Lo dice Pepe Mata… El toreo acto heroico
Un acto heroico es el que ha escrito, Uriel Moreno El Zapata, este domingo 26 de Enero en el historial de la Plaza de Mérida, en lo que ha sido el 91 Aniversario del coso titular de Yucatán.
Un acto luminoso y sublime, con el que consiguió que la totalidad de los convocados reconocieran admirando, su inobjetable verdad demostrada con solidez en el redondel.
La Fiesta, el arte del toreo ha caído en el abismo alarmante del aletargamiento, del engaño y de la desconsideración, consecuencia del abuso que han hecho indiscriminadamente los figurines, al devaluar el toreo a la más mínima expresión.
Sí, minimizarlo a través de imponer el inadmisible engaño que representa el pequeñajo bobalicón con sospecha de cornicure, y con ello, casi consiguen desaparecer el luminoso concepto del arte del toreo, así como el argumento que le sustenta como portentoso acto heroico.
En medio de estas miserias taurinas irrumpió como un volcán en erupción, El Zapata, investido de auténtico héroe y notable artista.
Sí, apareció clamando justicia y exigiendo verdad en tan misteriosa y trascendente expresión.
Así lo exclamó con su insoslayable verdad en la Monumental México el reciente 12 de enero, así lo ha vuelto a proclamar estentóreamente en Mérida, y el resultado ahí esta a la vista.
¡Sí!
¡Ahí está!
El héroe, el auténtico héroe del que tanto necesita la Fiesta para salvarla de una crisis que en verdad ha tocado fondo, hizo acto de presencia ante el beneplácito, reconocimiento y admiración popular.
Haber sido testigos de cómo una plaza -llena a reventar- al unísono exclamó ensordecedoramente su reconocimiento ante la pasión bien entendida, al ver como el héroe se imponía a un toro…
… sí, a un toro.
Resultó aleccionador y edificante…
… observarle con indiscutible emoción, cómo iba dominando a su segundo, hasta incluso exponer su propia geografía corpórea lo que se vivió estremecedor.
Sí, exponer, por ejemplo, en ese par de banderillas, citando de largo, otorgándole todos los terrenos al toro, y ver azorados, cómo se mantuvo incólume, esperando llegar a su oponente, que le ha embestido con poderío y casta, evidentes.
¿Pudo evitarlo?
Seguramente, pero si lo hubiera hecho no habría sido El Zapata ni se hubiera consumado el acto heroico, del que tanto necesita la Fiesta para recordarnos que es grandeza.
Ahí se quedó tras verle volar por los aires de la incontestable verdad, y tras ello, caer de fea manera, siendo atacado sin piedad por el toro.
Se incorporó todo maltrecho, evidentemente maltrecho, tomó las banderillas, el público le exigía que ya no lo hiciera, pero lo hizo y consumó el hecho con una verdad que iluminó a toda la plaza.
Terminado el tercio de banderillas, trazó con la muleta plausibles series, suaves y consintiendo al toro, para poner punto final con una estocada casi baja.
El público en su conjunto tras haber vivido momentos intensos, devastadores para el espíritu, exigió al juez Zapata -que así se apellida quien presidió el festejo- las orejas.
Se entiende que la primera es potestad del respetable, y la segunda del juez de plaza.
Tan sencillo habría sido que actuara con forme los lineamientos de la tradición, de la liturgia y del marco legal, pero…
… pero no fue así.
El público ofendido por tal acción hizo que El Zapata diera dos vueltas triunfales, en medio de la emoción y el reconocimiento.
Nuevamente El Zapata había vencido.
La empresa de Mérida que dirigen los visionarios, Alberto Basulto y Alberto Hagar, ya están organizando la Corrida del Desagravio.
Mientras…
… mientras, la empresa de la Monumental México, a pesar de que el gran público le ha exigido lo incluya el 5 de febrero, sigue desoyendo esa orden imperial de quien en la realidad manda en el espectáculo:
¡El gran público!
La apasionada entrega ahí quedó, como recuerdo perenne, reiterando que el arte y el acto heroico, sí existen y se hacen presentes demostrando que…
… ¡la Fiesta es grandeza!
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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