En Salamanca… ¿Indulto o insulto?
Salamanca. Jueves 13 de septiembre. Segunda de la Virgen de la Vega de Salamanca. Se lidiaron seis toros de Montalvo, muy bien presentados, aplaudidos los seis de salida. De juego desigual. El mejor fue el 1º, Liricoso, negro mulato, número 42, de 535 kilos, nacido en diciembre de 2013, que fue indultado. El resto reservones. Todos fueron aplaudidos de salida. Media en tarde de mucho calor.
Antonio Ferrera: Vuelta al ruedo con el mayoral tras el indulto y oreja.
Sebastián Castella: Ovación y silencio.
Ginés Marín: Silencio en ambos.
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Fue gran pena ver a Liricoso -el toro indultado, cuajado, serio y muy aplaudido de salida- regresar a los corrales entre un riada de protestas.
De repente el presidente sacó el pañuelo naranja para indultar al primer toro y se organizó una tremenda bronca. Casi un San Quintín. Parecían las dos ‘Españas’; los del sí y los del no, mientras el palco era increpado con una enorme pitada y Ferrera, entre barreras, se mostraba feliz por haber cuajado al toro, pero incrédulo ante los acontecimientos que vivía. Fue gran pena ver a Liricoso -el toro indultado, cuajado, serio y muy aplaudido de salida- regresar a los corrales entre un riada de protestas.
En cierto modo injusto que un toro que, momentos antes, había emocionado a la plaza haciendo el avión por el pitón izquierdo merecía la atronadora ovación de la vuelta al ruedo y estar hablando de él en todas las tertulias de este invierno. Pero no, porque ahí don Ramón Sánchez Miguel, el presidente, quiso jugar a ‘poli’ bueno para contentar y no ver la realidad, que no era otra que guardar bien guardado el pañuelo naranja del indulto y después de que su matador acabase con él sacar el azul de la vuelta al ruedo, con los dos blancos de las orejas que se había ganado Antonio Ferrera como premio a una importantísima faena, a su torería y la tremenda clase de sus naturales. Eso era lo justo y lo que debería haber ocurrido. Pero provocar ese indulto al final acabó siendo un insulto a la honestidad y dignidad de la Fiesta, a la búsqueda de un triunfalismo que es el peor de los caminos que puede tomar la Fiesta y tanto se está impulsando desde dentro. Porque jamás se debe indultar a un toro que toma un puyazo al encuentro y, además, se defiende de la suerte de varas, sin apretar, ni tener después otra opción de llevarlo al caballo para contrastar realmente su bravura. Por eso la acción de indultarlo ha sido un insulto a la dignidad y grandeza de la Tauromaquia.
Y fue un gran toro que acabó derrochando infinita clase en el último tercio. Con él ya se lució Ferrera en el saludo a la verónica. Pero su cante grande llegó en la faena de muleta, ahí pronto empezó a cantar sus virtudes y su grandeza en el mismo inicio del trasteo, donde el matador se dobló por abajo con tanto gusto y torería en lo que fue el preámbulo de una grandiosa faena, toda ella con gusto y aroma por parte de un Ferrera que, con su muleta, tanta lírica le echó a Liricoso. Puso fin al trasteo con cuatro solemnes naturales, ya en el momento que la plaza se dividía y el presidente, cegado de triunfalismo, decidió indultar parar estar a punto de provocar un altercado en los tendidos. Él señor del palco, que debe velar por el orden público, a punto estuvo de incendiar la mecha del barril de pólvora. Después, en medio de la bronca, el extremeño Ferrera, acompañado del mayoral, dio la vuelta al ruedo sin trofeos –en otro grave error tampoco sacó el pañuelo, con el añadido que era el primer toro y por tanto no había trofeos en el desolladero, que en estos casos se pasean los de toros matador previamente-, en medio de una enorme bronca.
Le quedaba otra bala a Ferrera y de nuevo volvió a entusiasmar al recibirlo con lances a medio capote como previo a un gran quite para llevarlo al caballo mediante un galleo por chicuelinas. Se dolió en banderillas y en el inicio de faena, sin embargo, salió otra vez el mejor Ferrera, el del sentido lidiador y la excelsa torería para ahormar al animal y llevarlo a los terrenos de tablas, donde protagonizó dos sensacionales series de naturales para las virtudes del pitón izquierdo. Mató de estocada y descabello, para cortar una oreja.
Castella volvía a Salamanca un año más y aunque se le hubiera olvidado el billete tampoco se hubiera perdido nada. Tarde gris y abúlica del francés, donde no hubo más que reseñar el inicio de faena a su primero. Nulo rédito para un torero acomodado, por el dañino ‘sistema’ que tanto daña la verdad y el futuro de la Tauromaquia, que fue acartelado sin reunir mérito alguno para ello.
Tampoco Ginés Marín aportó demasiado. Muy poco e insuficiente. Lo mejor el saludo de capa a su primero saldado con cuatro elegantes verónicas y una media que fueron carteles de toros. Después nada. Y el sexto, ya con la tarde caída lo mejor el brindis al gran maestro Santiago Martín ‘El Viti’, quien presenciaba la corrida desde un balconcillo. Ovación de gala para el maestro y silencio para el joven torero que esta temporada anda algo dormido en los laureles y con el tren a punto de írsele.
La corrida se acabó y allí nadie se aclaraba en medio de infinidad de discusiones. Era, en versión taurina, las ‘dos Españas’.
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