Crónicas

En Guadalajara… Juan Ortega, la faena que iluminó la tarde

Crónica de Francisco Quirarte

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Guadalajara, Jalisco. Domingo 23 de Noviembre de 2025. Plaza de Toros El Nuevo Progreso. Vigésima segunda corrida de la temporada 2025. Tarde soleada y a punto de rebasar la media entrada, se lidiaron seis toros de la ganadería de Los Encinos, propiedad de Don Eduardo Martínez Urquidi, correctos de presentación que resultaron en general dóciles, faltos de fuerza y con una aspiración de casta y exigua bravura.

Diego Silveti: Al tercio y silencio.

Juan Ortega: Vuelta al ruedo y una oreja.

Diego San Román: Al tercio y al silencio.

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Detalles

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Antes del paseíllo se rindieron honores a nuestra emblema nacional y se entonó el Himno Nacional.

Destacaron en banderillas Joel Delgado y Santiago Kingston, por lo que salieron a saludar en el tercio en el tercer toro. Buena brega en ese mismo toro por parte de Gerardo Angelino de Arriaga.

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El Festejo

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Volvió para su segunda comparecencia en la temporada, Diego Silveti, y tuvo de nueva cuenta una actuación que no pasará a la historia. A su primero, un toro descastado y con poca fuerza, lo recibió con verónicas aceptables y un estupendo recorte, una media a pies juntos.

Puyazo breve en buen sitio de Angel Juárez. Diego realizó un quite por gaoneras que tuvo poco eco en el tendido provocado por la debilidad que mostró el toro y par la poca transmisión del torero. Aceptables pares de banderillas realizados por Héctor García y Santiago Kingston.

Brindó a todo el público en el centro del ruedo y comenzó su labor muleteril a media altura en muletazos suaves que remató con un buen desdén. Con la mano diestra fueron las tres primeras series, muy en línea y a media altura, sin embargo, el toro dobló las manos en repetidas ocasiones y pasó sin transmisión, desluciendo los muletazos.

Con la muleta en la mano izquierda solo realizó una serie de cinco muletazos que dijeron muy poco debido a las embestidas borregunas de su enemigo. Cambió a la mano diestra en donde mejoró la plana en una serie que comenzó con el de pecho y ligó sin enmendar hasta cinco muletazos para recibir la ovación del público.

Se paró el toro, evidenciando la falta de casta -ese descuido en los empadres por buscar la dulzura-, por lo que Diego se metió en los terrenos del debilucho bovino y le pudo extraer varios muletazos que algo dijero más, pero nos hicieron extrañar a ese toro bravo que pone una faena en la justa dimensión. Cerró su labor con tres dosantinas para escuchar el batir generoso de las palmas. Intentó matar recibiendo, pero lo pinchó en una ocasión para pasaportar al toro de estocada entera desprendida y tendida. El público sacó al torero para recibir la ovación en el tercio. Bueno, algo había que compensarle a su anodino esfuerzo.

El cuarto de la tarde fue un toro de muy bonita lámina, de buena presencia y con cara, ese toro de Guadalajara, desgraciadamente salió de toriles resentido de los cuartos traseros y pasó más que embestir, con un caminar muy corto. Silveti lo lanceó regularmente a pies juntos. El toro recibió un puyazo fuerte de Efrén Acosta –hijo- y salió del encuentro aún con menos fuerza; Diego intentó el quite por tafalleras y el burel comenzó a doblar los remos delanteros, por lo que el público comenzó a impacientarse ante una sucesión de momentos que mostraban la angustiosa decadencia de la sangre brava en Los Encinos.

En banderillas realizaron el tercio con decoro Ángel González y de nueva cuenta el joven Santiago Kingston.

Silveti brindó a los aficionados Mariana Ramírez y Diego Romero. Después del segundo muletazo de tanteo, volvió a doblar las manos el discapacitado toro, a lo anterior habrá que agregarle que pasó rebrincando y con la cara alta, lo que fue una constante durante el resto de la faena. El enfado de la afición -perfectamente justificado- fue creciendo por lo que lo que hizo el insustancial esfuerzo de Diego no le fue tomado en cuenta.

Tres series con la muleta en la diestra y dos por el toreo al natural sin resultado alguno. Se fue a oficiar con el estoque y necesitó de cuatro pinchazos y media estocada para finiquitar al toro. Se retiró hacia el burladero en medio del sepulcral silencio.

Otra tarde más sin pena ni gloria.

En segundo lugar salió Guantero -por cierto, su nombre nos hizo recordar a la primera vaca Guantera de nombre, que compró Don Antonio Llaguno hace ya más de un siglo al Marqués del Saltillo-, toro de muy bonito tipo que resultó noble y con calidad; no obstante, le faltó raza para ser realmente un toro importante. Juan Ortega lo recibió con verónicas tersas, templadas, cadenciosas, con ese ritmo que tanto añoraba Rubén Darío -aunque él era el ritmo- con una expresión clásica que conectaron con el público por la verdad explícita. Y sí, se escuchó sonora ovación después de recortarlo con dos medias que dijeron todavía más.

En varas José Prado Mireles señaló un picotazo, simulando la suerte. Ortega quitó por mágicos delantales y garboso recorte, que subió la euforia en la afición a niveles que hacía mucho no se escuchaban. Buen tercio de banderillas por parte del español Miguel Ángel Sánchez y Víctor Mora.

Juan brindó su faena a César Rincón, quien se encontraba en una barrera de primera fila de sombra, y el sonoro aplauso de inmediato reinó en los tendidos para un torero que dio grandeza y verdad al toreo.

Los primeros muletazos de Juan, fueron por alto y pegado a tablas, para conducir con firmeza al toro a los medios. Y lo hizo con una verdad que exclamaba la apasionada entrega del torero y, así, rematar con elocuente trincherazo que ligó con el de la firma y un gran desdén. De una belleza incontestable fueron lo muletazos en redondo, que, como era de esperarse, impactaron y mucho en el espíritu de la exigente afición de Guadalajara.

En los medios ahí comenzó la gran faena, en donde aprovechó las embestidas generosas y de calidad del burel. Dos series con la diestra de evidente temple, sí tan largos como lentos, ligando y rematando con generosos pases de pecho, aprovechando las claras y humilladas embestidas del noble ejemplar.

¡Sinfonía del bien torear!

Cambió la muleta a la mano izquierda en dos series en las que destacaron sus muletazos por la naturalidad, la suavidad y la cadencia. Labor de mérito en la que el temple jugó un papel primordial, acopló las embestidas del toro y lo llevó cosido a su muleta.

Como alguna vez escribió el inolvidable erudito de la pluma taurina, el Maestro Pepe Alameda:

Natural en lo sustantivo y natural en lo adjetivo“.

Toreó en redondo flexionando una rodilla, cambió a la diestra y deletreó el toreo, presentó siempre bien planchada la muleta, con una expresión clásica, buscando la verdad y por consecuencia necesaria la belleza hizo acto de presencia en cada trazo.

Para preparar la suerte suprema, lidió artísticamente cerrando su labor con molinetes que fueron un deleite en su obra. Largos pases de pecho, haciendo poner de pie a la afición que supo valorar lo escrito en el redondel.

Ofició con el estoque y pinchó en una ocasión, para después dejar una estocada entera y desprendida. Fuerte petición de oreja que el señor juez no atendió. El toro se llevó palmas en el arrastre y la afición obligó a Juan a dar la vuelta al ruedo.

Y, sí. Una auténtica vuelta apoteósica, el caminar por el redondel tapatío fue tan lento y extenso como la entrega del público. Sí, con parsimonia, como lo fue esta artística e inspirada faena.

El quinto de la tarde fue un toro con poca fuerza, descastado y que embistió con la cara alta. Ortega lo recibió con verónicas flexionando una rodilla y lo llevó suavemente a los medios con lances suaves en donde temple y sensibilidad hicieron acto de presencia.

El varilarguero español Óscar Bernal señaló dos breves puyazos en un solo encuentro. En el quite, Juan escribió verónicas acompasadas, lentas que recortó con una gran media belmontina.

Aceptables pares de banderillas por parte del español Miguel Ángel Sánchez y Fernando García.

Juan brindó a todo el público en el centro del redondel, comenzó en el tercio con muletazos de tanteo flexionando una rodilla, con gusto y ritmo. Hasta tres series con la muleta en la mano derecha, con mucho temple, largos, sentidos y muy lentos, que detuvieron las manecillas del reloj de la Catedral de Sevilla.

El toro pasó sin transmisión, sin embargo, Juan puso su serena inteligencia y así realizó una gran lección con la muleta en la mano izquierda, de uno en uno. Cambió a la mano a la mano diestra y pudo sacar cuatro enormes muletazos prácticamente a cámara lenta.

¡Vaya aguante y temple!

Lidió al toro con doblones con arte, solera y buen gusto, para poner de pie a la afición.

Dejó tres cuartos de estocada, claudicó el toro y la petición de oreja en los tendidos apareció con inequívoca fuerza. El buenazo señor juez, en esta ocasión acertadamente la otorgó.

Ortega dio una aclamada vuelta al ruedo con el apéndice ganado a ley.

Sí, otra vez recordando al poeta de la crónica, el Maestro Pepe Alameda:

El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega“.

Como la pasión y entrega que dejó Juan Ortega en esta mágica tarde.

Diego San Román se enfrentó en tercer lugar a un toro complicado, que desarrolló sentido. De recibo seis verónicas jugando bien los brazos y recorte de media.

Breve vara por parte de Eduardo Reyna Díaz. Diego en su turno al quite realizó temerarias saltilleras. Buenos pares de Joel Delgado y Santiago Kingston, por lo que recibieron fuertes palmas cuando saludaron en el tercio. Buena brega de Gerardo Angelino de Arriaga.

Diego brindó a todo el público en los medios, comenzó por alto y se lo llevó a los medios en donde destacó un buen trincherazo. El toro embistió calamocheando y en opinión de los expertos del tendido, San Román equivocó los procedimientos para con este toro.

Tres series con la diestra en la que el toro buscó siempre al torero, sabía lo que dejaba atrás. Diego realizó un voluntarioso trasteo, riñonudo, pero sin lograr que el burel fuera dominado en su muleta.

Con la muleta en la mano izquierda, el toro se le venció en varias ocasiones y se revolvió queriendo herir a su lidiador. Cambió a la mano derecha, se metió en los terrenos del burel y le sacó varios muletazos de valía.

Con el estoque se fue por derecho, cobró una entera en buen sitio que hizo claudicar al burel. Petición y el señor juez no atendió. Salió a saludar con fuerza en el tercio.

El cierra plaza fue un toro con muchos kilos, muy enmorrillado pero muy cómodo de la cornamenta, aun así, fue gentilmente aplaudido de salida.

Diego lo recibió con un farol de rodillas, cinco verónicas también de hinojos y dos ya de pie, que recortó con lucida revolera.

Con toda la actitud comenzó el joven Diego San Román.

Lo llevó al caballo con chicuelinas al paso, el burel recibió un puyazo breve pero trasero por parte de Eduardo Reyna Ribera. En banderillas dos buenos pares de Gerardo Angelino de Arriaga.

Y, justo cuando estaba pidiendo Diego permiso a la autoridad, un llamado por demás inoportuno para el toro desde un burladero, a donde acudió y se estrelló fracturándose el pitón izquierdo, por lo que Diego no tuvo otra opción más que de tomar el estoque y entrar a matar de inmediato.

Lástima grande en verdad.

Se le fue muy abajo la mano dejando un bajonazo, con eso tuvo para finiquitar a su oponente. Se fue con un silencio sepulcral hacia el callejón.

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Epílogo

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Se desea que el ganadero Martínez Urquidi entienda, comprenda y aplique, que, una ganadería destaca y vive por su casta y bravura, que al fin y al cabo es lo que exige el maravilloso público que con su asistencia mantiene vivo a tan mágico y generoso espectáculo como sin lugar a dudas el el arte del toreo.

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Domingo 30 de Noviembre

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La temporada continúa el domingo 30 de Noviembre con la vigésima tercera corrida de la temporada 2025, en la que actuarán Octavio García El Payo, la primera figura del toreo mundial Andrés Roca Rey y Arturo Gilio III, quienes lidiarán un encierro de la ganadería de Peñalba propiedad de Don Francisco Javier Bernaldo de Quirós González.

Cartel que ha generado expectación.

Ya les comentaremos.

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