En Santander… Ginés Marín se impuso a un océano interminable de mansedumbre
Santander. Martes 26 de julio, 2022. La asistencia superó los dos tercios del aforo. Se lidiaron seis toros muy justos de presencia -salvo el quinto- su denominador común ha sido la exasperante mansedumbre, el deslucimiento, aquí el análisis: El primero de, Domingo Hernández de nombre Galeón, no peleó con el caballo, fue con la cara alta y deslucido; el segundo provino de Jandilla de nombre Rufián, manso, deslucido y debilucho, no peleó con el caballo; el tercero de Pallarés -encaste Santa Coloma- de nombre Zampón, muy justito, regordete, no peleó en el caballo quedándose a dormir el sueño de los justos en el peto, pronto se acabo; el cuarto de Juan Pedro Domecq de nombre Sorpresa, manso y deslucido, no peleó en el caballo durmiéndose en el peto, fue a regañadientes a la muleta; en quinto lugar apareció el toro de Antonio Bañuelos de nombre Barato, un astado cómodo de cornamenta que tuvo mayor presencia que los demás, fue un suspiro se estancia con el caballo, al sentir el picotazo -que no puyazo- aventó cornadas arriba del peto para deshacer el encuentro lo que consiguió de inmediato; el sexto de El Parralejo de nombre Fanfarrón, un pequeñajo anovillado, tampoco peleó en el caballo, tuvo docilidad franciscana, deslucido en la muleta.
Ginés Marín -en solitario-: Ovación, oreja, oreja, oreja tras aviso, ovación y dos orejas.
Detalles:
Tras romper el paseíllo se escucharon las notas del Himno Nacional de España, lo que se está convirtiendo en una sana y edificante tradición.
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No tengas miedo de renunciar a lo bueno para ir a por lo grandioso”: John D. Rockefeller
- Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos como a toreros que esta crónica no es apta para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.
El primer reto superado por, Ginés Marín, fue la magnífica entrada que consiguió convocar; eso habla de que afición al arte del toreo existe, sólo hacen falta ofrecer más argumentos con el fin de provocar y conquistar el derecho de que la gente vuelva a llenar los tendidos de todas las plazas.
Los ganaderos comerciales y los que deslumbrados por el espejismo de sus frívolos triunfos, les compraron a estas vacadas comerciales sementales y vacas, deben en conjunto renunciar a la engañifa de hacer el toro bobalicón; todo en esta vida evoluciona y el tiempo de este animalillo que durante tres décadas rindió frutos… ¡ya pasó!
Llegó el internet y comenzó a globalizar todo, incluso, la tauromaquia; y el común denominador del gran público que gusta del arte del toreo, conoce bien la diferencia del torillo bobalicón y la grandeza portentosa del toro bravo, encastado e íntegro.
Y sí, esa es la única solución para recuperar la Fiesta -si quieren ir hacia lo grandioso- hacer a un lado al animalillo borreguno. De lo contrario en poco tiempo se quedarán todos esos ganaderos comerciales, todos esos criadores que no quiera superar esta etapa que ha hecho tanto daño, en sus dehesas, en medio de la desolación total y ante el repruebo generalizado, por haber menoscabado la grandeza del toro bravo y con ello también la grandeza del arte del toreo.
En esto justamente meditaba cuando iban saliendo por la puerta de toriles los animalillos y se hacía evidente el esfuerzo de, Ginés Marín, ante un serio compromiso como el haberse encerrado con seis animalejos.
Tuvo serenidad, inteligencia para resolver la encrucijada de la vida que era provocada por la mansedumbre y el descastamiento de cada uno de los toros lidiados.
No se vio apurado, quizá le faltó más estridencia, pero…
… ¿se podía tenerla en medio de este océano desconcertante de mansedumbre?
Sobretodo, cuando tenía que hallar la forma de hacerlos embestir, ¡vamos!, caminar y así acudir a su muleta.
Hubo un momento que la mansedumbre agobió y de no ser porque el público congregado, le fue a apoyar decididamente; la debacle habría pasado lista de presente.
Así que, Ginés, pasó la prueba con nota destacada, no así los bovinos que resultaron una absoluta vergüenza a la verdad y grandeza que deben prevalecer en la tauromaquia.
Con su primero, Ginés, hizo una faena despaciosa para no molestar a, Galeón, un manso ejemplar y a través del consentimiento hacerlo caminar. Pinchó y luego un espadazo, para después de cierta petición, escuchar ovación.
Ginés, extrajo pases meritorios al mansurrón, deslucido y debilucho de Jandilla, Rufián, que hizo segundo del festejo. De no haber sido por el torero, no habría tenido cierto andar. La estocada caidilla por lo que al ser defectuosa, hizo que tardara en claudicar el toro. Le dieron una oreja.
El tercer toro, Zampón, fue de Pallarés -encaste Santa Coloma- al que, Ginés, recibió con lances correctos. La faena de muleta de inicio dejó pases con la derecha en dos series con temple, obligando a acudir al mansillo y desclucido bovino, que terminaba el pase con la cara alta.
Hizo lo propio por el lado natural y el toro resultó más reticente y mayormente deslucido. Por lo que en su afán de conquistar el triunfo, regresó con la derecha pero el descastado ya no podía ni con su alma. Estocada trasera caída. Oreja.
Con una sorpresiva larga afarolada de hinojos al hilo de las tablas saludó a Sorpresa, de Juan Pedro Domecq. Tan manso como descastado, lo que hizo evidente de inmediato en el caballo.
La faena la inicio con pases por alto y en el remate se derrumbó el manso juanpedrín. Con la derecha el juanpedrín manifestó con vehemencia la asfixiante mansedumbre y el notorio deslucimiento; lo que también hizo visible con la zurda.
El loable esfuerzo de, Ginés, consiguió dos series con la derecha en donde le hizo acudir encelándolo y rebasando el nivel de la jurisdicción. A regañadientes pudo conseguir otras dos series por la izquierda.
La estocada quedó entera pero defectuosa, por ello, cuando sucumbió, al no ejercer bien con la puntilla, fue levantado, tardando en caer el manso y deslucido juanpedrín. Oreja.
Y… en cuarto sitio, hizo acto de presencia, el toro del Real Ganadero, D. Antonio Bañuelos, presidente, guía espiritual de la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia. Sin embargo, su toro resultó tan manso como deslucido. ¡Qué cosas!
Con base en porfiar -ya con la muleta-, Ginés, hizo entrar en vereda de lo correcto, a la mansedumbre del real toro; sí, hasta que el torero se hartó de tanta asfixiante mansedumbre y tomó el estoque. Se perfiló, pero pinchó y luego dejó tres cuartos de colocación defectuosa.
Cuando el subalterno, Fernando Pérez, intentaba hacer labor de enterramiento el toro en el último estertor hizo escandalosamente por él; por fortuna, sin consecuencias que lamentar. Acto seguido, claudicó el astado.
Y, finalmente, cuando la prudencia estaba a punto de abandonar a las buenas conciencias ante tal muestrario de fastidiosa mansedumbre, apareció un pequeñajo. Un gracioso pequeñajo tan minúsculo, que apenas y podía llegar su mirada a la mitad de las tablas.
Ginés, se llevó del tercio a los medios al anovillado pequeñajo que iba con tanta bondad que nos recordó a la inacabable misericordia de la siempre bien recordada Madre Teresa de Calcuta.
Innegablemente, hubo voluntad y entrega del torero, a pesar de ello, fue una faena que poco produjo para la historia. Estocada entera y el maravilloso público que estuvo toda la tarde con el torero le “sacó” las dos orejas al presidente (¿?¡!)… bueno, bueno, los dos pañuelos para que concediera las dos orejas del animalito.
Al final, Ginés Marín, salió en hombros en medio del total cariño del público; aunque en el espíritu quedó la interrogante:
¿Qué habría ocurrido si en lugar de haber escogido estas ganaderías hacedoras de mansedumbre se hubieran seleccionado toros bravos de las llamadas ganaderías “duras”?
No, lo sabemos pero la experiencia habría sido diferente y hubiera habitado, seguramente, la emoción.
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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