerta de toriles, Manuel Escribano, quien realizó una larga de rodillas, como es y casi su costumbre. El toro, que andaba suelto, fue al caballo directamente sin hacer caso a los capotes. Empezó por abajo pero no hubo ni toro ni torero. Intentó acoplarse pero no lo consiguió. La sosería del animal y la falta de colocación se juntaron para dejar una faena que no dijo nada.
Recibió bien con el capote a un sexto de la tarde. Colocó un par de banderillas desde casi el burladero, por el que quiso salir al tercio a saludar, cuando una suerte es necesaria terminarla como es debido. Brindó al público. Lo sacó de las tablas de una manera que terminó de descomponer al astado. Lo intentó pero no hubo toro. Tomó pronto los aceros para poner fin a un festejo para el olvido.
En conclusión, ha sido una tarde para el olvido. No podemos olvidar que si no hay toro, no hay Fiesta. Hoy no ha podido ver la plaza de toros más importante del mundo a un toro bravo de la ganadería de Adolfo Martín. Sólo de este modo podremos defender lo más valioso de esta Nuestra Fiesta.
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