En Aguascalientes… Ginés Marín, cosquillas al corazón
Decimosegundo festejo de la Feria de San Marcos 2019, media entrada en la Monumental de Aguascalientes. Se lidiaron astados de Villa Carmela muy justos de presencia, en su mayoría débiles, sosos y malos, el quinto complicado. Destacó el octavo de la función que fue manejable.
Gerardo Adame: Palmas en ambos.
Fermín Espinosa Armillita IV: Silencio en su lote.
Álvaro Lorenzo: Palmas y leves palmas.
Ginés Marín: Dos orejas con ciertas protestas y oreja.
Detalles:
Al final del festejo Ginés Marín abandonó el coso en hombros.
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Ginés Marín vino a darle a Aguascalientes un auténtico respiro, una brisa fresca, una cosquilla al corazón”.
Los aficionados verdaderos pueden esperar muchas tardes, ver muchos toros saltar al ruedo y a muchos toreros que vienen pasan y se van; hasta que una tarde sus oraciones son escuchadas, los cánticos llegan al cielo y surgen momentos de auténtica resurrección de su afición.
Las sensaciones transmitidas hoy por Ginés Marín son poco comunes para esta afición, puesto que lacerada de tanta monotonía, siente que se le muere la pasión por la fiesta y sólo de cuando en cuando vuelve a sonreír, como hoy.
Ginés Marín vino a darle a Aguascalientes un auténtico respiro, una brisa fresca, una cosquilla al corazón. Y es que quién no sucumbiría, si el español tiene valor en la muleta, improvisación en su quehacer e inspiración en sus muñecas.
Jugando bien los brazos recibió al octavo de la función, un astado sí de escasa presencia (como todo el encierro) que fue repetidor. Las verónicas suaves y la media para llevarlo al piquero, donde recibió un mínimo castigo. Se asomaron luego las chicuelinas a manos bajas y media personalísima.
De muleta se puso de rodillas, firme y sereno se lo pasó por el derecho, en tandas que atraparon pronto al tendido. De pie detalles, cambios de muleta y desdenes toreros fueron envolviendo a la afición.
Muleta de tersura, tandas por la diestra el cambio por delante de finura y…
¡A cantar los olés reales señores!
Naturales de lentitud y desdenes por demás toreros que vitalizaron e hicieron levantar la comisura del labio a los más duros. El astado ya huía a tablas y Ginés hasta allá, insistente, aguerrido preguntándole…
¿A dónde vas?
Ginés Marín posee esa difícil cualidad de hacer que los detalles y las improvisaciones refresquen su toreo, y sí, se mezcla un poco con la teatralidad, al solicitar la música, al mirar al tendido, al sentir la conexión directa con el aficionado, y…
… qué más da si bien lo dijo Orson Welles:“El torero es un actor al que le suceden cosas reales”– y vaya que Ginés lo sabe, lo vive y es muy real, quedándose en el punto medio, entre la puesta en escena y el toreo verdad, entre la comunicación con el tendido y el soliloquio de su ser ante el astado.
Por derecha continuaba Ginés en tandas de vuelta entera que terminaron por convencer a esta tierra, los remates rodilla en tierra en pura naturalidad que nacía del corazón para deleitar a la audiencia. Molinetes para finalizar su labor, ante un astado que terminó rajándose. Pinchazo arriba y entera delantera para llevarse una oreja.
Con su primero tuvo una interesante faena, el astado en un principio mostró alegría y brío en sus embestidas, pero se fue acabando y Ginés Marín tuvo que descifrar el cómo hacerlo funcional para su capote y muleta.
Justita la fuerza del burel, el español destacó con chicuelinas y remates con el envés del capote, así mismo recortes para llevarlo al caballo donde apenas si fue picado. Las saltilleras, la revolera y la brionesa adornaron el primer tercio.
De muleta ayudados por alto y cambiándole el viaje para pasárselo por la espalda. A cuenta gotas ofrecía sus embestidas el astado, él acortando las distancias empeñoso, exponiéndole las piernas.
En eso estaba el español cuando pidió “la de aquí” en acto realmente innecesario, pero ahí estaba siempre buscando la respuesta en los pitones. Mató de entera muy trasera y caída para que el juez exagerara con el premio de dos orejas que algunos le pitaron.
Otro que estuvo empeñoso pero no consiguió la total conexión fue Álvaro Lorenzo, quien en su primera labor se enfrentó a un muy débil astado que no le puso las cosas a pedir de boca, el torero consiguió algunos trazos finos bajándole la muleta con gusto, pero duró muy poco. Fallas con la espada y las palmas para él.
Su segundo definitivamente fue un desperdicio para el mecanismo del reloj de la monumental, aunado al fuerte viento realmente muy poco le pudimos ver. El torero sólo aguantado arreones feos del burel, insistente, por la cara y a otra cosa. Entera ligeramente caída para las leves palmas.
Quien tuvo una tarde realmente difícil fue el local Gerardo Adame; nulas posibilidades con el primero de la tarde, abrevió y la gente lo premió con palmas al esfuerzo.
Su segundo fue muy complicado, un astado desde un inicio echaba los pitones al cielo, en varas provocó un tumbo, pero le pegaron poco. Vaya inicio de faena de muleta, en el centro del redondel, se arrancó de largo y Adame se lo pasó por la espalda en momento de gran valía, el astado terminaba siempre con la cara arriba, Adame pedía paciencia, pero realmente la papeleta era difícil, quizá pedía una muleta con mayor mando, pero no le llegó.
El torero esforzado, sin encontrarle por dónde, titubeos, muchos pies, no le quedó más que los desplantes y muchos le cayeron encima. Gerardo Adame en la lid, pero sin la gloria. Estocada trasera y caída para escuchar las palmas.
De Fermín Espinosa Armillita IV hay poco que decir, dos toros complicados con los que estuvo esforzado, pero sin ir más allá. Con el primero de medias embestidas, débil soso y manso, el de Aguascalientes queriendo, pero no había por dónde. Tres cuartos de acero y el silencio.
Su segundo uno muy justo de presencia al que recibió con verónicas lentas acompañando con todo el cuerpo para los olés. De muleta muchas ansias ahogadas ante sus dudas y las pocas opciones ofrecidas. Media en buen sitio para el gélido silencio.
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