Opinion

El comentario de Mauricio Gutiérrez… De vuelta a la realidad

El comentario de Mauricio Gutiérrez

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El festejo nocturno celebrado el día de ayer, 04 de febrero de 2025, venía precedido por un halo de mal fario, pues originalmente estaba programado para celebrarse dos días antes y por la tarde.

Sin embargo, una fuerte tormenta dejó impracticable el ruedo de la Plaza México y eso tuvo como consecuencia inmediata, una baja considerable en la entrada al festejo.

Por si fuera poco, la que hizo de cuarta corrida de la Feria de aniversario, tenía tras de sí un reto casi imposible de igualar: estar a la altura de las dos faenas de Andrés Roca Rey del día anterior.

Agregado a esto, la afición que se decidió a acudir al coso de Insurgentes, se estrelló con un muro de realidad: la mansedumbre y falta de trapío del encierro de La Estancia.

Además, los dos alternantes de a pie, Diego San Román e Isaac Fonseca, fueron incapaces de realizar una faena con estructura y medida. Por el contrario, ambos se decantaron por el toreo encimista y que los hizo volar por los aires y rodar por la arena.

El matador queretano, en el quinto turno había logrado sacar lo mejor de un toro manso, con tendencia a huir, pero que tenía cierta calidad en la embestida; empero, alargó de forma innecesaria la faena, con un arrimón que ya no tenía cabida en la lidia, que terminó con una fea voltereta sin consecuencia aparentes.

A los catorce minutos de lidia muleteril, sonó el primer aviso desde el palco de la autoridad, San Román que aún no se perfilaba para finiquitar a su segundo enemigo, ante la presión del aviso y la propia afición, cobró dos bajonazos de la más baja calaña.

¿Qué necesidad había de alargar la faena y terminar golpeado? ¿Esa es la tauromaquia que sustenta el arte de Diego San Román?

Por su parte, el torero michoacano, Isaac Fonseca, que hace unos años declinó el compromiso de mantenerse en España y lograr convertirse en figura, dio una cátedra de destoreo y falta de ideas.

Con el toro que cerró plaza, se dedicó a dar trapazos a diestra y siniestra, a velocidad de rayo y con los consiguientes enganchones y un desarme. Y, para cerrar su actuación, escuchó los tres avisos, no sin antes, destazar a un agonizante animal, a golpes de descabello fallidos.

Del caballero Guillermo, segundo de la dinastía Hermoso de Mendoza, baste decir que logró embaucar al cándido público, al tapar la fea manera de matar a su segundo, después de haber exhibido una buena doma de sus caballos y llevar bien toreado a un toro noble de La Estancia.

Por fortuna, no todos cayeron en su engañifa, pues la oreja otorgada le fue protestada con fuerza.

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@gutierrezglzm

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