En Madrid… Carlos Aranda corta una oreja
Las Ventas. 11 de agosto de 2019. Novillada de domingo de verano. Un cuarto de entrada. Novillos de Guadamilla, se han comportado con nobleza pero les ha faltado bravura, cabe destacar el quinto
Javier Montalvo: Ovación tras aviso y palmas tras aviso.
Carlos Aranda: División de opiniones y oreja tras aviso.
Carlos Olsina: vuelta al ruedo tras leve petición y aviso y vuelta al ruedo tras petición.
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Javier Montalvo, quien se presentaba en Madrid, al igual que sus compañeros de cartel, demostró ya desde el capote su buen hacer. El astado blandeó y el público protestó. Con la muleta estuvo firme, dejando distancias y tiempos adecuados pero no terminó de cuajar la faena.
Faltó transmisión y el tendido lo notó. Continuó la faena durante demasiado tiempo, escuchando así un aviso. Con el acero estuvo muy atinado.
El segundo del lote de Javier Montalvo fue manso y reservón desde los inicios. Mostró querencia en los tercios de la lidia, de los cuales no se puede decir nada destacable ha que tuvo una actitud muy parecida a la del teatro de la novillada.
No rompió tampoco en la faena, donde el animal no mostró condición de bravura para poder desencadenar una creación artística y de calidad. Tampoco conectó con los aficionados. Nuevamente, algo plano sobre el ruedo.
El segundo de la tarde, para Carlos Aranda, salió con brío y movimientos algo toscos. En el caballo arremetió sin pena ni gloria, y en banderillas mostró un comportamiento similar. Muy plano. Durante la faena, el novillo no terminó de humillar con adecuación, y siempre llevó la cara arriba.
La labor y oficio del novillero fue la de llevarse a su terreno al complejo novillo para tratar de robarle algún derechazo o natural algo más templado. Tiró de casta, pero su mala fortuna con la espada hizo que el público se enfriase.
Carlos Aranda recibió al quinto de la tarde, con un elegante saludo capotero. No sé empleó en el caballo. El novillo acudió al engaño con nobleza aunque le faltó profundidad. Probó por los dos pitones, dejando unas buenas tandas por el derecho.
Muy firme con su actuación también en la parte final, en la que se dobló con el toro y buenas sensaciones en el tendido. La estocada fue media en la suerte de recibir. La oreja le fue concedida.
El tercero, de escasas hechuras, lo recibió Carlos Olsina con el capote, con el que fue sacándolo hacia los medios. Se estrelló contra el peto del caballo. El animal tuvo nobleza, cualidad que aprovechó el novillero para bajar bien la mano con la muleta.
Le faltó colocación al joven francés, y una parte del público asistente lo reprochó. El exigir tanto al novillo al comienzo, tuvo sus consecuencias y se terminó parando. Concluyó por bernardinas que para pinchar en una ocasión antes de una estocada tendida. Todo quedó en vuelta al ruedo.
El último de la tarde constituyó un fiel resumen de lo que había sido el conjunto de la novillada. Cara alta del novillo en los tercios de la lidia, arreando al caballo estrellándose y mostrando una actitud poco adecuada en banderillas.
A pesar de ello, el novillero puso actitud para tratar de robad algún muletazo suelto a un novillo escaso de condición. Sus intentos y actitud fueron reconocidos por el público, con el que conectó. Hubo novillero por encima de novillo. Su comparecencia fue causa de petición, que no se correspondió en el palco, pero dio una vuelta.
En conclusión, volvieron las novilladas estivales a los domingos, día festivo en la semana. Y así fue la novillada, una fiesta de juventud entregada a un animal para crear así una obra de arte. Para completar esa obra, faltó más bravura por parte de los animales, pero aún así vuelvo a casa diciendo: “He estado en los toros”.
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