En Sevilla… Un robo monumental a Eric Olivera
Sevilla. Real Maestranza de Caballería. Jueves 4 de Julio. Se lidiaron seis erales de La Quinta, de inmejorable lámina. Encastados, con poder y buena condición. Menos de media entrada.
Carlos Fernández (Lora del Río): Vuelta al ruedo tras aviso.
José María Trigueros (Escuela de Tauromaquia de Murcia): Silencio tras aviso.
Álvaro de Chinchón (Fundación ‘El Juli’): Silencio tras aviso.
Manuel Casado (Lora del Río): Silencio tras aviso.
Eric Olivera (Patronato Provincial de Tauromaquia de Badajoz): Dos vueltas al ruedo tras fuerte petición.
Víctor Barroso (Escuela ‘La Gallosina’ de El Puerto de Santa María): Silencio.
Detalles:
Destacar la gran lidia de Antonio Molina.
Debutó en el palco el presidente suplente Joaquín José Herrera del Rey.
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La noche estuvo marcada por una injusticia que difícilmente se nos va a olvidar a los que presenciamos el soporífero festejo en la noche maestrante del primer festejo del ciclo de novilladas de promoción. Eric Olivera tuvo que irse con una oreja en su esportón tras una gran actuación en su eral y el presidente se erigió como protagonista indeseado de dicho momento al no concedérsela.
Despertábamos de la resaca del castoreño en Sevilla, acunando la noche en tintes de ilusión por ver el futuro de la tauromaquia delante de nuestros ojos. La juventud indocumentada, esa que sólo se presenta en la Maestranza para beber y no ver lo que se hace en el ruedo, se presentó como viene siendo habitual en los ciclos de sin caballos. Con los tendidos poblando una casi media entrada, La Quinta lidió una gran novillada.
Carlos Fernandez, de Lora del Río, se hizo presente bajo el anochecer del arenal. Instrumentó una serie de verónicas poco jaleadas por el respetable, pero de buen trazo. El bellísimo eral (como todo el conjunto), se iba de largo con un tranco de más excepcional. Jose María Trigueros no perdonó el quite, así como Carlos la réplica. El jóven comenzó con buenas maneras pasándolo y haciéndonos ver a los de arriba las grandes características que poseía el animal. Se sucedieron las series por ambos pitones, sin terminar nunca de tener una buena o mínima acogida en las almas taurinas sentadas en la piedra maestrante. Se atragantó con la espada y tras una petición que insultaba al más mínimo rigor que posee esta plaza, dio la vuelta al ruedo tras no concedérselo el trofeo. Gran animal de La Quinta ovacionado en el arrastre.
Se le esperaba a Jose María Trigueros. El murciano había mascado el triunfo anteriormente en Alicante, y venía enrrachado a su cita en la plaza de toros de Sevilla. Con el capote anduvo vistoso y con la muleta, empezó muy bien por abajo obligándo al santacoloma a humillar. Todo se diluyó acogiendo un toreo más vulgar tras una buena serie por el pitón derecho. Los trincherazos y los adornos fueron lo mejor de su hacer. Tiene buen corte este jóven, habría que seguirlo. Silencio tras aviso y palmas en el arrastre al eral.
Álvaro de Chinchón, de la Fundación “El Juli“, mostró asentamiento en su quehacer y su buen concepto. La taleguilla acabó rota y destrozada tras una voltereta sin más importancia que el susto del momento. No hubo mucho contenido en la faena, pero si causó una grata impresión.
El otro joven de Lora del Río, Manuel Casado, arreó con el capote como nadie, arrasando con todo en forma de ganas e ímpetu. Una larga, y un quite rematado con una gran media protagonizaron el saludo con el percal. En la muleta, se vencía el eral por el lado derecho, haciendo que los muletazos no tomasen la consistencia necesaria para encontrar la necesaria virtud de emocionar. La espada, para olvidar. Silencio tras aviso.
En el quinto capítulo de una noche abocada al fracaso, salió por chiqueros un eral de preciosa lámina pero con las dificultades innegables del encaste perteneciente. El de La Quinta, se quedaba en los pies del novillero y este supo quitarle la muleta de la cara para cruzarse al pitón contrario y lograr muletazos profundos y largos que esta vez sí, subieron a los espectadores. Fueron tres series intensas, con pases de pecho de gran factura y largura. El gran mérito de entender un novillo de tan complicadas embestidas con tan solo 17 años, fue ninguneada por un inepto que hacía las funciones de presidente en un palco que vale demasiado como para desvirtuarlo de esta manera. Una falta de respeto en toda regla hacia la joven sabiduría de Eric Olivera. Dos vueltas al ruedo paseó entre el clamor de una afición que siempre estuvo con él.
El sexto fue toda una pintura sobre el coso baratillero sevillano. El número 23, desarrolló una embestida vulgar que no transmitía. Pasaba, soltando la cara al final del muletazo. Victor Barroso se mostró voluntarioso que con ilusión recibiéndolo con una larga en el tercio. Con la zocata, se dieron series profundas con buenos muletazos, pero el respetable todavía andaba anclado en el bochornoso robo del novillo anterior. La espada no tuvo consistencia y se quedó todo en un silencio.
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