En Sevilla… Borja Collado y Manuel Perera gustan en la Maestranza
Sevilla. Jueves 19 de julio de 2018. Tercera novillada del ciclo de Promoción. Se lidiaron erales de Cayetano Muñoz, Pésimamente presentados, muy pequeños para Sevilla. A destacar el encastado 2º y el templado 4º. Media plaza.
Miguel Andrades: Silencio tras aviso.
Antonio Muñoz: Vuelta tras petición.
Corruco de Algeciras: Silencio tras aviso.
Darío Cañas: ovación con saludos.
Borja Collado: Oreja.
Manuel Perera: Oreja tras aviso.
Detalles:
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Se generó un magnífico ambiente desde por la mañana. En Sevilla se comentaba la novillada que se celebró por la noche desde por la mañana y daba gusto ver a tantísimos jóvenes en las taquillas maestrantes. La terna del Jueves 19 de Julio, daba esperanzas para soñar con una gran noche de toros en el Arenal. Destacaron muchas cosas, desde los preciosos trajes de luces que los novilleros lucieron, hasta el comportamiento de un público que en ciertos momentos fue frío con una muy mal presentada novillada de Cayetano Muñoz.
El primer novillo correspondió a Miguel Andrades. Bonito de pelaje y de hechuras, pero tal vez demasiado, no era el tamaño idóneo al igual que toda la novillada. El trance rehiletero lo pasó con torería, pero mal clavando. Andrades estuvo muy voluntarioso y presto a triunfar con el novillo, saludándolo con dos largas en el tercio y un ramillete de verónicas algo faltas de acople. Eso mismo también faltó en la zocata, además de bajarle la mano para ver si así, el novillo dejaba de protestar al final del muletazo. No hubo entendimiento, y todo se saldó con un silencio tras aviso.
Para el segundo apartado de la novillada, un novillo con más cuajo que el anterior y algo más de remate. Antonio Muñoz anduvo metido, pero desde un primer momento, su oponente le advirtió que no iba a ser fácil y benevolente con él. Corruco le hizo un quite por navarras y tafalleras. El novillo fue el más encastado de todas las novilladas que llevábamos vistas. Repetidor, con celo, reponiendo y con ansia de comerse la muleta. El novillero demasiado que estuvo ahí delante, porque no le permitió estar verdaderamente bien con ese gran novillo. No hubo momentos de verdadera lucidez, ni despacio, pero si hubo ganas de triunfar, algo que se vio en la vuelta al ruedo que daría mientras se marchaba ovacionado en el arrastre su antagonista. Bien la presidenta aguantando un “chaparrón” de pañuelos dándole caché a la plaza. Vamos a ser realistas.
El tercero fue el más complicado. El jabonero no tuvo ninguna virtud resaltable. Se vencía por el pitón izquierdo, y Corruco de Algeciras estuvo bien con semejante material. Escuchó olés de Sevilla en el vistoso y variado saludo capotero. En toriles, una larga, unas pocas verónicas y un ramillete de chicuelinas para calentar al respetable. El tercio de banderillas lo compartió con uno de sus subalternos, haciéndolo eficaz. No hubo historia en la muleta, sólo una a medio escribir con un novillo que quería, pero quería siendo un malpensado. Se acostaba, reponía, se aburría y echaba la cara arriba. Nula opción para Corruco, que estuvo hecho un tío con el tercero.
Darío Cañas, de la escuela de Sevilla-Amate, tuvo en sus manos al mejor novillo de la noche junto al gran segundo. Los dos protagonistas tenían temple, uno en su embestida y otro en sus formas. Darío toreó por fuera durante toda la faena, pero dejó algún bello muletazo por el izquierdo. El novillo se iba largo en la franela, humillando y mostrando su la gran clase que atesoraba. Todo se quedó en una ovación.
Se esperaba a un valenciano en la Maestranza, al menos yo lo esperaba. Y lo esperaba por muchos motivos, pero sobre todo por esa manera tan bella y personal de componer y por las sensaciones causadas en otras plazas importantes. Recibió a su novillo con torería, dejando una serie con el capote a una mano en redondo. Con las telas rojas, el joven novillero tuvo que tirar del castaño intentando alargar la embestida y llevarlo más toreado. Así lo hizo, pudiéndole a un novillo que tendía a protestar. Se llevó dos volteretas sin consecuencias mientras el público estaba sumido en una frialdad total, y no mostró el agrado hacia las bellas series templadas por la derecha que compuso Borja Collado en el platillo sevillano hasta que metió la espada y empezaron a pedir una merecida oreja que la presidenta concedió.
También esperaba a Manuel Perera. El de Badajoz dejó patente el temple que atesora, llegando a levantar los “bien” más destacables de la noche en el coso de la capital andaluza. Todo en una faena algo larga de duración y con una voltereta. Las series por la derecha fueron profundas y con argumentos para pedir una oreja justa. Mató de estocada y se le fue concedida.
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