En la Monumental México… Y el Óscar es: ¡Para Antonio Ferrera!
Monumental Plaza de Toros México. Quinta corrida de la Temporada Grande 2018-2019. Con una muy modesta entrada, unas cinco mil personas, se han lidiado cinco impresentables pequeñajos de Santa Bárbara, el primero resultó inaceptable, más cercano a la apariencia de un eral; todos en conjunto, mansos, bobalicones, inválidos. Indebidamente se rindió homenaje a la mansedumbre al autorizar el enloquecido del buenazo de Jorjazo arrastre lento para el cuarto. En segundo sitio, apareció un toro de Lebrija, uno que tuvo apariencia de cuatreño y que resultó manso y descastado.
Antonio Ferrera: Vuelta tras cierta petición y dos orejas.
Jerónimo: Pitos tras aviso y silencio.
Juan Pablo Sánchez: Silencio en su lote
Detalles:
El buenazo de Jorjazo, autorizó indebidamente cinco pequeñajos de Santa Bárbara, regaló indebidamente dos orejas a Antonio Ferrera, y un arrastre lento al que hizo cuarto homenajeando a la mansedumbre, bobaliconería, invalidez y descastamiento.
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Ha enloquecido sin remedio el, buenazo de Jorjazo, quien este domingo en cuestión estuvo en el inútil palco de la nula autoridad del mayor coso del mundo.
Como es la costumbre de estos enemigos, grandes enemigos del arte del toreo, pisotean cada vez que pueden -un día sí y otro también- la verdad, la integridad, la esencia y la dignidad de esta manifestación artística.
Esta tarde, además de haber tenido la desvergüenza…
… absoluta desvergüenza, de aprobar cinco pequeñajos inadmisibles de Santa Bárbara, sobre todo el que abrió plaza, que enseñó la apariencia casi cercada de un eral; tuvo la osadía, el buenazo de Jorjazo, de rendir pleitesía a la mansedumbre bobalicona de un pequeñajo que apenas y podía andar.
Lo que hizo sentir que en lugar de estar presenciando una corrida de toros…
… estábamos siendo testigos de una tienta de luces.
Y, en medio de todo esto… ya enloquecido, y sin ninguna autocrítica ni reparo, regaló dos orejas a, Antonio Ferrera, por una gran actuación teatral que vendió una faena inexistente, y la poca concurrencia que habitó los tendidos del mayor coso del mundo… se lo creyó.
“¡El Óscar!”
“¡El Óscar, para Toñete!”, gritaban varios en los tendidos.
Sí varias de las buenas conciencias que sí había en la plaza, trataban de hacer notar lo alejado que estaba todo esto de la grandeza del arte del toreo, y que se había escenificado más actuación que toreo.
La prensa corrupta, puede defender el hecho, pero eso es abonar más en la severa, muy severa crisis que vive la Tauromaquia, y que parece no se dan cuenta ni empresarios, ni toreros ni ganaderos ni lambisconas autoridades, de que están dirigiendo todos en conjunto hacia la debacle.
El triunfalismo -el espejismo del falso triunfo- hace daño, mucho daño.
Antonio, que como tiene sitio y oficio, sacó provecho a sus pequeñajos, extrajo pases a su borreguno andar, y como lo vendió mucho mejor, pues así han estado las cosas.
Sí, el lote de, Antonio, fue compuesto por dos lindos “borreguitos” que habitan asustadillos en la serranía, caminaban tambaleándose, y cuando no podían más, se derrumbaban.
Qué le vamos hacer.
Por ejemplo, con su segundo, el de las dos orejillas, salió intentando huir, y cuando lo puso en caballos, se ha dado por la inercia un soberano guantazo cuando se estrelló en el peto del también debilucho jamelgo, teniendo que por necesidad visitar la arena.
Mientras unos trataban de levantar al jamelgo y otros ayudaban al picador, Anthony, improvisó con unas horrendas chicuelinas, que más nos recordaron a, Cantinflas, por lo gracioso de los movimientos.
Sí, chicuelinas bailarinas, sobaqueras -porque en cada sabanazo que dio se lo pasó por los sobacos- y que, por supuesto, no resultaron ni lejanamente, la reminiscencia del arte.
La faena, fue con los pies sin asentarlos, más bien a velocidad de vértigo se han movido las zapatillas; y cada serie, aprovechando el caminar mansesco y dócil del lindo “borreguillo” de Santa Bárbara.
Anduvo por todas partes y terminó en toriles; como cosa de destacar, a la mitad de su faena, clavó el ayudado en la arena, y comenzó hacer el toreo al natural con ambas manos, pero eso no condujo a la evolución.
No era momento de evitar el triunfalismo, así que de pronto se escucharon las serviles voces de los oficiosos “enviados” en los tendidos -mientras que parecía que el propio, Anthony, buscaba el indulto- y comenzaron a gritar ”¡toro! ¡toro!”.
Para fortuna de la verdad, no consiguieron que el buenazo de Jorjazo indultara a ese océano de mansedumbre.
Al final, el torero venido de ultramar, dejó una estocada delantera y caída; el pequeñajo tardó en caer, por la mala colocación de la espada; tras extraerle el acero, y darle el propio torero mayor labor de enterramiento, sucumbió el bovino.
Entonces lo gritones que antes pedían el indulto, ahora exigían la vuelta al ruedo, y el buenazo de Jorjazo, regaló un inadmisible arrastre lento para homenajear, como hemos señalado a la mansedumbre, al descastamiento, a la bobaliconería, a la invalidez.
Mientras que para la gran actuación teatral de, Antonio, le fueron concedidas dos orejas, como un merecido “Óscar”, que es muy posible no le sirvan para mucho por la falta de sustento.
Daría la vuelta acompañado del ganadero y de su hijo, qué le vamos hacer con la falta de autocrítica.
Y de su primero, bueno, fue similar aunque más corta la estancia en el redondel.
La auténtica vergüenza el verle con un minúsculo pequeñajo que nunca debió haber aparecido en la Monumental México, y no hay más que contar. Se acabó dando una vuelta.
De los demás
Los demás nada han podido hacer ante ese encierro tan, tan, tan malo. Jerónimo anduvo perdido con su primero que procedió de Lebrija, que además de ser el único toro que apareció esta tarde, tuvo cierta movilidad con la que se le vio imposibilitado para imponerse; mientras que con su segundo, otro pequeñajo mansurrón de Santa Bárbara, se pasó atosigando al público intentando sacar pases, con algo alejado al toreo.
Mientras que, Juan Pablo Sánchez, su exquisito temple, apareció tan poco, por las condiciones de sus pésimos, en verdad, pésimos ejemplares.
Al final, cuando veíamos salir por la puerta grande de la Monumental México a Antonio Ferrera, y sólo verle con los serviles y oficiosos de siempre, nos dimos cuenta de que esto, poco o nada le servirá.
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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