En Albacete… Roca Rey por los mágicos caminos de la sublime locura
Albacete. Jueves 15 de septiembre 2022. Octava de la Feria de la Virgen de los Llanos. Lleno de ‘No hay billetes’. Toros de Daniel Ruiz (el segundo como sobrero), bien presentados, mansos, tercero y el sexto tuvieron más movilidad.
Julián López El Juli: Ovación y oreja.
Roca Rey: Dos orejas y ovación.
José Fernando Molina: Oreja y ovación.
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Roca Rey, el genio, ha sido el nombre más destacado de la octava de la feria. El artista peruano consumó la faena más luminosa de la feria -hasta el momento- al tercero, al que le cortó las dos orejas.
El prólogo de su creación fue con muletazos a pies juntos por alto, como si fuera una inamovible columna del templo de Zeus. Siguieron series conduciendo con suavidad al toro con la mano baja, con paciencia lidiadora para concretar la fina e intensa arquitectura de su faena.
Como epílogo de la sentida y armoniosa creación llegó con circulares que condujeron por los caminos de la sublime locura a todos los convocados; circulares que tuvieron remates con pases derechos tan largos como sentidos.
Se perfiló, presentó el pecho y con el corazón se fue derecho para dejar un certero estoconazo. La muchedumbre enardecida exigió dos orejas consecuencia de una intensa faena en donde convivió lo dionisiaco con lo apolíneo.
Con su segundo -quinto del festejo- un manso reticente de Daniel Ruiz, la sabiduría de, Andrés, le llevó a llevarle con suavidad pasmosa, encelándolo hasta conseguir se sumaran series de suma importancia con la derecha.
Su aguante le llevó a rebasar el nivel de la jurisdicción del toro, para conseguir más series que consiguieron el total reconocimiento del gran público que llenó a reventar el coso, bajo el nombre de Andrés Roca Rey.
Lástima grande que haya pinchazo y eso le impidió pasar otra oreja, pero la obra, la gran obra maestra ahí había sido escrita en el redondel albaceteño.
José Fernando Molina, adquirió el grado de doctor en tauromaquia, y estuvo digno, sumó pases plausibles los que consiguieron tras el punto y final con la espada lucir una oreja; mejor estuvo con el sexto, emulando al Maestro Roca Rey, pisando los terrenos del toro, pero la espada no llevó a claudicar al toro, haciendo uso del desatinado descabello.
Por ahí estuvo, El Juli, con un toro deslucidillo que hizo segundilla faena carente de calidad, no pudo convencer a nadie. El julipié no funcionó y todo quedó en el olvido. Cortaría una oreja del cuarto, en un toreo encimista. El julipié entusiasmó y cayó la oreja.
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