En Albacete… Juan Leal inobjetable triunfo
Albacete. Tercera de la Feria de la Virgen de los Llanos. Más de media plaza. Toros de Fuente Ymbro, correctos, mansos, deslucidos tercero y sexto, con movilidad, gracias al mando y aguante del torero galo, el segundo y quinto se vieron mejor de lo que en la realidad fueron.
Antonio Ferrera: Ovación y pitos.
Juan Leal: Dos orejas y oreja tras aviso.
Álvaro Lorenzo: Silencio y silencio.
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Juan Leal ha tenido una tarde intensa como inolvidable, conquistando sin tasa ni medida el respeto y la admiración del público al que condujo merced a su arte por los caminos de la sublime locura. Tres orejas en una tarde en la que los convocados se rindieron al torero galo.
Dos orejas paseó del segundo, un toro que tuvo movilidad y cierta violencia, al que, consecuencia del mando y aguante del toreo, se impuso y le obligó a acudir bajándole la mano, haciéndole ver al toro, mejor de lo que en la realidad fue.
Tanta ha sido la entrega del torero nacido en París y avecindado en Arles, que apareció una dramática voltereta; justo cuando, Juan Leal, en el quite por gaoneras, se ciñó tanto que el geniudo ejemplar le envió a visitar las alturas después de cogerle a la altura del pecho y tras ello, aventarle una sucesión de peligrosísimos derrotes que pudieron haber sido cornadas en cualquier parte de su cuerpo.
Heroicamente, se repuso, ya con la tela roja, se dispuso a confrontar a su toro, y con ambas manos, se lo pasó con firmeza en trazos largos y sentidos, consiguiendo estremecer a la plaza tanto diestra como por la siniestra. Hasta el coliseo de Arles pasando por Notre Dame y la sigilosa vigilante Torre Eiffel se escucharon las baterías de júbilo con las que se celebró la apasionada entrega del torero de París.
La sublime locura en su máxima intensidad cuando en los terrenos de cercanías, haciendo un ocho y pasándose los pitones a la altura del pecho. Pasión y entrega incontestables.
La faena la quinto ha sido otra auténtica creación con otro toro manso, al que también supo imponerse y hacerle ver mejor de lo que fue, por su manso, aguante y el poder del sentimiento que consiguió avasallar a los espíritus de los diletantes taurinos.
La gran ovación de gala teniendo a todos de pies, celebraban con júbilo la luminosa creación de, Juan Leal. Lástima grande que aparecieran dos pinchazos -en el segundo nuevamente fue cogido de fea manera, por demás peligrosa, por la espalda por fortuna sin consecuencia que lamentar- antes de la certera estocada que produjo que claudicara el astado.
La gente en la sublime locura, en el desquiciamiento total ante la incontestable creación del torero de París, irremediablemente se tuvo que entregar pues todos estaban instalados en el estado de gracia tras ser llevados al éxtasis.
En medio de este luminoso contexto, poco se puede hacer si no se está a ese nivel de gracia.
Álvaro Lorenzo tuvo dos mansos sosos y deslucidos, a los que extrajo faenas correctas con pulcritud, pero que no pudieron conducir ni remotamente a la altura en donde se halla la gracia del arte.
De, Antonio Ferrera ni su histrionismo, ni sus gracejadas, ni sus momentos con los que trata de emular al Avispón Verde, pudieron convencer; quedó evidenciado su pequeño nivel por el que transita, pero que lamentablemente ha sido su decisión. De la hilaridad sólo escuchó el sonoro repruebo.
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