Crónicas

En Sevilla… Un corridón de Santiago Domecq

Plaza de La Maestranza de Sevilla. Martes 9 de abril. Tercera corrida de abono de la Feria de Abril. Media entrada. Toros de Santiago Domecq, bien presentados, cumplidores en los caballos, bravos, codiciosos, encastados y muy nobles en el tercio final; destacó el quinto, extraordinario en la muleta, para el que se pidió el indulto y el presidente no le concedió la vuelta al ruedo. El cuarto acudió al caballo desde los medios, y el segundo fue manso.

José Garrido: Oreja y silencio.

David de Miranda: Ovación con aviso y dos orejas con aviso.

Leo Valadez: Silencio y silencio.

Detalles:

David de Miranda salió a hombros por la puerta principal.

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Orden de lidia -sorteo-

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  • David de Miranda corta las dos orejas al mejor toro de una tarde presidida por las bonitas hechuras, la bravura, la casta, la nobleza, la clase y la emotividad, en la que Garrido paseó otro trofeo

Un corridón de toros ha lidiado el ganadero Santiago Domecq en la Feria de Abril de Sevilla. Seis toros de hechuras muy rematadas, cumplidores en los caballos con alguna excepción, que galoparon en banderillas, permitieron el toreo de capa y derrocharon casta, movilidad, humillación, fijeza y calidad en la muleta, en la que todos duraron una eternidad.

Destacó el quinto, de nombre Tabarro, de 535 kilos, de capa negra, que hizo una discreta pelea en varas, galopó pero se dolió en el segundo tercio, y persiguió el engaño de David de Miranda con verdadera codicia, con un celo fuera de lo común, combativo, exigente, emotivo y con una clase que le brotaba de pitón a rabo. El torero, a sabiendas de lo que se jugaba, dio lo mejor de sí mismo, se esmeró por ambas manos y destacó por naturales largos y hondos.

Desbordante de casta, Tabarro no paró de embestir con prontitud, fijeza y transmisión al tiempo que los tendidos solicitaban el indulto, si bien el animal hizo ademán de huir a tablas al final de una de las últimas tandas. El presidente, José Luque, con buen criterio, indicó al torero que debía entrar a matar; y De Miranda pinchó antes de cobrar una estocada.

La faena no fue de dos orejas porque no encontró su culminación en la suerte suprema, y el toro era de vuelta, y el presidente se equivocó gravemente. Tabarro se fue al desolladero sin los honores que se había ganado en el ruedo y el torero onubense paseó un premio excesivo.

Toda la corrida, con sus deficiencias, que las hubo, alcanzó niveles de calidad suprema. Se le cortaron tres orejas, pero podían haber sido doce si la terna hubiera tenido madurez, muchos festejos a sus espaldas y ningún agobio ante una agenda vacía. Era mucha corrida esta para tres toreros muy necesitados de estar bien para ganar contratos.

Y estuvieron bien los tres, pero no a la altura que exigieron sus oponentes. Garrido, por ejemplo, parece que ha evolucionado positivamente con el capote y la muleta. Recibió a su primero de rodillas en la puerta de toriles, capoteó variado y con galanura toda la tarde a la verónica, por delantales y chicuelinas, y trató de muletear con la clase que sus toros le ofrecieron. Pero no era una empresa fácil. Fue meritorio su trasteo al muy bueno primero, y demostró una decidida entrega en el otro.

David de Miranda debutaba en esta plaza como matador de alternativa, y de entrada se le vio frío y sin alma en sus primeros capotazos, defecto que enmendó más tarde. Repetidor y encastado era el segundo de la tarde, y el diestro onubense anduvo a su lado de la mejor manera posible sin coger el aire; mejor en el quinto, el toro de la corrida, que exigía un estoconazo que no fue capaz de cobrar en el primer intento. Se llevó, eso sí, un pitonazo en la ingle que no pareció revestir importancia.

Y el lote de Leo Valadez fue del mismo tenor, toros bravos, incansables, encastados, alegres y con recorrido, pero el mexicano, decidido y con momentos brillantes, al igual que compañeros, y variado como siempre con el capote, no encontró el camino adecuado. Además, fue volteado al dar una vuelta sobre sí mismo y perderle la cara a su primero y sufrió un varetazo en la fosa ilíaca derecha de carácter leve.

En conclusión, los tres toreros dieron muchos pases, y hubo toreo a ráfagas, pero no esa faena redonda, esa obra de arte emotiva y arrebatadora que enciende los sentidos y emociona el alma. Los triunfadores fueron, sin duda, los toros.

Otra vez, el misterio del toreo…

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  • Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País 

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