En la Monumental México… La frustración sin límites
Monumental Plaza de Toros México. Jueves 12 de Diciembre 2019. Corrida Guadalupana. Séptima corrida de la Temporada Grande. Más de un tercio plaza, unas 16 mil personas. Se lidiaron siete toros disparejamente presentados de Begoña, ganadería propiedad de Don Alberto Baillères González, vacada que regresaba tras 23 años de ausencia, y que lamentablemente tuvo un fracaso estrepitoso tras aparecer astados mansos, descastados, deslucidos e inválidos. El sexto tuvo la deshonra para su ganadería de las banderillas negras, y al final se ordenó su devolución. En su conjunto provocaron la furia inaudita del respetable.
Sergio Flores: Silencio tras aviso y oreja escandalosamente protestada.
Andrés Roca Rey: Silencio en su lote.
Luis David Adame: Silencio en su lote.
¡Pifias!
Siguen las pifias desde el palco de la nula autoridad, ahora en la persona del buenazo de Jorjazo, quien estuvo fuera de sus cabales, regaló una oreja a Sergio Flores, lo que fue reprobado por toda la asistencia.
Cuando ordenó se impusiera la deshonra de las banderillas negras para el sexto, tras el primer par que cayó en la arena, permitió que un banderillero pusiera banderillas blancas, incrementando la furia inaudita del gran público.
Y mientras, la inútil Comisión Taurina de la Ciudad de México que preside Vicente Bandín sigue inexplicablemente apoyando al buenazo de Jorjazo quien se ha constituido como el peor de todos los antitaurinos.
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La historia de la Fiesta está escrita por una montaña de mentiras”: José Alameda.
MONUMENTAL PLAZA DE TOROS MÉXICO
Augusto Rodín 130
Colonia Noche Buena
Ciudad de México
Querida Monumental México:
Con gran consternación te escribo estas líneas todavía sin poder comprender cómo se puede llegar al desastre que aconteció en tu redondel este jueves Guadalupano, teniendo todos los elementos para ser los mejores, y no poder concretar nada.
Quiero que sepas, que lamento y lamento mucho, lo sucedido este jueves Guadalupano. No existe nada, absolutamente nada, que justifique ni disculpe tan grave desacierto.
Tu historial no merecía este episodio tan bochornoso, en donde aparecieron hasta siete astados mansos, descastados e inválidos de una ganadería que en antaño ha dejado tardes de gloria y hoy no fue, no pudo ser así.
Bien recuerdo, cuando me decía mi dilecto y admirado amigo el Maestro Pepe Alameda, “Hijo, la historia de la Fiesta está escrita por una montaña de mentiras”.
Y estas, las mentiras, son las que impiden conquistar el éxito.
Claro, siempre habrá gente que tratará de llenarnos de falsos elogios, de justificaciones inverosímiles, de inventar éxitos en donde no hay argumento.
Estará en nosotros no creerles para evitar sumar fracasos.
El fracaso ganadero parecía no tener límite este jueves se fue incrementando en cada momento de la tarde, desde la salida de los toros a tu ruedo.
Sí, uno tras otro mostraba su estentórea mansedumbre desde salida, y cuando llegaban al caballo aventaban violentas cornadas para deshacer el encuentro y huir…
… huir a tal grado, como el sexto que fue condenado a las banderillas negras, y tras el primer fallido par, en un alarde de zalamería, alguien oficiosamente desde el callejón ordenó que se pusieran banderillas blancas, lo que consiguió que el gran público sumamente enfurecido, incrementara esa furia inaudita.
No obstante, volvieron aparecer las banderillas negras y tras imponerlas el subalterno, salió corriendo saltó al callejón y junto con él, también lo hizo el toro buscando desesperadamente la salida a su ganadería.
¡Qué tarde tan deprimente querida Plaza México!
¡Qué tarde tan aciaga!
¡Qué tarde tan frustrante!
¡Qué tarde tan asfixiante!
Fue tal la frustración que la violencia se desató en los tendidos de sol, en la parte final del desastroso festejo y hasta la seguridad tuvo que intervenir ante el repudio de los asistentes.
En medio de un fracaso ganadero, apareció el consecuente fracaso empresarial, al no poder cumplir las expectativas planteadas, lo que provocó que el público retomara la mala costumbre de aventar los cojines al ruedo como evidente y enérgica protesta.
Uno de ellos fue a dar a la cabeza de la ganadera Ana María Rivero, y muchos al igual que a ella, golpearon a más personas.
En medio de este penoso escenario, no existió la autoridad para imponer el orden perdido en este caos que fue creciendo en proporciones sin límites.
Decir que no hubo autoridad esta tarde, es algo que se ha hecho habitual en el mayor coso del mundo, porque en la realidad y a pesar de la nueva Comisión Taurina de la Ciudad de México…
… ¡no hay autoridad!
Ahí está el buenazo de Jorjazo que a pesar de sus múltiples errores lo mantienen sin ningún sustento.
Pero… ¿qué hicieron los toreros?
No se puede negar que los tres hicieron el mejor de sus esfuerzos.
Sergio Flores, con su primero algunos destellos, pero pudo más la mansedumbre en su bovino; mientras que con su segundo, que caminaba con la desorientación de un borreguillo de la serranía, extrajo milagrosos pases con ambas manos, que no constituyeron la estructura de ninguna faena.
Pases sueltos correctos por todo el redondel, pero carentes de unidad.
Pinchó y luego dejó una estocada muy contraria, más que caída que provocó el vómito sanguíneo, pero como el astado tardó en caer, por la evidente mala colocación de la espada, algunos despistados aplaudieron el hecho.
Tras claudicar el toro, hubo cierta petición que no se convirtió ni por mucho en mayoritaria, pero el buenazo de Jorjazo, en su infinita locura, regaló una oreja que fue protestada por todo el público…
… oreja que pasó a manos de un maravilloso chiquillo que estaba en barrera de primera fila, y así sin esa padecería de res, dio vuelta Sergio por tu redondel.
De, Andrés Roca Rey, tuvo un primero al que consintió con lances cadenciosos, y anunció que vendría a más. Pasó el turno de los picadores, y tras un pellizco, hizo un quite por ajustadísimas chicuelinas que hicieron escuchar el sonoro ¡olé!
Con la tela roja, apareció un prólogo contundente imponiendo su imperio, citó al toro en el tercio y justo a centímetros de su geografía corpórea le cambió el viaje y lo pasó por su espalda, para luego dar otro de pecho, y nuevamente el cambiado, para rematar.
Justo esto, acabó al debilucho astado, que después de una bien lograda serie con la derecha, ya no quiso embestir; y ahí, justo ahí se acabó la magia porque ya no hubo toro.
Con su segundo, el esfuerzo no claudicó aunque sí la ilusión en Andrés, lo que se hizo notorio, porque no tuvo toro, simplemente fue algo tan similar a un mármol inamovible, y todo acabó.
Luis David, con un lote inaceptable y a pesar de su voluntad y entrega inquebrantable, no se podía hacer algo más con astados tan mansos que huían hasta de su sombra.
Un poco se movió el mansísimo sexto bis, y hasta un quite por zapopinas apareció, pero justo ahí…
… ahí se acabó todo, ya que con la muleta no pudo remontar nada.
¿Qué hacer con esta mansedumbre galopante?
Con este descastamiento inacabable.
Con esta invalidez fastidiosa.
La solución la tiene el ganadero, revisar los empadres y echar fuera a tantos indultos sin sustento, que se “inventan” para agradar.
Pero estos indultos sin fundamento impuestos a las vacas en los empadres, a la postre les lleva a un fracaso tan estrepitoso como el de este festejo en cuestión. Habría que buscar soluciones inmediatas y trascendentes.
En fin, querida Monumental México, una tarde que tu legendario historial no se merece, una tarde que no se merece la propia Fiesta ni por su puesto el gran público.
Y, sí se requiere el cambio urgente concienzudo y responsable, porque esto…
… esto si hace daño, y más cuando no se aceptan los errores, se buscan culpables, se trasladan responsabilidades y se continúa por un camino que ya hizo crisis, severa crisis y no se quiere entender de ello.
Pero aún así, exclamo con fervor:
¡Dios te salve y cuide querida Monumental Plaza de Toros México!
José Mata
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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