El Comentario de Williams Cárdenas… El Toro-Sumo
El Sumo es un tipo de lucha libre practicada en el Japón, en el que los contrincantes que se enfrentan en un área circular, pesan por encima de los 120-140 kilos. Es el deporte nacional del Japón, donde es considerado un arte que recrea una antigua tradición.
La Tauromaquia, como su nombre lo indica, es la lucha del hombre con el toro, tan antigua y milenaria como ha sido la relación entre ambos, y que ha evolucionado durante siglos, al punto de haberse convertido en un Arte con mayúsculas que forma parte de nuestro Patrimonio Cultural Inmaterial.
Pero cuando estas dos expresiones culturales se juntan, el resultado no es el más adecuado para los espectadores que creen que el toro, como el hombre en el caso del Sumo, debe ser de un tamaño desproporcionado.
A esta variante de la Tauromaquia nos han condenado un sector de aficionados a los toros que asisten a la Plaza de Las Ventas, con la misma intención de quien va a ver una gran exposición ganadera, en la que los ejemplares de mayor tamaño suelen ser los premiados y más celebrados.
Esta conducta está gobernada por una lógica muy simple, aquella “del más difícil todavía”, que prejuzga qué si el toro es más grande, la dificultad para el diestro será mayor y el eventual triunfo tendrá más mérito, y allí se concentra el nivel de exigencia más acérrimo.
De manera que en la Plaza más importante del mundo, de unas décadas para acá se haya impuesto un toro que en la báscula supera holgadamente entre los 550 y los 650 kilos, con la anuencia de autoridades y veterinarios, que parecieran seguir el rumbo de los aficionados al Sumo.
Se confunde el trapío con el mayor peso y se desechan toros muy bien hechos y con gran presencia por no superar la prueba de la báscula. Esto ha conducido a sacar de circulación a encastes que no admiten ese peso descomunal, con lo que ello implica de perjuicio para ese variado patrimonio genético del toro bravo.
Terrible error que debemos corregir. Si no cambiamos el rumbo podemos terminar cargándonos el espectáculo. Y todo pasa por entender que el toreo es equilibrio, en el toro y en el torero, que el temple es un concepto de equilibrio y que cuando esto se altera el equilibrio se rompe.
No tenemos que extendernos mucho en explicaciones. Basta presenciar tarde a tarde a toros con 600 kilos que llegan al tercio de muerte con la lengua afuera, con dificultades de desplazamiento, con movimientos que nos recuerdan a los luchadores de Sumo, al punto de llegar a echarse en la arena.
En los años 60 -70 el peso de los toros oscilaba entre los 450 y los 500 kilos y cómo se movían; en el verano, el Sanatorio de Toreros parecía un hospital de guerra, que llevó a Ernest Hemingway a escribir aquel libro “El Verano sangriento”. Porque es en el movimiento del toro donde está la mayor o menor dificultad para los lidiadores, y no su volumen.
No sé a quién corresponde tomar el toro por los cuernos, pero el camino del Toro-Sumo nos lleva a la catástrofe, porque no he visto nunca tanto aburrimiento en los tendidos como con estos toros tan grandes.
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