En Burgos… Morante, celebró 25 años con la “danza de los pequeñajos“
Burgos. Miércoles 29 de junio, 2022. Última de abono. La entrada rebasó los dos tercios del aforo. Impresentable encierro de El Torero, pequeñajos, mansos, descastados. Con estentórea sospecha de cornicure. Un encierro indigno de haberse presentado a un público que muestra su buena fe a flor de piel y merece todo el respeto.
Morante de la Puebla: Silencio y dos orejas.
Diego Urdiales: Oreja y ovación.
Juan Ortega: Ovación tras petición y ovación tras petición.
Detalles:
Tras el despeje de cuadrillas se interpretó el Himno de Burgos, lo que representa una hermosa y sincera evocación hacia los valores patrios.
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¿Cuándo serán nuestras consciencias lo suficientemente sensibles, como para impedir la miseria humana antes de que nos avenga?”: Eleanor Roosevelt
- Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos como a toreros que esta crónica no es apta para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.
Morante de la Puebla sumó 25 años de la alternativa que adquirió justo aquí, en Burgos de manos del Maestro César Rincón quien le cedió al toro Guerrero de la ganadería de Juan Pedro Domecq ante el testimonio de Fernando Cepeda.
Se suponía, que, por lo menos, en esta fecha lo haría con toda la grandeza posible.
No.
No fue así.
Una auténtica vergüenza los animalillos que salieron… no por la puerta de toriles, sino por la puerta de los pequeñajos.
¿Que los anti-taurinos están atacando a la Fiesta?
Pues sí, pero no son tantos los de afuera, como los de adentro que con sus miserias se niegan a darle grandeza y sólido argumento a través de enfrentar la insoslayable verdad del toro auténtico, del toro bravo, encastado e íntegro.
Y por ello, les proporcionan elementos a los supuestos antis de afuera, para seguir atacando a una manifestación artística que por supuesto no representa ni por mucho lo que hacen los actuales figurines.
Esos seis impresentables pequeñajos de El Torero que aparecieron en el redondel, daban más que enfado… tristeza, de ver hasta dónde han conducido los figurines a nuestra maravillosa Fiesta, que alguna vez fue brava y encastada.
Morante no se puede quejar, todos los empresarios se empecinaron en que toreara más de 100 festejos y le están poniendo el escenario ad-hoc para que deambule con suma comodidad por los ruedos españoles.
Sin embargo, la cruda realidad demuestra con sólidos argumentos, que, esto no es la verdad.
¡Cuánto cinismo!
Salió el primer pequeñajillo para Morante y la verdad exigía respeto y explicación; sin embargo, ni el respeto ni la explicación hallaron la respuesta en el redondel con la minúscula presencia que albergaba un océano interminable de mansedumbre que le correspondió al torero de la Puebla del Río.
Algunos sabanazos por verónicas, pero la imagen que se producía era deplorable. Daba la impresión de que ahí había un hombre que pareció estaba “entrado en carnes“, con un minúsculo ejemplar.
La faena careció de verdad y contenido por lo que al final, para la historia, pasará inadvertida.
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Como inadvertido fue también lo que ocurrió con su segundo. Otro más pequeño que su primero, que apenas y podía caminar. Después de terminar la serie de una faena sin estructura y sí con muchos enganchones, en un momento que le perdió la cara a animalito, éste hizo por Morante, le aventó a las alturas y al caer se dio severo costalazo en la arena, en donde el bovino le bailó unas sevillanas.
Se levantó enfadado el torero tras su evidente error. Fue por la espada y con un enfado incontrolable, se fue al morrillo, dejando una estocada entera trasera y caída, que fue suficiente para que claudicara el pequeñajo.
La gente conmovida por lo que fue un evidente error del torero, le regaló dos orejas, premio que evaluado por la irrebatible verdad; carece de fundamento.
Con este animalerío tuvieron que vérselas Diego Urdiales y Juan Ortega. Esfuerzo de indiscutible reconocimiento de ambos; sólo eso valió y mucho.
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Diego consiguió pases de encomiable esfuerzo a su primero y después de la estocada le concedieron una oreja. Con su segundo todo fue inútil, el muro infranqueable de la mansedumbre ahí estuvo y no lo pudo derribar.
Juan Ortega, un gran artista que le están llevando mal, porque su camino no está con las ganaderías comerciales, sino con aquellos encierros duros por ser bravos y encastados; y una vez que domina a esos toros, consuma luminosas creaciones al transfigurarse de héroe en artista.
Por eso da pena, auténtica pena ver cómo se desperdicia a un magnífico artista.
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Esta tarde ahí estuvo, Juan, acompañado de su apasionada entrega, pero no pasó mucho porque los torillos eran casi inservibles. En ambos después de sus loables trazos, dejó sendos espadazos, se pidió le concedieran la oreja de cada ejemplar, pero el Presidente le negó la llave que le abriría a, Juan Ortega, la puerta grande.
¡Dígase la verdad… Aunque sea motivo de escándalo!
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