Entrevistas

La entrevista de Antonio Lorca… Manuel Escribano, 20 años de alternativa, reivindica el reconocimiento de un nuevo espacio más allá de las corridas duras

La entrevista de Antonio Lorca

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El pasado 25 de agosto, Manuel Escribano (Gerena, Sevilla, 1984) se encerró con seis toros de distintas ganaderías en la plaza gaditana de Tarifa para celebrar el vigésimo aniversario de su alternativa. Y allí, en una localidad a la que se siente unido por razones familiares y al abrigo de un público cariñoso, desplegó una tauromaquia variada y honda, basada en el temple y el buen gusto, el oficio y la suficiencia. Y aún resuena el clamoroso éxito que alcanzó en la pasada Feria de Abril ante una corrida de Victorino Martín. Al margen de los trofeos obtenidos, ha quedado la meridiana constatación de que Escribano es un torero válido más allá de las corridas duras, y ese es hoy su principal empeño.

La verdad fundamental de mi vida es que todo lo he conseguido gracias a un esfuerzo máximo para superar una dureza excesiva, y aún hoy no puedo permitirme una sola tarde de fracaso”, afirma. “Pero también he depurado mi tauromaquia con el paso del tiempo”, continúa, “de modo que además de una entrega absoluta de principio a fin, mi toreo busca la pureza, es largo en capacidad y conocimiento de la lidia, poderoso y de suma exigencia”.

La impresión general es que su concepto es más físico que artístico…

No. Es verdad que la preparación física me ha ayudado ante el tipo de toros que suelo lidiar y para superar las graves cornadas que he sufrido, pero creo que en mis manos hay temple y clasicismo”.

Pero usted sigue encasillado en las corridas duras.

De acuerdo. También son las circunstancias de cada uno. Mi concepto también es válido para ese tipo de corridas y es lógico que las empresas y parte del público me quieran ver en ellas; pero existe otra faceta de mi toreo que tengo interés en mostrar. Es una meta y una motivación. Del mismo modo que a las figuras se les exige, a veces, que lidien otro tipo de toros, yo quiero demostrar que puedo ofrecer otra visión de mi toreo. No se trata de cambiar mi concepto ni ser torero de pellizco, que no lo soy, pero sí que puedo torear igual de largo y templado como otros compañeros”.

Entonces, ¿cree que su valoración taurina no es la adecuada?

Estoy donde debo estar, pero aspiro a mucho más, y creo que he dado motivos para ello. No me quejo ni rechazo la valoración que se tiene de mí, porque así llevo diez años, pero debería estar en otras ferias y en otro tipo de corridas porque sé que mi personalidad y mi toreo encajarían perfectamente”.

¿Y ese deseo lo ve posible?

Debería ser una realidad desde hace tiempo, pero cambiar el sistema de elaboración de los carteles no es fácil.

Esta preocupación de Manuel Escribano es una de las reivindicaciones fundamentales del libro Tauromaquia y verdad (Ed. El Paseíllo), que el torero ha publicado recientemente en colaboración con su amigo Antonio Ramírez de Arellano, catedrático de Física, que fue rector de la Universidad de Sevilla y Consejero de Economía de la Junta de Andalucía.

El torero repasa en primera persona las muchas vicisitudes de una trayectoria de 20 años en los ruedos, y justifica el texto en que ha pasado “por todas las vivencias posibles de quien se viste de luces: el olvido, el triunfo, las cornadas graves, algunas de ellas muy serias, la dirección de un apoderado independiente, el esfuerzo, el sacrificio, la satisfacción personal y la lucha constante por avanzar en la profesión; creo que son valores que había que registrar para los aficionados, para los profesionales, y, sobre todo, para los jóvenes que están viviendo situaciones parecidas” a la suya.

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Ha citado el olvido en primer lugar.

Esa es la experiencia más dura, y yo la sufrí en mis primeros diez años como matador de alternativa; la más difícil de sobrellevar, la peor, incluso más que las cornadas. Cuando estás olvidado lo estás hasta para los más allegados. Hay que tener un gran amor a la profesión, una afición desmedida para seguir aunque sepas que no tendrás rentabilidad alguna”.

Ha disfrutado también del triunfo en grado máximo. Las dos orejas al toro Datilero de Miura en la Feria de Abril de 2013, en sustitución de El Juli, y el indulto al victorino Cobradiezmos en la misma Maestranza en 2016…

Sí. Aquella primera corrida fue un verdadero regalo, pero aunque estaba en el paro, solo vivía para el toreo, dedicado por entero al entrenamiento constante y dispuesto a dar la vida si fuera necesario. Tenía los deberes hechos y pude aprovechar la oportunidad de principio a fin. Después, Cobradiezmos… Cuando vi su embestida, supe que era el toro de mi vida, y en ese mismo momento me asaltó una duda: si no lo cuajo, acaba mi carrera…”.

Se supone que ambos triunfos tuvieron una repercusión muy positiva en su trayectoria.

Los dos provocaron un gran impacto entre los aficionados, pero no el reflejo esperado porque dos cogidas muy graves frenaron mis expectativas: en septiembre de 2013, un toro me desgarró la vena ilíaca en Sotillos de la Adrada (Ávila), y creí que me moría; y en junio de 2016, dos meses después del indulto, otro me arrancó la vena femoral y la safena interna en Alicante. Esos percances supusieron muchos meses de rehabilitación y, lo que es peor, me obligaron a partir de cero. Si estás un tiempo fuera del circuito, todos se olvidan de ti”.

Dos casos de verdadera mala suerte…

Por eso he dicho que he vivido todo lo que puede acontecer en el toreo, pero, gracias a Dios, estoy aquí y puedo contarlo gracias a mi estado físico, y a mi capacidad de sufrimiento, de superación y amor propio. El año de Cobradiezmos tenía firmadas 70 corridas de toros, cambió mi cotización taurina y económica, pero caí en Alicante y tuve que volver a la casilla de salida”.

Y aún convive con secuelas físicas…

De la cogida de Sotillos, ninguna, pero muchas me recuerdan cada día la de Alicante. Mi circulación sanguínea es malísima, mi pierna derecha es la de una persona mayor, y no tengo movilidad en el tobillo ni en los dedos, lo que provoca otras lesiones por no apoyar bien el pie, pero intento que no se me noten en el ruedo. A cambio, el cuidado debe ser constante, y gracias a mi preparador físico y al fisio José Salas puedo torear. Un torero no puede mostrar sus debilidades”.

A pesar de todo, a usted se le ve feliz.

Lo soy. Hago lo que me gusta, vivo de ello y poseo cualidades y capacidad para mejorar. El toreo consiste en superar adversidades y ser mejor cada día. Ese es mi sueño”.

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  • Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País 

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