En Utrera… Miura, Escribano y Chacón, triunfan en una tarde histórica
Plaza de toros de Utrera. Entrada: Menos de media plaza. Toros de Miura: Bien presentados y con cuajo. De variado juego. El 5º, Tahonero, negro, con 570 kg del 01/15 indultado.
Octavio Chacón: Oreja y oreja.
Manuel Escribano: Ovación con saludos y dos orejas y rabo simbólicos.
Pepe Moral: Silencio en su lote.
Detalles:
Buenos tercios de varas en general.
Manuel Escribano y Octavio Chacón salieron a hombros en una tarde que se quedará para los anales de la historia.
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- Escribano vuelve a lo grande cuajando a un gran quinto mientras que Octavio Chacón se impone a su lote y Pepe Moral pasa de puntillas en una tarde emocionante en la localidad sevillana.
En tarde soleada y algo calurosa, Utrera se preparaba para recibir a una ganadería legendaria como era Miura. Octavio Chacón, Manuel Escribano y Pepe Moral dieron muerte a una corrida magníficamente presentada.
El primero, bien hecho y entipado de Miura, fue un animal que permitió estirarse en la medida que pudo a Octavio Chacón a la verónica. Templó las desacompasadas embestidas del animal pegado a tablas.
Como acostumbra este torero, dejó largo a su oponente en el único encuentro con el del castoreño. Tras un emocionante y gran tercio de varas en el que el toro empujó metiendo los riñones en el peto, Babuchito cambió radicalmente al coger la instruida y sabia franela de Chacón.
Brindó al héroe que reaparecía en esta tarde y lo pasó con temple para iniciar una faena en la que sacó muletazos de bella factura llegando a los que estábamos arriba.
La gente estaba con él y al acabar con el toro de una estocada casi entera, se le concedió justamente la primera oreja de la tarde.
Taponero fue el toro con más hondura en sus hechuras de toda la corrida. El más serio y fuerte de todos pese a no tener una cara muy desarrollada.
Aquel sardo echó el telón tras otro buen tercio de varas demasiado pronto. Chacón tiró de recursos, engrandeciendo el poder de saber lidiar toros hasta tal punto de conseguir cortar la oreja que le permitía salir a hombros.
Manuel Escribano volvía a los ruedos después de aquel tremendo percance sufrido en Las Ventas. Lo hizo con un toro protagonista de un segundo capítulo peligroso por su embestida incierta. Poseía más cuajo y volumen este burel al que se le suministró dos puyazos.
No se le vio igual de solvente en el trámite de banderillas a Manuel como todas las veces (siendo esto normal), pero colocó buenos pares cuadrando en la testuz del animal.
En la muleta el toro fue un demonio. Áspero, deslucido y sin una embestida franca con la que Escribano pudiese cimentar de una manera u otra el trasteo.
Un hecho que marcaría la historia del toreo y de la ganadería titular se daría en el quinto. Tahonero era un toro bellísimo de lámina, con una cara de preciosa encornadura y unas hechuras finas y entipadas a la casa perteneciente.
De inicio fue un toro incierto, que se empleó en el caballo en una sola cita con el piquero. Escribano se colocó en el centro del ruedo dibujado con el hierro de Miura tras brindar al público.
Se lo pasó cerca en ese primer tramo, hasta que se sucedieron los derechazos profundos y templados rematados detrás de la cadera. El toro iba a más, y por las muñecas de Manuel se deslizaba una embestida humillada, con clase y empuje.
Ese empuje trasladó al toro a coger un punto de fiereza más que necesaria para poder seguir comiéndose la muleta del diestro de Gerena. Lo llevaba largo y muy por abajo el torero, desatando el delirio compartido de una plaza que logró el perdón para este gran toro.
Nunca dejó de embestir. Pasaron 45 minutos, bueyes, garrochas, capotes y banderilleros hasta que con una soga y el empuje de los peones se consiguió que el toro entrase en el túnel de chiqueros.
Espectáculo bochornoso el protagonizado por un público que no se supo comportar en ese trámite.
Pepe Moral caldeó los tendidos con un vibrante saludo a la verónica y un par de quites por chicuelinas vistosas aunque falta de acople. El animal tenía una embestida boyante y desagradable en la muleta del sevillano.
Una tanda duró el brindado a Luis Vilches quedándose corto y desarrollando sentido en los finales de la faena. Se atragantó con la espada y fue silenciado.
Tras el surrealista pero real indulto que se había dado en la plaza de Utrera, Pepe Moral protagonizó con el capote un recibimiento a la verónica sublime.
Asentado en todos los lances, el diestro consiguió que el ellos siempre hubiese la virtud que muchas veces falta: el temple.
Después en la zocata el toro no fue lo mismo, ni él tampoco. La espada volvió a desesperar a los presentes y todo quedó en silencio.
Manuel Escribano y Octavio Chacón salieron a hombros en una tarde que se quedará para los anales de la historia.
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