En Sevilla… Victorino, ¡el toro!
Plaza de La Maestranza. 4 de mayo. Quinta corrida de la Feria de Abril. Lleno. Toros de Victorino Martín, bien presentados, bravos, encastados y dificultosos. A excepción del segundo, todos fueron aplaudidos en el arrastre.
Antonio Ferrera: Ovación y oreja.
Manuel Escribano: Ovación tras aviso y división de opiniones.
Emilio de Justo: Ovación tras aviso y ovación tras aviso.
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Ya lo dijo el maestro Joaquín Vidal: “Si saliera el toro, medio escalafón estaba en su casa”.
- Gran corrida, bien presentada, seria, brava y encastada, de la ganadería más prestigiosa.
Cuando hay toro sobra todo lo demás. Cuando hay toros no hay quien coma pipas y el de las almendras decide el cierre patronal por falta de negocio. Cuando hay todos lo que faltan son sentidos para no perder detalle de lo que sucede en el ruedo.
Este sábado, solo se cortó una oreja, y no hubo toros artistas elegidos para la alegría generosa de los públicos modernos. Hubo toros con sangre en las venas, con vida, fieros, encastados, bravos, dificultosos, de esos que ponen a prueba el valor, el poderío, la técnica y el conocimiento de los toreros.
Este sábado no hubo lugar para el aburrimiento.
Fue uno de esos pasajes por los que merece la pena ser aficionado. La lidia del primer victorino fue un espectáculo. El protagonista, Paquetillo, de 526 kilos, cárdeno, astifino, de preciosa lámina. Aplaudido de salida, humilló al capote en los primeros compases.
Fijó su mirada en el caballo, se lo pensó antes de acudir al encuentro, pero lo hizo en dos ocasiones con alegría y empuje, en las que el picador Antonio Prieto midió el castigo a la perfección.
Galopó en banderillas y dos rehileteros de categoría, Javier Valdeoro y Fernando Sánchez, saludaron tras un tercio torerísimo.
Embistió con casta y codicia la muleta, y su lidiador, Antonio Ferrera, no encontró el modo de estar a la altura de su oponente. No era fácil, claro está, y el torero prefirió las posturas teatrales y la impostura para justificar de algún modo su espesura y aturullamiento.
Espectacular el cinqueño cuarto, bravo también, exigente y combativo, al que Ferrera no consiguió dominar con un toreo despegado e inseguro. Paseó una oreja por su efectismo más que por su toreo.
Está claro que sufrió. Y no le anduvo a la zaga Manuel Escribano, que padeció un calvario ante el segundo, el más complicado de la tarde. Lo esperó de rodilla en los medios, lo banderilleó con facilidad y lo pasó mal, después, ante un animal pegajoso y listísimo que le propinó una voltereta sin consecuencias.
Encastado el quinto, bravo y repetidor. También lo esperó Escribano de rodillas y lo capoteó con lucidas verónicas. Protagonizó un desigual tercio de banderillas, y derrochó voluntad en la muleta, pero no brilló como su oponente merecía.
Debutaba en Sevilla -al cabo de casi doce años de alternativa- Emilio de Justo y se mostró como un torero maduro, hecho y derecho, ante un toro de intermitente embestida, que humillaba en cada envite, y con el que alcanzó cotas de altísima belleza en un par de tandas de naturales largos y hermosos.
Otro toro bravo en el caballo fue el sexto y una nueva demostración de madurez de De Justo. Lo recibió con excelsas verónicas, y ante el animal más remiso del encierro ofreció bellos momentos de toreo al natural.
Dicho todo lo cual, que no se entiendan estas palabras como una crítica a la labor de ningún torero. Son personajes heroicos, pero el toro bravo -el corridón de ayer, por ejemplo- no ofrece facilidades.
Ya lo dijo el maestro Joaquín Vidal: “Si saliera el toro, medio escalafón estaba en su casa”.
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- Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País
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