Lo dice Pepe Mata… Octavio Chacón, mientras el héroe estaba herido el artista seguía creando
¡Todavía no se han levantado las barreras que le digan al genio: De aquí no pasarás!”. Ludwig Van Beethoven
Y llegó el festejo que muchos esperábamos en la Feria de Fallas de Valencia, el del toro auténtico para el torero de verdad, los toros de Victorino Martín para tres toreros que ponen un día sí y otro también el corazón sobre la arena dignificando con su inobjetable verdad la grandeza del arte del toreo.
Ha sido, Octavio Chacón, quien volvió a dar luz y sentido a la verdad que debe existir en el redondel; y efectivamente como exclamó el inmenso Beethoven al destino, Octavio volvió a demostrar que:
“¡Todavía no se han levantado las barreras que le digan al genio: De aquí no pasarás!”.
Todo esto me hizo recordar la implacable lucha del revolucionario, Octavio Chacón, quien el año pasado llevó al más alto nivel su lucha sin cuartel, desafiando las casi infranqueables murallas que habían impuesto los figurines para que el gran público taurino se viera impedido para ver brillar su contundente tauromaquia.
Este domingo hemos sido testigos de cómo ante un complicado victorino, comenzó a enseñarle a embestir, y luego se lo pasó ceñido alrededor de su geografía corpórea.
Vino el violento guantazo que le dejó en el camino una cornada en el escroto, y visiblemente sangrando, con la fortísima guantiza recibida, el valentísimo Octavio, regresó a la cara del victorino para continuar lo que su espíritu espartano le ordenaba.
Así, el imbatible héroe siguió de pié y tras domeñar al toro se transfiguró en artista, escribiendo series de impecable trazo, mágica armonía y diáfana arquitectura.
El héroe estaba herido, no obstante, el artista incólume seguía creando.
Vendría la rúbrica y tras certero espadazo, el público al unísono exigió el trofeo que apenas y pudo pasear en su camino a la enfermería, en medio de los estentóreos vítores que admiraban al gran torero.
Allí, en la enfermería, sin anestesia le han operado, y su firme convicción de salir a enfrentar a su segundo victorino pudo más que el dolor mismo, y…
… y ¡salió con gran dignidad!
Dejó otra sólida faena, a pesar de que la herida comenzaba a continuar tiñendo de rojo su terno.
¡Qué gesta de torero!
¡Qué pundonor!
¡Qué honradez!
Y de no haber sido por la espada, habría salido izado en los hombros.
No obstante, el gran público valenciano supo valorar la gesta, supo entender al hombre, supo honrar al héroe, supo comprender al artista y supo admirar al ser humano que herido nunca claudicó.
Octavio Chacón nos ha dejado claro que sigue su implacable lucha, que continúa con ahínco su revolución y que seguramente dará mucho, mucho que aportar al arte del toreo, porque la luz de su espíritu así lo anuncia y así se lo exige.
Dios salve a tan gran artista, Octavio Chacón.
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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