Lo comenta Antonio Lorca… Razones para que un torero decida abrir la tijera y cortarse la coleta
El pasado 26 de julio, al final de la segunda corrida de la Feria de Valencia, cuando las cuadrillas recogían sus capotes de paseo y se despedían camino del hotel, el torero Varea -Jonathan Blázquez en el carnet de identidad-, con la cara demudada, la tristeza, la impotencia y la desesperación en su rostro, pidió a su mozo de espadas unas tijeras y, entre la sorpresa de sus compañeros y sus reiterados intentos para evitar lo que todos presumían, ‘obligó’ al presidente de su peña en su pueblo natal, Almanzora, que le cortara la coleta. Sus fallos con el estoque le habían impedido un triunfo imprescindible para su futuro.
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Días más tarde, el joven novillero Borja Collado, una fundada esperanza del toreo valenciano, anunciaba por sorpresa que ponía punto y final a su incipiente carrera. “No es por nada en especial y por todo a la vez”, explicó lacónicamente en una red social.
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A mediados de agosto, Pablo Bueno, novillero extremeño sin caballos, escribió una emotiva carta en la que explicaba las razones por las que dejaba la profesión: “Se acaba porque cada día que pasa me doy cuenta de que esto no es para mí; para ser torero se necesitan unas cualidades que yo quizá no reúna, y, debido al gran cariño y respeto que le tengo y siempre le tendré a esta profesión, he decidido no quitarle oportunidades a nadie y ser sincero conmigo mismo”.
Por último, Santana Claros, que participaba en la novillada final de la feria de Málaga, se arrancó la coleta en un gesto de rabia tras la muerte de su segundo novillo. No acabó, sin embargo, ahí su carrera pues la indisposición de un compañero de terna le obligó a tomar de nuevo los engaños para lidiar el sexto de la tarde.
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Estos no son más que cuatro ejemplos de las muy numerosas bajas que se producen cada año en los distintos escalafones taurinos. Ocurre, no obstante, que la mayoría de los aspirantes frustrados desaparecen en silencio cuando la vida les demuestra una y otra vez que no han sido llamados para la gloria en los ruedos, y otros, que también son multitud, no torean, pero no se retiran y optan ‘por vivir en torero’, aunque su ocupación vital esté alejada obligatoriamente de los pitones.
Y aún existe otro grupo, este muy minoritario, integrado por toreros convencidos de su profunda vocación, armados de una paciencia ilimitada y de un sobrehumano sentido del sacrificio, que, en algunos casos, acaba dándoles la razón. Así es la historia de dos triunfadores actuales, Emilio de Justo y Octavio Chacón, que, después de una larga y dura travesía del desierto, han alcanzado la meta soñada.
Pero no es fácil que un aspirante a torero (hombre o mujer) que ve alejarse su sueño de alcanzar la gloria decida colgar definitivamente el traje de luces, aunque sea de segunda mano o alquilado. Los datos que figuran en la Estadística de Asuntos Taurinos que anualmente publica el Ministerio de Cultura son muy ilustrativos al respecto.
En 2018, había 9.723 profesionales inscritos en el registro oficial del Ministerio de Cultura, de los cuales 5.497 tenían vigente su carnet.
En el apartado de matadores de toros, figuraban 751 inscritos; de ellos 497 con el carnet vigente. Pero en el escalafón de ese mismo nivel solo figuraron 117 matadores que habían participado, al menos, en un festejo. Es decir, 380 toreros con el carnet en regla no actuaron una sola tarde en público.
Novilleros con y sin picadores: 2.573 inscritos, y 1.283 con carnet. El escalafón solo contabilizó 142.
Rejoneadores: 319 inscritos y 175 con carnet, pero solo actuaron 105.
Banderilleros y picadores: 2.500 inscritos y 1.570 con carnet; y en el apartado de mozos de espada, 3.406 inscritos y más de la mitad con los papeles en regla para actuar a las órdenes de un torero.
Además, actualmente funcionan en el país 62 escuelas taurinas, y, entre las distintas comunidades autónomas, destacan Andalucía, con 27; Castilla La Mancha, con 12, y Madrid, con 7.
La conclusión más simple es que muchos son los que se sienten llamados, y pocos, muy pocos, los elegidos. Muchos son los que lucen con orgullo el título de torero, aunque solo toreen en sueños. Son tantas y tan exigentes las condiciones necesarias para alcanzar el triunfo, que en el sector se afirma en tono de broma, pero no exento de crudo realismo, que es más difícil ser figura que Papa de Roma.
Valor, afición, personalidad, fortaleza mental, voluntad, sacrificio, paciencia, autoestima… son algunas de las cualidades imprescindibles para vestir un traje de luces.
Pero, cuáles son las razones para que alguien cargado de ilusiones juveniles pida con rabia la tijera para que le corten la coleta, o se la arranque con furia, o, ya más tranquilo, escriba una carta o envíe un mensaje por las redes sociales para poner fin a una fantasía…
David Guillén es doctor en sicología y autor de una tesis doctoral sobre Rasgos de personalidad y bienestar en alumnos de escuelas de tauromaquia, y está convencido de que la causa principal de una pronta retirada “es la ausencia de motivación, originada por la falta de oportunidades, que se arrastra desde novillero y se consuma con la entrada en el escalafón de matadores”.
Guillén asegura que ha comprobado cómo los alumnos de las escuelas de tauromaquia poseen más capacidad de aguante que los de otras disciplinas deportivas o artísticas; él lo define como ‘autoeficiencia’, “convicción que tenemos las personas de lograr las metas que nos proponemos”, y ‘afrontamiento’, “capacidad para desafiar los problemas”.
“La población taurina, -continúa-, “insiste más intensamente y durante más tiempo en la búsqueda de oportunidades y en el éxito posterior”.
Pero David Guillén considera que un aspirante a torero debe rodearse de un equipo de profesionales y asesores que lo instruyan y asesoren adecuadamente. “En la gestión de las emociones y los detalles está la clave del éxito”, asevera. A su juicio, no importa solo el valor, “que es primordial”, el tesón o la capacidad para sortear las adversidades que surgen en una carrera taurina, sino el trabajo que hay detrás, la labor del equipo”.
“Hay que ser capaz, y no todos lo son. Hay quien se siente impotente a la hora de expresar sus emociones. No son pocos los alumnos que torean muy bien en el campo y no en público”, añade.
“En resumen, la salud física y síquica, las herramientas para afrontar el éxito y el fracaso, la necesidad de una estabilidad económica, los problemas familiares, el entorno profesional y la falta de oportunidades son motivos para que un ilusionado aspirante decida abandonar”, termina David Guillén.
“Los seres frágiles tienen muchos problemas para ser toreros”, decía en el mes de mayo en este blog la psicoterapeuta María Domecq. Y el preparador físico Víctor Zafrilla apuntillaba: “La fortaleza mental es vital para enfrentarse a situaciones inesperadas”.
Varea, Collado, Bueno y Santana no son más que cuatro ejemplos públicos de la dificultad de una profesión destinada para un reducido grupo de elegidos. No todos los aspirantes poseen la pasión para superar las dificultades que van aparejadas a la profesión, ni la capacidad para sobreponerse al dolor y la frustración que supone no poder torear cuando se sienten toreros en el fondo de su alma.
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- Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País
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