Opinion

Contrapunto taurino por Iván Arias… ¡Olé!, por los que no se quedan callados

Puedo decir, casi sin temor a equivocarme, que una de las emociones más fuertes que podemos experimentar los aficionados a los toros es, además de ir a una corrida, es verla en una nueva plaza de toros. Es por esto, que mi emoción no cabía el domingo pasado por estar en la plaza más exigente y seria de nuestro país: la Plaza de Toros Nuevo Progreso, en la ciudad de Guadalajara allá en Jalisco.

No obstante, como también reza aquel rancio dicho taurino: “Corrida de expectación, corrida de decepción”.

Y es que la cosa pintaba mal desde media semana, cuando se anunció un “parche” del hierro titular de Los Encinos, con tres toros de Jaral de Peñas. Bueno, si somos honestos a veces siento que nos sorprendemos por cosas que ya sabemos que puedan pasar, más cuando está acartelado el señor Enrique Ponce.

Ese cambio, en cierto modo, podría ser lo de menos, sin embargo, a la hora de la verdad, del festejo, la cosa tuvo tintes de desastre: El segundo toro de Ponce, no tenía la presentación que merece una plaza de primera como es El Nuevo Progreso.

Y, de inmediato, las protestas no se hicieron esperar.

Al aparecer el astado en el ruedo tapatío, vimos desde que pisó la arena a un toro carente del trapío y la presencia que exige éste coso. Y no lo digo yo, hay que ver las fotos (que se pueden consultar en éste mismo portal) en donde el “toro” carente de morrillo y remate, le llegaba a penas a la cintura de Enrique.

Las protestas se incrementaron: Una rechifla general se sintió en la plaza.

Pero…

¿Para quién es la queja?

Para todos los actores de la fiesta: Ganaderos, Empresarios, Autoridades y obviamente el espada en turno.

Sin embargo parece que nadie se inmutó ni sintió esa incomodidad que sólo los aficionados sentimos.

El juez de plaza no movió un solo dedo para regresar a los corrales al toro.

Los empresarios pues, ya habían comprado ese animal.

El ganadero igualmente cerró ese trato de venta, enviando un ejemplar que no debería aparecer en la arena.

De Ponce, lo mismo de siempre: Son los astados que el solicita, son esas artimañas añejas de imponer ciertos toros y aun peor, hacerse el ofendido porque la afición no le reconoció su labor.

Pero, la rechifla no quedó en eso.

Al salir los varilargueros la gente con mayor vigor solicitaba el cambio del astado que, mal bregado, se estrelló justo en la puerta de caballos contra el picador.

Una vez pasado por varas, nada se podría hacer. O no al menos, en el ruedo, pero sí en los tendidos.

Gritos de ¡Ratero! y ¡Novillero! llovieron por doquier y estremecieron a la plaza, obviamente no a Enrique Ponce, quien, aún así, decidió plantarse en los medios del ruedo para brindar su actuación.

¿En serio eso fue un brindis?

Muchos de los que estábamos en la plaza sentimos que era una cachetada artera y descarada contra la gran afición, como diciendo:

Es lo que hay, y no se puede hacer más”. (Falso argumento con el cual se escudan algunos toreros, y peor, unos cuantos periodistas aduladores).

Tandas cortas, sin tener fijas las zapatillas, expulsando al astado… pero no es mi intención hacer una crónica del festejo, esa ya la hizo certera y verazmente Don Jaime Sierra.

Nada podía acallar el descontento de la gente, ni siquiera aquellos olés que surgieron en algunos momentos, de aquellos supuestos poncistas que deciden taparle todos sus pecados, o quizá de paleros” que tenían la misión de acabar con las protestas; cosa que evidentemente, no consiguieron.

¡Y es que es inadmisible!

Un toro sin remate no debe ser lidiado en ésta plaza, peor aún, no debería haber toreros que se presten a ello. Por eso mismo la gente ya no compra el engaño de Ponce, por eso a el coso tapatío no se llenó:

¡Los generales estaban casi vacíos!

Señor Ponce, tal vez sea buen momento para pensar en lo que está haciendo en la Fiesta, porque, hay que decirlo, es más malo que bueno.

La gente se aleja de los tendidos, les da armas a los antitaurinos, y usted mismo con todo esto le asesta un fortísimo golpe casi mortuorio a la Fiesta.

Y me pregunto, como músico que soy:

¿Qué músico sale al escenario con la intención de ofrecer una actuación a medias?

¿Qué actor realiza una obra teatral sabiendo que, muy probablemente al final la gente se lo reproche, y lo termine corriendo?

Porque eso fue lo que sucedió:

Una vez más la gente pidió a gritos que Ponce que ya no regrese a Guadalajara.

Una solicitud general que se ha multiplicado en muchas plazas no sólo de la República Mexicana.

Pensaba decir que así fueron las cosas en la otrora plaza más exigente de México, pero me equivoco, lo sigue siendo porque un gran número del público, no quiso ser cómplice del engaño ni del sabotaje que quiso hacer el valenciano en la Perla de Occidente.

Que todo sea por el bien de la Fiesta.

Abran paso a los nuevos toreros que enfrentan al toro de verdad, con la edad reglamentaria, las astas íntegras, presencia auténtica; porque estoy seguro que hay muchos que si lo harán, y la tauromaquia encontrará terreno fértil para resurgir y volver a ser ese espectáculo que nos llene, nos ilumine, alimente nuestro espíritu.

¡Olé! por los buenos aficionados que defendieron en Guadalajara del engaño a nuestra amada Fiesta.

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