En Sevilla… Rafael González la cara, Calerito la cruz
Sevilla. Viernes 27 de septiembre. Real Maestranza de Caballería. Primera de la Feria de San Miguel. Se lidiaron novillos de Villamarta. Bien presentados pero faltos de finales y deslucidos menos el 4°, que resultó extraordinario. Media plaza.
Rafael González: Ovación con saludos y vuelta al ruedo tras gran petición y silencio en el que mató por Calerito.
Juan Pedro García Calerito: Saludos y herido.
Antonio Grande: Ovación con saludos y silencio.
Detalles:
Tras el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Andrés Luque Gago.
En la enfermería fue atendido Calerito de una “herida inciso contusa en región axilobraquial izquierda que afecta el músculo bíceps braquial sin afectar al paquete vasculonervioso. Pronóstico grave”.
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Muchos de los presentes mascábamos el fin, cuando se daba el principio. Bajo un sol algo incomodo, el pañuelo blanco de Gabriel Fernández Rey descorchó la feria que cierra año en la Maestranza.
San Miguel se inauguró con un utrero de buenas hechuras, que se fue suelto en busca del chiquero del que salió. Lo hizo bien a la hora de meter la cara en los primeros lances ejecutados por Rafael González, pero se fue desinflando hasta mostrar una especie de lesión en sus manos. Quiso González despertarnos del clásico letargo inicial de cada festejo poniéndose de rodillas, pero tampoco se lo permitió el animal de Villamarta. Se fue, pero de nuevo lo sujetó a base de dejársela en la cara. Trasteo que gustó, realizado sobre la mano derecha en casi su totalidad. Tras estocada efectiva, saludó una ovación.
Astifinísimo fue el segundo y más alto que el primero. No se definió el animal que correspondía a Calerito, siendo algo tardo y echándole la cara arriba a los banderilleros. Brindó a los presentes el sevillano y aguardó en tablas para iniciar allí la faena. Lanzaba derrotes en una guerra silenciosa por la nula transmisión a los tendidos hasta que, en una única tanda por el pitón derecho, a base de tocar fuerte y tirar a regaña dientes del marrajo, consiguió elevar el tono de su trasteo. Fue un espejismo, pues se paró y Calerito acabó entre los pitones. Estocada casi entera cobrada y saludó una ovación.
Fue otra cosa el tercero en los capotes de la cuadrilla de Antonio Grande además de en el suyo propio, que mostró despaciosidad sin romper a la verónica. Como sus compañeros, brindó al público el salmantino. Recibió un buen trato el castaño por parte de Antonio Grande que ya dejó un excelso derechazo en la primera serie. Siguió cruzándose y haciéndoselo todo bien, pero de nuevo el trasteo fue a por culpa del animal. A menos en inercia y empuje, quedándose en nada. Saludó una ovación.
Con dos puntas que cortaban el viento, hizo presencia el cuarto. Precioso de hechuras, fue Rafael González quien no se permitió a él mismo saludar pulcramente a la verónica a este novillo. No le dio sitio y se le quedó en los pies. Lo dejó largo, pero para qué. Puyazos traseros y algo caídos. Rugió la Maestranza cuando el utrero dijo que sí, que quería arrastrar el hocico por el albero de Sevilla. La mano de Rafael fue cada vez más abajo, haciendo que el poder de su muleta dominase una embestida para soñar el toreo. Le faltó al acabar la segunda tanda, sacárselo hacia fuera de la segunda raya. Ahí, bajó la intensidad de la faena, aunque fuese un mínimo. Los pases de pecho fueron sensacionales y las bernardinas ajustadas. Cuando todos creíamos que se le iba a conceder una oreja de ley, el presidente la negó y todo quedó en una aclamada vuelta al ruedo. Muy bien Rafael González con un extraordinario utrero de Villamarta.
Más astifino que el quinto, imposible. En chiqueros lo esperó Calerito, que le faltó suavidad a la hora de torear a la verónica. Hechurado, cayéndole los kilos abajo, corto de manos y de piel fina. Toda una lámina. No correspondió a Calerito humillando, si no lo contrario, brusco. Por la pésima lidia, sobre todo el caballo, se quedó sin definir el animal. No lo vio claro Calerito. Faltó un mejor planteamiento de faena y en uno de los ademanes por pasarse cerca el animal, fue prendido por la axila quedándose en el aire unos segundos que parecieron horas. La cornada era inevitable y fue llevado a la enfermería de inmediato. Le dio muerte Rafael González.
Le faltó romper al sexto, y a Antonio Grande. Labor comprometida y voluntariosa del salmantino que lidió a un utrero falto de celo y de clase a la vez que algo deslucido. No decía nada la embestida del animal, pero Grande llegó a alcanzar momentos de temple.
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